Salí de mi casa a tomar un baño de sol, para poder fortalecer mi cuerpo después de ser víctima del COVID-19; hoy caminé hacia el río Yaque del Norte, específicamente por un lugar llamado La Poza de Jarabacoa, espacio donde muchas personas se daban citas y era un lugar de recreación y de escape. El lugar es paradisíaco y nos atrapa con la diversidad ecológica que existe en ese nicho.
En la Poza, el río Yaque del Norte produce un gran torrente de agua cristalina que viene rodando desde la cordillera central, produciendo sonidos en forma de concierto que nos invitan a danzar con la naturaleza que reina en la bella Jarabacoa. Y yo me hago la pregunta, ¿cómo es posible que como dominicanos somos capaces de destruir nuestro legado ecológico?, ¿cómo es posible que contaminamos los espacios que son nuestro?, ¿porqué destruimos la plusvalía que genera nuestro medio ambiente?
Esas preguntas nos deberían llevar a una acción radical, convirtiéndonos en uno de los países más limpio y con menos contaminación; pero aquí solo hablamos de reformas en tiempo de política. De hecho, no sabemos que implica transformar un país, no lo hemos podido hacer.
Como dominicanos tenemos que abrazar el cuidado de nuestro país, por no decir el cuidado del planeta, porque es imposible hablar de cuidar el planeta cuando no tenemos la visión definida de cómo cuidar nuestro entorno más cercano. En mi caso, que ahora estoy presente y frente a una maravilla ecológica, donde puedo ver las aves, el río acariciando las gigantescas piedras, los pinos, las palmas, flores y los rayos del sol que generan colores diversos y placer en nuestro ser artístico. Sin embargo, en una parte de este bello santuario ecológico también podemos observar las manos destructoras de aquellos que coexisten en la ladera del río Yaque del Norte. La contaminación opaca lentamente la obra de Dios, vemos vasos plásticos, botellas plástica y de cristal, ropas lanzadas al río, latas, fundas plásticas y todo tipo de desperdicio que no es propio de la naturaleza.
Yo no entiendo como decimos que amamos a nuestro país, yo no entiendo la pasión y energía que invertimos en defender un equipo de béisbol, defendemos a un partido político hasta la muerte, pero no somos capaces de defender y proteger nuestros ríos, montañas y playas. Llenamos los balnearios, parques y playas de basura y desperdicios. Realmente esto refleja la falta de liderazgo que siempre ha existo en la República Dominicana.
El dominicano debe entender que la práctica tiene más poder que el discurso. El incivismo que nosotros proyectamos es obvio en cada lugar público, la falta de cuidado, la higiene, y tiradera de basura en lugares ecológicos nos delatan y nos dicen que nosotros no amamos a nuestro país. Amar la nación es cuidar los espacios que Dios nos ha prestado. Transformar es convertir algo que ya existe a un estado mucho mejor. Transformar nos toca a nosotros.