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Corrupción se lleva seis ministros de  Rousseff.-  Portando escobas verdiamarillas los brasileños se  han lanzado a las calles en las últimas semanas pidiendo al gobierno “barrer” con la corrupción, lacra que ha obligado a renunciar seis funcionarios del gobierno de Dilma Rousseff. La última cabeza en rodar fue la del ministro de Trabajo, Carlos Lupi, el pasado domingo. Las denuncias contra Lupi comenzaron a “sonar” a inicios de mes en la revista Veja, y vinculaban un importante asesor del ministro con sobornos a organizaciones  que suscribieron contratos con esa cartera. Luego Lupi fue acusado de haber viajado en 2009 en un avión alquilado por una organización favorecida por contratos. Más tarde el diario Folha de Sao Paulo señaló que el exministro autorizó la creación de siete sindicatos en el estado de Amapá, al norte del país, para “representar a sectores de la industria que no existen”. Y el mismo Folha remató cuando denunció que el “famoso” Lupi recibió sueldos como asesor “fantasma”, aquí diríamos “botella”, en la Cámara de Diputados entre 2000 y 2006.

Los “barridos”.-  Lupi renunció el domingo, y con él suman seis los ministros que pierde Rousseff por  corrupción desde su ascenso  en enero. El primero  en  caer fue Antonio Palocci, del Ministerio de la Presidencia y fundador del PT. Palocci, quien renunció el 7 de junio, fue cercado por un escándalo de corrupción tras conocerse que su patrimonio creció 20 veces en  cuatro años. Luego le tocaría a Alfredo Nascimiento, de Transportes, que dimitió el 6 de junio. Nacimiento fue asociado a fraudes en licitaciones de su ministerio. Más tarde cayó el número dos de Turismo, Frederico Silva da Costa, quien fue  acusado de mal manejo de fondos  públicos. En agosto, rodó la cabeza del ministro de Agricultura Wagner Rossi, luego que la prensa se hizo eco de una “larga cola” de denuncias. El 26 de octubre entregaría su carta de renuncia el ministro de Deporte, Orlando Silva, acusado de desviar fondos. Y pese estas “bajas”, Rousseff goza de una gran popularidad. En RD la expresión “renuncio” no es muy “sonora” en la esfera del poder.

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