Tanto como “salvajes”…

Tanto como “salvajes”…

Madrid.  EFE.  Cuando oye usted calificar algo de “salvaje”, ¿qué idea le viene a la mente? En general asociamos el concepto de salvaje, o de salvajismo, con un tipo de comportamiento que no se ajusta a las normas de convivencia.

Si aplicamos ese adjetivo a un animal, lo propio es pensar en un tigre, un león, cualquier otro que puede entrañar un peligro para el hombre. La verdad es que estos conceptos no son nada académicos, porque para el Diccionario de la Real Academia “salvaje” es, simplemente, si hablamos de animales, lo opuesto a “doméstico”, y si se trata de plantas, lo “no cultivado”.

O sea que sí, que puede que sea correcto llamar “salvaje” al tomillo que se encuentra en el campo, aunque nadie tenga constancia de que se trate de un ser agresivo, que ataque, que muerda, que son los comportamientos que asociamos normalmente con ese concepto de salvaje. Yo, desde luego, jamás llamaré así a una inocente y aromática mata de romero, que ni protesta cuando la arrancamos: la consideraré, eso sí, silvestre.    Pero más que de hierbas salvajes, aunque el vocabulario de los programas culinarios de televisión sea penoso, se habla de determinados animales salvajes. Yo creo que si a ustedes les preguntan por un pez salvaje citarán ante todo al tiburón, y seguramente con razón. Ahora bien, ¿podemos llamar salvaje a un rodaballo, a una lubina…?.

Bueno, la lubina o róbalo es un depredador de lo más activo, y puede que a muchos otros peces les parezca un animal muy salvaje; pero el rodaballo…

Sucede que lubinas y rodaballos son de los peces más criados en granja y, en algunos mercados y en no pocos restaurantes, si el animal procede de pesca extractiva le dicen a uno, o lo escriben en la etiqueta o la carta, que lo que se ofrece es “rodaballo salvaje”.

Llamar así a un animal tan pacífico, la verdad, es pasarse un poco, aunque académicamente sea correcto y el rodaballo, como casi todos los peces, también sea depredador. También es correcto llamarle “caldo” al vino, y a todos los que amamos el vino nos parece una barbaridad.

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