Imaginen un mundo donde gracias a un chip implantado en el cerebro pudiéramos conectarnos a internet y comunicarnos a voluntad con nuestros contactos de Facebook, usando sólo nuestros pensamientos.
La telepatía sintética o «teclepatía», es decir, la comunicación mente a mente usando tecnología, es un tema de creciente interés, sobre todo ahora que contamos con tecnologías que nos permiten «leer» el pensamiento con mayor o menor precisión.
Y aunque no existe todavía ningún sistema de comunicación telepática que funcione, hay científicos que defienden a ultranza que en un futuro este tipo de vínculo será tan usual como el que mantenemos hoy a través de celulares.
Leyendo pensamientos. Hace apenas unas semanas, les contábamos la historia de Scott Routley, el canadiense en estado vegetativo que, tras más de una década en silencio, se comunicó a través de sus pensamientos.
Este experimento es un ejemplo más de cómo escáneres y sensores nos permiten analizar el flujo de sangre a través del cerebro o detectan los impulsos eléctricos de nuestras neuronas para determinar patrones vinculados a palabras, acciones o ideas concretas.
Actualmente existen dos formas de hacer esto: colocando una serie de sensores en la parte externa de la cabeza o abriendo el cráneo del sujeto e implantarle un chip en su corteza cerebral. Este último es un método extremadamente invasivo, pero hasta ahora es el que permite obtener resultados con mayor precisión.
Kevin Warwick, profesor de cibernética de la Universidad de Reading en Reino Unido, se convirtió en 2002 en una de las primeras personas en probar un chip telepático.
Warwick permitió que se lo implantaran en la cabeza y en 2004 lo usó para establecer una comunicación telepática con su esposa, Irina, a la que también le colocaron electrodos.
Con sus respectivos sensores, vincularon sus sistemas nerviosos a internet, y a través e este medio Irina movió su mano tres veces y Warwick pudo percibirlo desde la distancia.
«Lo que hemos hecho hasta ahora es enviar señales de sistema nervioso a sistema nervioso; lo próximo será de cerebro a cerebro», le explica Warwick a BBC Mundo.
«Ahora mismo tenemos la tecnología para hacerlo, para intentar el primer experimento, que probablemente será una forma rudimentaria y telegráfica de comunicación».
Esta comunicación, destaca, «no sería muy diferente a meter un teléfono en la cabeza en lugar de sostenerlo con la mano».
«Sería una comunicación visual, por emociones, por ideas».
Retos de la teclepatía. Sin embargo, no todos los expertos en el campo son tan optimistas como Warwick. En realidad, la telepatía sintética enfrenta enormes obstáculos.
«Una dificultad muy grande es conseguir la resolución necesaria para identificar lo que la persona está pensando», apunta Javier Mínguez, del departamento de robótica de la Universidad de Zaragoza y jefe de tecnología de la empresa BritBrain, dedicada al desarrollo de interfaces humano-computadora.
A pesar de las dificultades, indica, este primer paso no sería del todo imposible.
Los seres humanos apenas utilizamos 1.500 palabras para mantener una comunicación medianamente avanzada. Por lo que el sistema, afirma, «quizás no abordaría todo el vocabuliario humano, pero sí un subconjunto en él, para saber lo que la persona quiere».
«El segundo paso sería cómo transmitir esta información entre humanos, si por vía inhalámbrica o móvil».
«Pero el mayor reto de todos es cómo introducir esa información en las personas», apunta. «Si quieres introducir información en el cerebro necesitas usar lo que ya existe, cualquier vía sensorial».
Hasta el momento, esto último sólo se ha logrado en un grado muy primitivo, transmitiendo sensaciones en lugar de ideas.
En 2011, la revista científica Nature hizo eco de la hazaña del equipo liderado por el profesor Miguel Nicolelis, en la Duke University de Estados Unidos, quien logró llevar a cabo la primera interacción bidireccional entre el cerebro de un primate y un cuerpo virtual.
Los científicos insertaron electrodos en la corteza cerebral y en el sistema somatosensorial de dos monos, con los que los primates pudieron percibir sensaciones táctiles y distinguir texturas en objetos virtuales.
Riesgos. Superados todos estos obstáculos, quedaría enfrentar todos los dilemas éticos de un sistema de comunicación telepática.
En primer lugar, pocos son los que estarían dispuestos a que les implantaran un chip en el cerebro, dispositivo que por otra parte puede acarrear problemas de biocompatibilidad.
Además, si los datos se transmiten a través de un medio como internet, nuestros pensamientos también podrían ser fácilmente interceptados.
Y en el peor de los casos podrían introducirse pensamientos en nuestro cerebro. ¿Cuán susceptibles seríamos de ser víctimas de un control mental?
Eso sin mencionar si estaríamos realmente interesados en que los demás conozcan nuestros pensamientos.
No obstante, los expertos aseguran que todavía falta mucho para que tengamos que plantearnos el asunto.
Mientras tanto, personas como Scott Routley pueden beneficiarse mucho de lo que surge a lo largo del camino.