Te recordamos… Víctor Jara
“Mi canto es una cadena sin comienzo ni final”

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POR  GRACIELA AZCÁRATE
Era Víctor, aunque le vi delgado y demacrado. ¿Qué te han hecho para consumirte así en una semana? Tenía los ojos abiertos y parecía mirar de frente con intensidad y desafiante, a pesar de una herida en la cabeza y terribles moretones en la mejilla.

Tenía la ropa hecha jirones, los pantalones alrededor de los tobillos, el jersey arrollado bajo las axilas, los calzoncillos azules, harapos alrededor de las caderas, como si hubieran sido cortados por una navaja o una bayoneta… el pecho acribillado y una herida abierta en el abdomen… las manos parecían colgarle de los brazos en extraño ángulo, como si tuviera rotas las muñecas.. pero era Víctor, mi marido, mi amor. En este momento también murió una parte de mí. Sentía que una buena parte de mí moría mientas permanecía allí, inmóvil y callada… incapaz de moverme, de hablar”.

 Eso escribió Joan Jara,  en su libro de memorias:  “Víctor Jara, un canto truncado”.

Su viuda inglesa, en una entrevista en Buenos Aires dijo:  “Ya no lloro”. Desde hace treintaicuatro años está dedicada a preservar su memoria, a través de la Fundación Víctor Jara. Afirmó que no siente odio, pero quiere ver a los criminales encarcelados: “Los tribunales tendrían que juzgar y castigar a los responsables. Sería lo justo: han tenido todos estos años para vivir sus vidas, y no así sus víctimas. Por lo menos, que se los identifique judicialmente”  En julio, inauguró en Buenos Aires una exposición sobre el cantautor, y en Montevideo bautizó una calle con su nombre.

En la Fundación Víctor Jara, se han digitalizado sus manuscritos, cartas, recortes de prensa y fotos. Un sello musical publicará su obra completa y se prepara una versión al mapuche (Víctor Jara tradujo al mapudungun la letra de sus canciones) de toda su obra poética,

Treinta años después de su crimen, la influencia de su obra alcanza a los artistas de la talla de  Joan Manuel Serrat, Mercedes Sosa, Bono, Peter Gabriel, Daniel Viglieti y, “en Chile, sin pudor, hasta cantantes de derecha”.

Prisionero de los militares en el estadio nacional de Santiago, “ murió acribillado de 34 balazos, con su rostro sonriente deformado a culatazos y patadas, al que uno de sus verdugos, un oficial del ejército apodado El Príncipe, le decía sádicamente “ahora vas a tocar concha de tu madre”, mientras rompían sus manos a culatazos”

Su viuda  cree que Jara se ha convertido en un símbolo de las víctimas del dictador Augusto Pinochet, que tiene significado hasta para generaciones que no habían nacido cuando fue asesinado, “por el contraste tan grande que hay entre sus canciones, llenas de amor y esperanza, con mucho amor a las personas, y lo que les pasó a él y a tanta gente”. “Víctor era instinto y talento. Sus canciones surgían de la realidad. Siempre andaba con papelitos, anotando cosas, ensayando horas con la guitarra, probando acordes. No había estudiado música: el folclore de Chile le venía desde adentro, por su madre, que era cantante. Casi siempre nacían simultáneamente texto y música, iba como buscando las dos puntas.”

FUENTES:

Rebelión: Salvador López Arnal: En recuerdo de Víctor Jara.
Manuel Délano:  Joan Turner habla de  Victor Jara
De El País, de Madrid. Especial para Página/12.
Chile. El laboratorio del neoliberalismo 21-02-2007
Por: Mario Casasús La Jornada/El Clarín.

Entrevista a los periodistas chilenos Ligeia Balladares y Guillermo Ravest . «Los servicios de inteligencia cubanos grabaron la conversación entre Pinochet y Carvajal durante el asalto a La Moneda»

Último poema

Escribió un último poema en el Estadio de Santiago, detenido con otros cinco mil presos la mayoría de ellos asesinados en los días siguientes que dice así;

“Un muerto, un golpeado como jamás creí 
Se podría golpear a un ser humano.
Los otros cuatro quisieron quitarse todos los temores
Uno saltando al vacío,
Otro golpeándose la cabeza contra el muro,
Pero todos con la mirada fija de la muerte.
¡Qué espanto causa el rostro del fascismo!”

