TELESCOPIO

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El fantasma del Watergate. El 8 de agosto de 1974 renunció el presidente número 37 de EEUU, Richard Nixon. Su dimisión fue el desenlace del escándalo Watergate que inició el 17 de junio de 1972 tras ser detenidos cinco hombres vestidos de fontaneros en la sede central del Partido Demócrata en el edificio de oficinas Watergate en Washington. Los “fontaneros” eran miembros de la CIA y habían extraídos documentos y colocado micrófonos. Los periodistas Carl Bernstein y Bob Woodward, del Washington Post, informado  desde el interior del FBI, desenredaron la madeja que  involucró hombres cercanos al presidente, quien, poco a poco, quedó acorralado, y fue considerado por un Gran Jurado federal  en marzo de 1974 copartícipe de obstruir las investigaciones. Y Nixon,  tras una lenta agonía, dimitió.

El turno de AP. Ahora el fantasma del  Watergate ha sido evocado  por legisladores y editorialistas. Esta semana, la agencia de noticia estadounidense Associated Press (AP) denunció que el Departamento de Justicia interceptó  las comunicaciones de un número de periodistas, hecho condenado por varias entidades. Según AP las intercepciones incluyen llamadas de sus oficinas en Nueva York, Washington y Hartford en Connecticut, y desde su número en la sala de prensa de la Cámara de Representantes. ¿Las razones? El  fiscal general Eric Holder justificó las intervenciones alegando que han “salvado vidas”, ya que  AP  reveló una acción de la CIA para abortar un plan terrorista en Yemen.

Más para Obama. Obama, que en sus logros blande  el rescate de Wall Street, algo en seguridad social, y  la cabeza de Osama bin Laden, cojea en puntos, y sectores les enrostran  algunas bajas: no ha podido con Guantánamo, la reforma migratoria está en veremos, tiene el problema del control de las armas de fuego, y enfrenta una austeridad obligada por la falta de un acuerdo con el  Congreso. Y como si fuera un especial de supermercado, ahora se suma el  caso de Bengasi donde murió un diplomático, el lío de  la Oficina de Impuestos y su cerco contra conservadores del Tea Party, y sobre todo, el espionaje a AP, que recuerda el Watergate. Son vallas incómodas de saltar. Y Obama no es Félix Sánchez ni chivo liniero, diría papá.

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