Tavárez Justo y Chuta Leal

Tavárez Justo y Chuta Leal

Nueva York. En estos días, sectores políticos criollos que muchas veces quieren mantener en el presente hechos sucedidos muchos años atrás, están trayendo a la atención pública dominicana la figura del doctor Manuel Aurelio Tavárez Justo, figura prominente de las luchas contra la dictadura de Rafael L. Trujillo, y quien hace 40 años fue ultimado por el Ejército en las montañas de Las Manaclas, adonde se había alzado, junto a un grupo de otros jóvenes idealistas.[tend]

Tuvimos el privilegio de conocer a Manolo, como le llamaban todos, y de conversar con él muchas, muchas veces. Tanto en el local de la Agrupación Política 14 de Junio, entidad que él lideraba, y que estaba situado en la calle El Conde esquina a la calle Eugenio María de Hostos, en la parte antigua de Santo Domingo, como en el largo proceso judicial que culminó con la condena de los hombres que asesinaron a su mujer, Minerva Mirabal de Tavárez, y a sus cuñadas, María Teresa y Patria, así como al vecino de ellas, quien les sirvió de chofer: Rufino de la Cruz.

Para esa época, el menos vocinglero de los activistas de la izquierda revolucionaria, era Manolo. Tenía un carácter apacible; de vez en cuando dejaba escapar una sonrisa tímida, y solía guardar su mirada en unas gafas oscuras.

Decíamos que hablábamos con él en aquel proceso judicial, que duró varios meses, porque en nuestro oficio de periodista se nos encomendó cubrir las incidencias del juicio. Y en los muchos descansos que se sucedieron, conversábamos con el líder ‘catorcita’, así como con su concuñado, el ingeniero Leandro Guzmán, cuya esposa fue otra de las Mirabal asesinadas.

Antes de que se alzara hacia las lomas, nunca se nos ocurrió pensar que el doctor Tavárez Justo fuera un hombre de bregar con armas ni mucho menos, enfrentarse a tiros a contrarios, como fue que sucedió el hecho ese en que perdió la vida.

Se nos ocurrió pensar entonces y ahora seguimos pensando igual que Manolo se vio forzado por sí mismo a tomar la ruta de las armas, ya que muchos de sus entusiastas seguidores lo hacían, y a un líder que se respetara, en medio de semejante experiencia, el honor le aconsejaba lo que hizo el abogado montecristieño: Tomar el camino de las armas. Y en eso, murió.

Ese episodio hace recordar otro, vivido en otro sitio y por otro prócer: José Martí. El Apóstol, era hombre que bregaba con la elocuencia, la poesía, el ensayo literario; era un gimnasta del pensamiento. Y montó el andamiaje que propició la Independencia de Cuba.

En su trabajo libertario, Martí, que no era hombre de armas, las tomó, y a caballo, fue al campo de batalla, y en la Batalla de Dos Ríos, le quitaron la vida a balazos. Quiso, el Apóstol, poner en vigencia, y lo hizo, la vieja máxima aquella de «predicar con el ejemplo». Y se inmoló.

Manolo, en ese otro vecindario de Las Antillas, que es la Dominicana tierra, hizo lo mismo: sacrificó su vida para darle mayor énfasis a sus ideales.

Aunque conversaba, pronunciaba discursos y daba entrevistas periodísticas, y celebraba chistes, a Tavárez Justo lo sentimos, en sus últimos tiempos, como un hombre taciturno, que pretendía esconderse dentro de sí mismo. Se nos ocurrió pensar que su carácter se mostraba así por la fuerte experiencia vivida en sus luchas antitrujillistas; los golpes recibidos en las cámaras de tortura de la Dictadura, y el golpe mayúsculo del asesinato de su mujer, muerta a palos después de ser violada, y siendo apresada junto a sus hermanas justo cuando salían de la cárcel y de darle estímulo allí a Manolo quien a la sazón era preso político.

Alrededor de Manolo se formó una élite de muchachos idealistas que estaban dispuestos y lo demostraron a ofrendar sus vidas en procura de que sus ideales cuajaran y fueran realidad en el ambiente dominicano.

Viene a nuestra memoria la figura de otra persona que murió en circunstancias parecidas y que conocimos desde nuestra niñez: Leal Prandy (Chuta, que así le decían desde la infancia.) En los últimos tiempos de vida que tuvo Chuta, lo vimos en el barrio de Ciudad Nueva abstraído, con su cara de niño bueno y su pelo negrísimo. Leal Prandy fue muerto el 12 de enero de hace muchos años en las proximidades del Aeropuerto Internacional Cabo Caucedo (que así se llamaba entonces aquel sitio) junto a otros jóvenes rebeldes opuestos al estado de cosas imperantes, y quienes se enfrentaron a tiros con fuerzas del Ejército.

La muerte de ese muchacho nos produjo una sensación de grande pesar, pues fuimos del mismo tiempo; nuestro padre fue padrino de bautismo de él, y uno de nuestros hermanos Hugo Lockhart fue amigo íntimo de esa familia petromacorisana que vivió años antes otra tragedia: el asesinato de Chichí Leal, hermano mayor de Chuta, quien se manifestó contra el mentado gobierno de los doce años, que encabezó el ya extinto ex presidente Joaquín Balaguer.

En los quehaceres de luchas por la realización de los ideales, hay personas que, aunque uno no esté totalmente de acuerdo con ellos, hay que reconocerles su espíritu de lucha y la integridad de carácter para defender lo que piensan. Por eso hoy le damos un saludo fraterno, desde acá y hacia Lo Ignoto, esos dominicanos esforzados que fueron Tavárez Justo y Leal Prandy.

Para la meditación de hoy: Hay días en que amaneces como fuera de onda. Y todo alrededor de ti parece molestarte. Y es que todos los días son distintos; sucede como con el cuerpo físico: con muertes y nacimientos continuos de células. Provéete de un ‘saco mental’, en el que eches los desperdicios de tus estados de ánimo; de tus emociones. A medida que vayas sintiendo esa incomodidad de ánimo, recógelos, y échalos en el saco. Y olvídate de ellos. Y luego, no te pongas a averiguar si permanecen en el saco, porque no estarán; se irán hacia ninguna parte, y te sentirás liviano… y ascendiendo hacia la cumbre de la vida…

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