Lo acribillaron a balazos el 16 de septiembre de 1973, pocos días antes de cumplir cuarentaiún años.

Cuando, días después su esposa lo encontró en la morgue, estaba  identificado como NN: “ningún nombre”

CANCIONES EMBLEMÁTICAS

LA PLEGARIA A UN LABRADOR

Levántate y mira la montaña,
de donde viene el viento, el sol y el agua.
Tú, que manejas el curso de los ríos,
tú, que sembraste el vuelo de tu alma.
Levántate y mírate las manos.
Para crecer estréchala a tu hermano,
juntos iremos unidos en la sangre.
Hoy es el tiempo que puede ser mañana.
Líbranos de aquél que nos domina en la miseria.
Tráenos tu reino de justicia e igualdad.
Sopla como el viento la flor de la quebrada.
Limpia como el fuego el cañón de mi fusil.
Hágase por fin tu voluntad aquí en la tierra.
Danos tu fuerza y tu valor al combatir.
Sopla como el viento la flor de la quebrada.
Limpia como el fuego el cañón de mi fusil.
Levántate y mírate las manos.
Para crecer estréchala a tu hermano,
juntos iremos unidos en la sangre,
ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén. Amén. Amén.

TE RECUERDO AMANDA

Te recuerdo Amanda,
la calle mojada,
corriendo a la fábrica
donde trabajaba Manuel. 

La sonrisa ancha, la lluvia en el pelo,
no importaba nada, ibas a encontrarte con él,
con él, con él, con él, con él.
Son cinco minutos.

La vida es eterna en cinco minutos.
Suena la sirena de vuelta al trabajo,
y tú caminando, lo iluminas todo.
Los cinco minutos te hacen florecer.

Estribillo

La sonrisa ancha, la lluvia en el pelo,
no importaba nada, ibas a encontrarte con él,
con él, con él, con él, con él.
Que partió a la sierra.
Que nunca hizo daño. Que partió a la sierra,
y en cinco minutus quedó destrozado.
Suena la sirena, de vuelta al trabajo.
Muchos no volvieron, tampoco Manuel.

Estribillo.

Una  corta y fecunda vida

Nació el 28 de Septiembre de 1932.

Sus padres eran campesinos, en el sur profundo chileno. Su padre “un inquilino” de la tierra  y su madre una cantora popular recorrieron Chillán Viejo y Lonquén, hasta que en 1944  se radicaron en  Santiago.

Su infancia transcurrió en Lonquén, localidad cercana a la capital y su juventud en Santiago, en la población Nogales.  Nunca tuvo formación musical académica y fue su madre  quien le enseñó a tocar guitarra.

En 1953, a los 21 años, integró el Coro de la Universidad de Chile, participó en el primer montaje de «Carmina Burana» e inició su trabajo de recopilación e investigación folklórica en el terreno en la mejor tradición de su madre y de Violeta Parra a quien conocería tiempo después.

Estudió contabilidad, ingresó al Seminario de la Orden de los Redentores de San Bernardo y cumplió con el servicio militar obligatorio hasta que en 1953  ingresó al coro de la Universidad de Chile, y ese es el punto de partida de su carrera de creador en la  poesía y la música.

Su incursión en la música había sido motivada por la labor de interpretación y recopilación folclórica de su madre, Amanda Martínez.

Entre 1959 y 1961, estudió teatro, actuación y dirección en la Escuela de Teatro de la Universidad de Chile. Durante toda la década de 1960 se consolidó como uno de los mejores directores de la escena chilena, obteniendo numerosos premios y reconocimientos del público y la crítica especializada. Fue, uno de los directores teatrales más importantes de su tiempo.

Su labor en la música popular se inició  desde su participación en el grupo Cuncumén, con el que trabajó entre 1957 y 1962.  Su creación musical rescató la tradición popular y la reivindicación social de “los rotos” y desposeídos del país. En este marco, fue director artístico del conjunto Quilapayún (entre 1966 y 1969), colaboró con el conjunto Inti Illimani y fue número estable de la reconocida Peña de los Parra.

En 1969 obtuvo el triunfo en el Primer Festival de la Nueva Canción Chilena, con su composición “Plegaria a un labrador”, que interpretó acompañado del conjunto Quilapayún.

