Telescopio

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Destruir y quemar libros.-  La quema y destrucción de libros es una práctica muy antigua, y  estudiosos la vinculan a fanatismo político y religioso. En los registros de la historia se tiene al emperador de China, Chi-Huang Ti, del año 213 antes de Cristo, como uno de los pioneros en destruir o quemar libros. Cuentan  cronistas que Huang Ti estalló en furia un día y  ordenó  eliminar todo texto que no versara sobre agricultura, medicina o adivinación. En 292 el emperador romano Diocleciano hizo una gran hoguera con los libros de alquimia de Alejandría.  Luego la tea caería en manos de Anastasio, el obispo rebelde,  quien en el año 367  emitió una carta exigiendo la quema de miles de libros.  Alejandría volvería a sufrir cuando en el 642 fue tomada por los árabes y  obras de Hesíodo y Platón, junto a otros miles de volúmenes del saber, fueron usados como combustible  por unos seis meses en la ciudad. Florencia tuvo sus fuegos artificiales cuando el religioso dominico Girolamo Savonarola organizó la “hoguera de las vanidades”. Aquí se destruyeron textos de gran valor artístico. A comienzos del siglo XVI ardieron miles de escritos árabes en la Península Ibérica. Alemania nazi iluminó los cielos de Bonn, Frankfurt, Bremen y Hannover en los años ‘30 con montañas de libros hechos cenizas. En Chile, tras el golpe de  Pinochet contra  Allende el 11 de septiembre de 1973  se hicieron grandes quemas de libros. Aún más reciente, en 1992, la Biblioteca Nacional de Bosnia, en Sarajevo, fue bombardeada por orden del general serbio Ratko Mladic. Y para coronar, en septiembre pasado, el Pentágono compró 10,000 ejemplares de las memorias del coronel Anthony Shaffer para destruirlos. El texto de Shaffer “Operation Dark Heart” narra operaciones secretas de EEUU en Afganistán, lo que lo hace un  “libro peligroso”. El homo sapiens ha evolucionado poco.

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