Telecable e Internet

Telecable e Internet

No tener trabajo durante varios días es un suceso extraordinario, digno de celebrarse con tambores y cornetas. De lunes a viernes, todos trabajamos, con horarios rigurosos y congestión del tránsito de vehículos; los periodistas, trabajan también sábados y domingos. Ahora gozaron de una pausa: no hubo periódicos el Viernes Santo, ni el sábado, ni el domingo. Tuve la suerte al pasar los días de la Semana Mayor en una hermosa playa, donde no teníamos “Internet”, ni televisión por cable. Lejos de sentirme “aislado” o incomunicado, tuve la impresión de estar “en libertad”, acompañado solamente por mi esposa, hijas y nietos, sin intromisiones del “espacio exterior”, como dirían los entendidos en platillos voladores.
El ruido incesante del mar nos parece la trabajosa respiración del explotado planeta tierra; tal vez un latido cósmico que nos ayuda a recordar ciertas cuestiones fundamentales. Mirar el cielo echado en una tumbona es una “actividad” de la cual hemos llegado a avergonzarnos, como si el ocio fuese pecaminoso. La moral del trabajo puede convertirse en una doctrina terrible, que se resista a abandonarnos durante los días feriados. Quizás los economistas hayan contribuido a que nos sintamos mal “si no hacemos nada” durante más de un día. Sin embargo, la culpa se atribuye casi siempre a los predicadores de la Iglesia Reformada.
David Ricardo escribió, a comienzos del siglo XIX, acerca de la “ley de hierro del salario”. Después se le llamó ley de bronce. El salario tiende a bajar, sea por la competencia de los inmigrantes indocumentados o por efecto de la inflación monetaria. Las mercancías de que hablaba Carlos Marx en el primer tomo de “El Capital”, se venden cada vez más caras; a pesar de que lo único que produce valor es el trabajo, según la visión del profeta de Treveris.
Thorstein Veblen introdujo la expresión “consumo ostensible”, en su famoso libro “Teoría de la clase ociosa”. El ocio ostensible fue sustituido por el consumo ostensible…… en la civilización capitalista. Nos da trabajo conseguir mercancías. El suministro continuo de mercancías comestibles exige que “espantemos” el ocio. Por eso, orientar el ombligo desde una tumbona hacia alguna constelación desconocida, en playas de coral, es un placer que pocas veces podemos concedernos.

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