¡Te lo dije, Magino!

¡Te lo dije, Magino!

HAMLET HERMANN
Varias veces he escrito opinando que la psiquiatría tiene en el comportamiento de los principales dirigentes del Partido Revolucionario Dominicano un caso de estudio que promete aportar nuevos enfoques a esa ciencia. Sus actitudes son «atípicas» tanto cuando están en el gobierno de la nación como fuera de éste. En esencia, sus comportamientos han reflejado siempre reacciones primitivas, teñidas de falta de lógica y de escasa profundidad en sus objetivos.

Desde tiempos atrás esos personajes se exhibieron como una manada de personas (valga la paradoja) con mentalidades desorganizadas y delirantes. Sobre todo lo último: delirantes.

Para ellos, el problema en este momento de repliegue es el defenderse desarrollando pataletas. Sólo que lo hacen negando haber participado en hechos de los que antes se vanagloriaban. Fácil trabajo tendrían los fiscales si fueran a perseguir en serio a los antiguos funcionarios que provocaron la peor debacle moral y económica de la historia dominicana. Los hombres de leyes apenas tendrían que sentarse a leer, uno por uno, cada periódico que fue publicado en República Dominicana entre los años 2000 y 2004. Encontrarían allí con lujo de detalles las incriminaciones que ellos mismos se infligieron cuando violaban decretos, leyes y hasta la misma Constitución de la República.

¿En qué se les trata de incriminar ahora? ¿De haber arruinado el país con el pésimo manejo de las finanzas públicas y el «negligente» manejo de la crisis de los bancos privados? Vayamos a los archivos y encontraremos a Hipólito, Eligio, Andy. Guido, Malkum, Baret y muchos otros diciendo a boca llena que el país podía seguir endeudándose. Asimismo los encontraremos apoyando la emisión de bonos soberanos para cobrar comisiones y construir aceras y contenes.

¿ Trata alguien de insinuar que las compras de Edenorte y Edesur no fueron otra cosa que un gran fraude en el que salieron beneficiados los principales dirigentes del Proyecto Presidencial Hipólito y sus asesores? Hurguemos en los casetes de las televisoras para que nos demos gusto escuchando los discursos en los que se anticipaba la bonanza de la producción de energía eléctrica y el final de los apagones gracias al negociazo que se hacía comprando a exagerado precio un par de empresas quebradas.

De más estaría recordar cómo se debilitó la estructura de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional «enganchando» a civiles a rangos de oficial superior y disfrazándolos de militares sin tomar siquiera en cuenta la opinión del Secretario de esa cartera. Y así podríamos seguir encontrando en las colecciones de la prensa escrita, de la televisión y de la radio las declaraciones de los ministros de salud, de educación, de obras públicas y de la supervisora de obras del Estado vanagloriándose de tomar medidas que en cortísimo plazo hundirían al país en todos los sentidos.

Ante tanta impropiedad ¿cuál debía ser la actitud de esa gente que ha destrozado nuestro país? Ya que ellos dicen creer en Dios, la aceptación de su responsabilidad sería el primer paso para luego asumir una actitud de humildad. Uno supone que debían reconocer sus errores y maldades luego del rechazo masivo que tuvieron en las elecciones de mayo pasado de 2004.¡Pero que va! Dentro de sus desorganizadas y delirantes mentes siguen manteniendo los falsos sentimientos de grandeza que forjaron para esconder sus inferioridades. Insisten en adjudicar a sus rivales políticos los defectos que sólo ellos mismos tienen. En definitiva, su comportamiento sigue siendo caricaturesco e irracional. Siguen rodeándose de una cada vez más pequeña claque que los rodea y aplaude hasta el punto de que algunos han llegado a creerse que todavía ostentan los cargos en los que se enriquecieron exageradamente. No han notado que la soledad los va cercando gradual, lenta e inexorablemente. En su delirio pasan por alto que los fiscales ya no son los «compañeritos de la base» que responden a Guido o a Hernani. ¡Ah, y no debían olvidar que el actual Procurador General de la República sí es un hombre bien plantado, un verdadero abogado, a quien le desborda la seriedad hasta por los oídos.

Desgraciadamente para ellos, se quedaron sin aliados. Creyeron que los adeptos se conseguían comprando conciencias y olvidaron que la honestidad y la decencia todavía predominan en este país. Hacia donde quiera que miren sólo encontrarán rechazo por su degeneración moral y su depravación política. Y, para colmo, tendrán que escuchar de mucha gente la desagradable frase de: «¡Te lo dije Magino!».

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