Tasa de fecundidad Haití y los indicadores sociales

Tasa de fecundidad Haití y los indicadores sociales

POR LUIS MANUEL PIANTINI
Según informaciones de los organismos internacionales, la República Dominicana ha sido el país del Hemisferio Occidental con el más elevado crecimiento económico durante los últimos cincuenta años (5.2% promedio anual). Pero también los indicadores sociales señalan que pese a este crecimiento, somos un país de elevados niveles de pobreza y amplia brecha de desigualdad en la distribución del ingreso.

Dichos informes generalmente se concentran en aquellas áreas donde todavía el esfuerzo ha sido insuficiente señalando el mal sin destacar los logros, tal vez como una forma de presionar a las autoridades con el fin de acelerar la solución de los males sociales que aquejan a sus sociedades.

Por ejemplo, no se dice que en el año 1950 la tasa de fecundidad era de 7.4 hijos por mujer, que se mantuvo por encima de 6 hasta la primera mitad de los años setentas, y que fue con la aplicación de los programas públicos y privados de control de la natalidad que esa tasa comenzó a reducirse progresivamente y ya en el año 2000 había disminuido a 2.8 hijos. O que la mejoría en la calidad de la salud pública, disminuyó la tasa de mortalidad infantil de 140 niños por cada mil nacidos a 34 niños durante esos 50 años (en el 2005  en 27 según el BM) y la esperanza de vida al nacer se elevo de 46 a 68 años.

Dado el elevado nivel de la tasa de fecundidad, la población creció de 2.135 millones en el 1950 a 8.562  millones en el 2002. Como pueden observar, la cantidad de población que el país acumuló durante 460 años para un determinado año (1950), se multiplicó por 4 en 52 años (2002).

Debido a este explosivo crecimiento, en el año 1981, la población de 0 a 24 años representaba el 63% del total y con aquella de mas de 65 años se elevaba al 66%, o sea que solo una tercera parte de la población sostenía el crecimiento económico y las dos terceras partes, pues esta última estaría conformada por infantes, estudiantes y pensionados.

Este sostenimiento por tan reducida fuerza de trabajo fuese cierto si habláramos de una economía desarrollada, pues el uso intensivo del capital sustituiría en parte la mano de obra potencial que estaría dedicada a completar su ciclo de estudios, pero en el caso de una economía como la Dominicana, de bajos niveles de desarrollo y de elevado numero de personas en la familia,  donde su modo de producción estaba y sigue estando conformada por el uso intensivo de la mano de obra en sus sectores tradicionales y de zonas francas, los niños y jóvenes en edad de estudio se dedican a laborar para aumentar los ingresos familiares, situación que afecta sus expectativas de mejora del nivel de ingreso por el bajo nivel de escolaridad que alcanzan, si es que la alcanzan, perpetuándose en esa población el ciclo de la pobreza.

Adicionalmente la presión que esa población de crecimiento geométrico ejerce sobre el Estado es enorme para que le resuelva sus problemas de servicios comunes; agua potable, electricidad, sistemas sanitarios, de transporte, educativo y de salud, además demanda la realización de obras de infraestructuras viales, viviendas sociales, presas, etc. Esta presión es mayor sobre Estados pobres como el nuestro, desorganizados y sin tradiciones institucionales plagado de corrupción, donde los problemas urbanos se agigantan por la fuerte migración rural hacia los centros poblados mas desarrollados (la población rural era el 69.8% de la totalidad en el 1960 y el 35% en el 2000) la falta de planificación y por politizar todas las decisiones.

 La República Dominicana durante los primeros 30 años de ese periodo, vivió largos trechos de inestabilidad afectando la continuidad de las políticas públicas; declive de la férrea tiranía de Trujillo, tres golpes de estados, una revolución y la dictadura ilustrada de Balaguer. Esta discontinuidad en el sostenimiento de dichas políticas mermó su capacidad de crecimiento y de avance en sus conquistas de mejoría en las condiciones de vida.

En los últimos 15 años los beneficios de la caída de la tasa demográfica en la mejoría de los indicadores sociales, han venido siendo contrarrestados por la fuerte inmigración haitiana, expulsada de su país por el hambre y la inestabilidad política y atraída hacia el nuestro por las oportunidades de empleos que crea el rápido crecimiento económico.

