Callada, sin ruidos, la Organización de Estados Americanos (OEA) estrena desde el martes pasado un nuevo secretario general. El excanciller de Uruguay, Luis Almagro, uno de los pupilos favoritos del expresidente uruguayo José “Pepe” Mujica, ha reemplazado al chileno José Miguel Insulza, quien tenía las riendas de la entidad desde 2005. Almagro, quizás poco sonoro por el Caribe y República Dominicana, ha sabido moverse en aguas internacionales desde muchos años. A sus 25 años fue un representante de la Unesco. Luego secretario en la embajada de su país en Irán en 1991. Embajador de China desde 2006 hasta que Mujica lo nombró canciller en 2010. Domina el español, inglés, francés, mandarín y alemán. Ahora probará suerte a la cabeza de la OEA.
Los retos del uruguayo.- La elección de Almagro se hizo el 18 de marzo con el apoyo de 33 países, sin votos en contra y una rara y silenciosa abstención. Entre sus retos figura la crisis de Venezuela, en donde gobierno y oposición no han podido instalar una verdadera mesa de diálogo y la situación ha dejado muertes y arrestos. Otro punto es Cuba, a quien la OEA a pesar de reabrirle las puertas en 2009, ya que fue suspendida en 1962, y participar en la reciente cumbre de las Américas en Panamá, sigue distante de la organización. También fortalecer la Comisión (CIDH) y Corte Interamericana de Derechos y Humanos (CorteIDH), que velan por la institucionalidad y la justicia.
Revivir entidad.- Almagro tiene en agenda crear un fondo de contingencia para desastres naturales, sobre todo en el Caribe y Centroamérica, ruta de tormentas y huracanes cada año. Coordinar políticas con otros organismos regionales, hacer una red panamericana de educación, priorizar el tema migratorio, y lanzar una “iniciativa” para fortalecer la seguridad ciudadana. ¡Revivir la OEA! Y es que la llegada de Almagro coincide con quejas de líderes que califican la organización de inoperante, y ven en la Unión de Naciones del Sur (Unasur) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) las posibles sepultureras de la OEA, que frente algunos conflictos, luce fría y pálida como un cadáver.