La ciudad de los 30 caballeros, la hidalga Santiago, ha vivido una pesadilla por las inundaciones asociadas a la tormenta Olga y al desagüe de la presa de Tavera, que algunos críticos consideran que fue imprudente; mientras autoridades y técnicos alegan que de haberse retenido por más tiempo el inmenso contenido del embalse, las consecuencias hubieran sido terriblemente mayores.
Un colapso estiman- hubiera arrasado a la Ciudad Corazón y a otras más cercanas al río Yaque del Norte.
Lo así dicho, específicamente por el director del Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos (INDRHI) ingeniero Héctor Rodríguez Pimentel, es un preludio de fatalidad que obliga a estudiar los riesgos y a actuar con rapidez.
Con toda urgencia y con un diagnóstico de irrefutable calidad científica, debe establecerse con precisión si la segunda ciudad más poblada del territorio nacional está expuesta a la barrida total que vislumbra el alto funcionario, algo que, ciertamente, ha sido barajado en el pasado como una posibilidad.
Tavera vertió un flujo de agua de números escalofriantes durante el apogeo del desagüe: 80 millones de metros cúbicos; pero que salieron por sus compuertas por voluntad de quienes la operan y ahí están las desastrosas consecuencias.
II
¿Qué pasaría si los muros represores se quiebran súbitamente y toda el agua que acumulan corre libremente hacia las zonas bajas en que están Santiago y pobladores de la Línea Noroeste?
No deben cerrarse los ojos a las señales de que, por efecto de los cambios climáticos, una intensa pluviometría podría colocar próximamente en dura prueba a algunas presas, sobre todo a Tavera.
El gobierno no solamente debe volcarse en atención a los damnificados y a los familiares de las víctimas mortales del azote de Olga.
También existe la urgencia de poner a los mejores especialistas de la ingeniería y la hidráulica disponibles en este medio a establecer si hubo ligereza al verter de manera prematura o tardía un enorme volumen de agua.
Además, fijemos de inmediato una regulación estricta que incluya el mantenimiento provisional del nivel del embalse en cotas ínfimas, aunque se reduzca drásticamente el aprovechamiento del agua.
Convendría que Tavera quede limitada la función de presa reguladora de avenidas mientras se estudia la forma de evitar de manera permanente que su contenido constituya una amenaza para la estructura.
El peligro de un colapso parece real; pero no hay dudas de que podría evitarse lo peor con medidas rigurosas, al tiempo de despoblar las zonas más vulnerables y de levantar muros en algunos lugares muy críticos.