Uno de sus últimos discos en grabar, Canto por travesura, fue una recopilación de cantos folclóricos donde lo acompañaron destacados cantores populares como Pedro Yáñez y Santos Rubio.

En la obra poética de Víctor Jara, la tradición popular no sólo se manifestó el mundo  rural, sino que también reflejó la vida urbana. El campesino y el proletario, el campo y la ciudad; todo formó parte del trabajo del artista, quien construyó, desde la música, un gran mundo popular chileno.

Desde 1970, asumió un fuerte compromiso político y participó activamente en la campañas electorales de la Unidad Popular y en el gobierno de Salvador Allende.

En 1971 fue nombrado Embajador Cultural del Gobierno de la Unidad Popular, trabajó con el compositor Celso Garrido Lecca en la música para el ballet «Los Siete Estados», de Patricio Bunster, para el Ballet Nacional. Ingresó, junto a Isabel Parra e Inti-Illimani, al Departamento de Comunicaciones de la Universidad Técnica del Estado.

Realizó una gira de recitales y programas de televisión por México, Costa Rica, Colombia, Venezuela, Perú y Argentina. Fue editado, su long play «El Derecho de Vivir en Paz». Obtiene el premio «Laurel de Oro» como el mejor compositor del año.  En los años 1972 y 1973, compone la música de continuidad para Televisión Nacional de Chile.

Durante 1972, investigó y recopiló testimonios en la población «Hermida de La Victoria» temas que  forman parte de su long play «La Población».  Realizó una gira musical por la Unión Soviética y Cuba, fue invitado al Congreso de Música Latinoamericana organizado por «La Casa de las Américas», en La Habana.

Dirigió el homenaje a Pablo Neruda, en el Estadio Nacional, al regreso del poeta a Chile, luego de recibir el Premio Nobel.

Fue invitado por los campesinos de Ranquil para crear una obra musical acerca del lugar.

Se incorporó a los trabajos voluntarios con ocasión de la huelga de los camioneros que buscaban  paralizar al país.

El 11 de Septiembre de 1973, se dirigió a la Universidad Técnica del Estado, su lugar de trabajo, donde cantó en la inauguración de una exposición, desde la cual se dirigiría al país el Presidente Allende.

Esa mañana, el “compañero presidente”, Salvador Allende una de las más grandes y dignas figuras de la historia del socialismo del siglo XX, dijo sus últimas palabras, un legado de decencia para el futuro no sólo para el pueblo chileno sino para la conciencia del mundo.

“Esta será seguramente la última oportunidad en que me dirijo a ustedes… Yo no voy a renunciar… Pagaré con mi vida la lealtad del pueblo…Y les digo que tengo la certeza que la semilla que entregáramos a la conciencia digna de miles y miles de chilenos no puede ser segada definitivamente… No se detienen los procesos sociales ni con el crimen ni con la fuerza. La Historia es nuestra y la hacen los pueblos”.

Los testimonios que sobrevivieron dicen que :“Jara cantó en la Universidad durante casi toda la noche. Quiso elevar la moral de los compañeros que le rodeaban. A la mañana siguiente los tanques entraron en el recinto universitario. Seiscientas personas, entre estudiantes y profesores, fueron obligados a echarse al suelo en un amplio patio de la Universidad. Les golpearon con la culata de los fusiles y dándoles patadas. Desde allí les hicieron correr hasta el Estadio de Chile, a seis manzanas de distancia. Al formar a la puerta del estadio, Jara fue reconocido por un suboficial. Le golpeó en la cabeza, lo derribó, y le pateó el vientre y las costillas. Le separaron de sus compañeros. Lo destinaron a una tribuna especial, junto a los que llamaban “detenidos importantes o peligrosos”. Un oficial, el segundo jefe del estadio, lo reconoció más tarde en un traspiés de Jara. Llamó a los guardias que le acompañan. “¿Qué hace aquí este hijo de puta? No permitan que se mueva de aquí, me lo reservo”. Víctor fue trasladado poco después al sótano del Estadio, un espacio que él conocía por sus actuaciones musicales. Estaba esta vez cubierto de sangre. Le hicieron tumbar en un suelo cubierto de excrementos. Después de cuatro días de torturas, antes de ser golpeado y arrastrado para someterle a la que fue la última sesión de su agonía, un verso, un solo verso de “Venceremos”, el himno de la Unidad Popular, sonó en el estadio”.

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