Te deseo para el 2018 y después…

Te deseo para el 2018 y después…

Desde “mi casa”, en Allapattah, muy próxima al Parque Juan Pablo Duarte y en el año 92 de mi pequeña historia te deseo Paz. Es lo primero.
Y lo primero, Paz contigo mismo (y no abundo diciéndote cómo puedes conseguir esa Paz, que es muy esquiva).
Bueno, al menos sí te digo cómo consigues Paz en el hogar, y con tu familia. Como se trata de varones y hembras, viejos y jóvenes, más que comprensión, te deseo PACIENCIA. Sí, -mucha paciencia-, recomendaba un sabio detective chino.
Y sólo eso te deseo. Pero además quiero decirte algunas otras cosas en estos días tan esperanzadores. Yo así los veo.
Confiarte algunos capítulos de mi historia. Simplicidades frecuentes en las vidas de los viejos. Y otras tonterías que a los viejos se nos ocurren.
Una confesión que debo hacerte… y espero pueda servirte de algo. Yo, he notado para mi sorpresa, que he aprendido, que estoy aprendiendo, lecciones sobre asuntos de uso diario, después de los 80 y también a los 90. Bueno… y sigo aprendiendo. Confieso que he tardado mucho en aprender ciertas cosas. Sí, pienso que he tardado mucho más que otros.
Y algunas de estas cosas son aparentemente sencillas y de poca importancia. Una de ellas: no tratar de enseñar a quien no se ha empeñado en aprender algo de ti. La otra, más sencilla que ésta y en cuya práctica he visto resultados inmediatos: cenar temprano y ligero. Eso… y a ti, estoy seguro, te va a parecer sencillo. Y lo es.
Bueno, últimamente estoy cenando a las 6, casi nunca después.
Y casi siempre sólo legumbres. Generalmente berenjena y kale al vapor. Y casi siempre sólo aceite de oliva, vinagre y sal. Porque, a veces, y no te das cuenta, en el sabroso “dressing” viene el no deseado colesterol.
Bueno, también un poco reciente he mejorado o mejor dicho he comenzado a darme cuenta de la poca compasión que he sentido por la gente. (“Porque tuve hambre y me diste de comer…” Mateo 25:31.)
Y además, me estoy dando cuenta de que todo hombre tiene que sentirse compasivo con las personas que, por diversa circunstancia o naturaleza, cargan en su vida una carga más pesada que la nuestra.
Esto, generalmente lo vemos muy claro en cojos, ciegos, sordomudos, y personas con otras discapacidades físicas.
Y también debemos verlo (debo aclarar, nosotros los hombres y además cristianos), con las mujeres, los homosexuales, y algún otro grupo humano, no aceptado del todo en la sociedad, o al menos, aceptado con cierta renuencia.
Igual que yo, todos ellos tienen que bregar con el frío, el calor, la lluvia y el sol, la digestión, el descanso. En fin, todas las necesidades de una vida normal.
A estas necesidades que compartimos, ellos suman otras necesidades especiales propias de cada uno de esos grupos. No entro en detalles. Por estas otras necesidades que ellos tienen , mi compasión hacia ellos debe incrementarse.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas