– La renuncia del presidente de Bolivia, Evo Morales, ha sido la noticia de la semana. Morales, con 13 años y 9 meses en el poder tras tres reelecciones, buscaba un cuarto mandato, frente al expresidente Carlos Mesa. Las elecciones se realizaron el domingo 20 de octubre, y esa misma noche las autoridades electorales con más del 83% de las actas computadas daban a Morales el 45% de los votos y 38% a Mesa. Se deducía que habría segunda vuelta, pues en Bolivia se gana con el 50% más un voto o cuando el porcentaje de un candidato supera a su competidor con un 10%.
Y vino el apagón.- Pero como en los tiempos de Balaguer en República Dominicana, ese domingo se paralizó el conteo. Cuando el lunes 21 se retomó la transmisión, Morales ya casi superaba a Mesa con un 10% y comenzaron las quejas. Pese a faltar pocas actas por escrutar, el conteo se volvió un “suero de miel de abeja”. El martes 22 renunció el vice del Tribunal Electoral, Antonio Costa, por “desacuerdos” con el conteo. El miércoles 23, bajo un ambiente caldeado, con el 97% de los votos escrutados, Morales tenía 46.49% y Mesa 37.01%. A decimales para el 10%.
Evo no debió terminar así.- El miércoles 23 la OEA informó de regularidades y pidió una segunda vuelta, pero el viernes 25 el Tribunal declaró a Morales ganador y estalló la furia. Tras más de dos semanas de protestas, motines en cuarteles y perder el apoyo de los militares, Morales renunció y se asiló en México. Es lamentable que Evo, quien llegó al poder en 2006 y le dio un gran empuje económico y social a su país terminara así. Analistas coinciden que el exlíder cocalero debió acoger el mensaje de la consulta del 21 de febrero de 2016 cuando la mayoría rechazó su reelección. Pero fue habilitado por Tribunal Constitucional. Y ahora, ganara o no, el cese del conteo y otras irregularidades generaron dudas sobre su actuación.