Tea Party sigue activo en la política de EEUU

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SAN ANTONIO, (AP).-  En la primera campaña presidencial desde el ocaso del Tea Party, ningún contendiente ha sido bautizado como «candidato» del movimiento. Y lo que una vez fue un foco de controversia en la política estadounidense, ahora es blanco de opiniones que lo dan por muerto. Sin embargo, este movimiento no ha perecido. Ha cambiado tal vez, pero todavía está vivo en diversos lugares en todo el país.

En el restaurante Jim’s, en San Antonio, Texas, se reúnen dos veces al mes un grupo de personas para hablar sobre las políticas del gobierno del presidente Barack Obama, sobre cómo ser delegado en convenciones del Partido Republicano y otros temas. A los encuentros asisten militares jubilados, abuelas, empresarios de bienes raíces, empleados de la ciudad, maestros o fotógrafos. «Somos persistentes y mantenemos el ojo en los temas locales», dijo un miembro.

«Nos comunicamos unos con otros y cuando se trata de votar, definitivamente tenemos peso», replica otro. El Tea Party irrumpió en escena cuando un reportero desde la bolsa de valores de Chicago hizo un llamado a protestar por el rumbo que tomaba el país. Luego ocurrieron las marchas del Día del Impuesto, protestas en Washington DC, y un autobús de gira con la imagen de Sarah Palin.

 Todo culminó con las elecciones de 2010, cuando la revolución del Tea Party colocó a nuevos conservadores en gobiernos estatales, legislaturas locales, y por su puesto, el Congreso, en el giro más importante en la Cámara de Representantes en más de 70 años.

 ¿Dónde ha estado el Tea Party desde entonces? Es una pregunta común, especialmente porque muchos ven la campaña presidencial republicana desarrollarse sin su presencia.

 Claro, organizaron un mitin con los aspirantes republicanos en Nueva Hampshire y un debate en CNN. Sin embargo, las famosas agrupaciones Tea Party Express, Tea Party Patriots, FreedomWorks y otros no han puesto sus nombres, al menos hasta ahora, detrás de ningún candidato. Apenas en semanas recientes, consentidos del Tea Party como los senadores Marco Rubio, de Florida, y Mike Lee, de Utah, apoyaron al probable candidato republicano Mitt Romney.

Mientras, algunos grupos locales del movimiento —en Massachusetts, por ejemplo— están divididos en cuanto a las prioridades: ¿dar mayor importancia a los principios económicos o a los temas sociales? Theda Skocpol, profesora en Harvard y autora de «Tea Party y volver a crear el conservadurismo republicano», encontró que había unos 1.000 grupos formados en 2009-2010.

 Hoy calcula que hay unos 600. «No están saliendo a las calles a manifestarse, se están reuniendo. Están estudiando minuciosamente los historiales legislativos de los republicanos que eligieron.

 Están contactando a congresistas y siguen presionando. Siguen los debates y van a ir a votar». «Son decididos, y no se han alejado», indicó Skocpol. Evaluar el éxito o influencia del Tea Party por el número de apoyos, constituyentes, dólares e incluso triunfos o derrotas en las encuestas, es ignorar el poder del movimiento, agrega la especialista. Esto parte de un error básico de lo que fue y es el Tea Party.

 Para empezar, nunca fue un partido, en el sentido de una tercera organización política, aunque en algún punto algunos integrantes coquetearan con la idea y los ajenos lo trataran como tal. Se trata de una ideología y un estilo de política cuyo objetivo es «alejar al Partido Republicano de la posibilidad de comprometerse con demócratas y moverse más hacia la derecha dura», explicó Skocpol.

«Y han tenido éxito». Elizabeth Price Foley, maestra de leyes y autora de «Tea Party: Tres principios», lo considera la «nueva base republicana». Esto hace que mucha gente «los minimice y vea como marionetas de ricos conservadores.

 Sobre todo, el Tea Party es quien mueve la montaña, y esa montaña es el Partido Republicano». Esto quedó en evidencia en el debate legislativo del año pasado, cuando partidarios del Tea Party en la Cámara de Representantes obligaron al presidente de la misma, el republicano John Boehner, a posponer una votación para aumentar el techo de la deuda gubernamental, llevando al gobierno al borde del cese de pagos.

Hoy, los activistas trabajan duro para promover una ideología conservadora en todos los niveles de gobierno, sobre todo en republicanos que, desde su punto de vista, no son tan conservadores.

 También hay evidencia en la campaña de Romney, quien está difundiendo algunas posturas amigables con el Tea Party, como hablar de las virtudes de la Constitución o acusar a Obama de buscar «transformar fundamentalmente» al país y convertirlo en una sociedad «al estilo europeo», con «pesadas regulaciones» que amplíen la participación del gobierno.

Para entender mejor la evolución del movimiento, sólo hay que seguir las travesías de su gente. En marzo de 2010, la jubilada Hildy Angius condujo desde Arizona hasta un gran mitin en Nevada que algunos llamaron el Woodstock de la derecha. Ahora es vicepresidenta del Partido Republicano en el condado Mohave y candidata a supervisora local.

«El Tea Party fue una idea de gente como yo, que venía de ningún lado, que pudo involucrarse… y donde realmente puedes hacer una diferencia». «Nos presentamos en las reuniones de las autoridades de la ciudad y el condado; organizamos grupos vecinales para asistir a las sesiones de la alcaldía», dice George Rodriguez, presidente del Tea Party en San Antonio. «En estas reuniones sacamos temas para saber cómo están utilizando nuestro dinero».

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