Haití es el país del Hemisferio Occidental con la más elevada tasa de personas afectadas con el VIH. La inmigración haitiana transporta esta enfermedad  En la actualidad el Sida es la principal causa de muerte de mujeres en edad reproductiva en nuestro país, siendo las provincias cañeras y cercanas a la frontera las mas afectadas según publicación que aparece en la edición del pasado 17 de agosto del semanario Clave.   Enfermedades que habían sido erradicadas o controladas y que son endémicas en Haití, tales como la malaria y el paludismo están mostrando sus brotes en los últimos años, afectando al país no solo por los gastos que tenemos que destinar para su combate, sino por sus efectos negativos en el flujo turístico.

También los directores de hospitales públicos han indicado sobre el elevado número de parturientas haitianas que utilizan la asistencia de dichos centros, y este hecho es una señal sobre un posible reverso de lo logrado en la reducción de la tasa de fecundidad, pues los núcleos humanos que perciben vivir en una atmósfera adversa para asegurar la supervivencia de su raza tienden a aumentar esta tasa.

No pretendo justificar con estos señalamientos la irresponsabilidad pública de nuestros gobiernos de no haber realizado el suficiente esfuerzo para erradicar aquellos males que impiden un sostenido desarrollo de nuestros recursos humanos, pero si quiero llamar la atención en el sentido de que aunque logramos ser exitosos en reducir la tasa de fecundidad y mejorar sustancialmente las tasas de mortalidad infantil, el hecho de que Haití se haya convertido en un Estado Fallido constituye una retranca muy difícil de superar, mayor que todos los desafíos que como sociedad hemos enfrentado hasta ahora, para continuar mejorando nuestros indicadores sociales.

El comportamiento de estos indicadores en Costa Rica desde la década de los setenta, a raíz de los  conflictos políticos en Nicaragua, es un ejemplo de lo expresado. En el año 1970 el 24% de los hogares en aquel país vivía en situación de pobreza subiendo al 25% en el 1992, país que tradicionalmente ha  mantenido un elevado nivel de gasto social con relación al PIB. También demuestra que para los países receptores de este tipo de inmigración provenientes de piases mas pobres el esfuerzo que demandaría en términos de tasa de crecimiento económico es mucho mayor para mejorar los indicadores sociales.

En diversas oportunidades he hecho referencia al estudio de la Universidad de Oxford que determinó que un país fallido en África les cuesta a los países  circundantes unos 80 mil millones de dólares. Aun cuando en el caso nuestro ese costo no ha sido cuantificado, el hecho de que esta prestigiosa universidad si haya determinado que existe un costo importante en estos casos, debería servir para que las autoridades nacionales se interesen en determinarlo de manera de poder exigirle a los Organismos Internacionales la asistencia que compense en parte este efecto adverso sobre nuestros esfuerzos de alcanzar mayores niveles de crecimiento económico y desarrollo humano. No es verdad que a esta sociedad se le puede cargar en impuestos el costo de asistir a la creciente inmigración haitiana. De eso permitirse es simplemente un abuso y una indolencia.

Finalmente presento algunos indicadores que demuestran el avance que hemos tenido, pero también el gran esfuerzo que nos falta realizar para lograr una sociedad más igualitaria y con mayores oportunidades de bienestar. Durante el periodo de 20 años del 1981 al 2002, el numero de viviendas construidas en el país creció en 1,228,761 duplicando las existentes en ese momento,  y superando el de los nuevos hogares que  creció en 974,679. No obstante, en el presente persiste un déficit de alrededor de 700 mil viviendas. El numero de hogares con neveras aumento del 32% al 62%, con lavadoras del 0.8% al 54%, con televisores del 30% al 68%, con energía eléctrica del 61% al 93%, con gas propano del 29% al 84%. Pero todavía quedan 20% de los hogares sin agua de acueducto, 46% sin inodoros, 40% sin servicios de botadura de basura. Estos porcentajes son más elevados en el área rural. Así mismo, casi el 10% de los niños se encuentra sin matricular en las escuelas; el 37% de la población de 15 a 19 años no termina la primaria; el 13% de la población de mas de 15 años es analfabeta y el 28% vive en pobreza extrema.

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