Temas inéditos en la novela criolla

<p>Temas inéditos en la novela criolla</p>

MANUEL MORA SERRANO
He oído a algunos narradores decir que no quedan temas sin trillar en la novelística nacional. Nos parece que es carencia de imaginación. Lo que ha faltado es que los nativos de ciertos lugares específicos hagan investigaciones precisas, con dedicación y profundidad. No es que no se hayan escrito algunas narraciones sobre determinados temas, es que no se han agotado las posibilidades de enfocarlas con el instrumental lingüístico necesario y con la destreza poética adecuada para la creación de personajes entrañables.

Aunque se escriba sobre el pasado, el tema no es lo decisivo, sino el lenguaje empleado que corresponde, quiera o no el escritor, a alguien actual, porque nadie escapa a su tiempo.

Por ejemplo, asombra saber que los novelistas dominicanos ya escribamos para adultos o para infantes, hemos fracasado estrepitosamente en la creación de personajes que saliendo de las páginas de nuestras obras se hayan mudado a vivir en la imaginación popular.

No aspiramos a un personaje como Don Quijote, o las galerías de García Márquez y Juan Rulfo, o una Cecilia Valdez, sino a algunos como los de la poesía, si pensamos en Yelidá, en Magino Quezada, el capitán Pancho Alegría, por ejemplo.

En cuanto a la producción infantil no tenemos ni siquiera al Pepito de los cuentos colorados, no vamos a pensar en Pinocho, Pulgarcito, Caperucita Roja, Blanca Nieves y Cenicienta que ya son universales y ese hecho, en vez de ser motivo de pesimismo, debería alentar y acicatear a los que ahora escribimos.

¿Dónde están los guerrilleros heroicos y los gavilleros famosos? En algunas décimas y en algunos merengues, pero no están en la novela dominicana plenamente retratados ni siquiera los paradigmas como Desiderio Arias, Demetrio Rodríguez, Federico Bermúdez.

Tenemos temas que nunca se han tratado como los del cabotaje local. Aunque hubo las travesías por las islas caribeñas que me parece novelesco si pensamos en los grandes exiliados, entre los que están Duarte y Luperón, pero aún más, es la historia o las historias donde aparecería el Capitán Pancho Alegría, en los balandros y barcos que iban de puerto en puerto alrededor de nuestra isla, porque llegaban a Puerto Príncipe y otros a Cuba, como los de Puerto Plata.

Nos referimos a la época cuando no teníamos carreteras y se viajaba a caballo, a lomo de mulos claro está. Entonces los del Sur venían por la mar desde Barahona, Azua y Baní; en la banda del Este desde Sabana de la Mar, Miches, Yuma, La Romana y San Pedro de Macorís; por el Norte desde Samaná, Sánchez, Matancitas, Cabrera y toda la zona hasta Puerto Plata y Montecristi están llenas de historias que han ido pasando de generación en generación y es posible que actualmente algunos de los que escriben en esas regiones encuentre testigos vivos o testimonios escritos en los cuales inspirarse.

Vamos a poner un ejemplo clásico, cuando Papito Rivera publicaba sus relatos campesinos nos mostraba al Alcalde Pedáneo como una personalidad recia y emblemática de nuestros campos. Al día de hoy no hay uno solo de estos legendarios ciudadanos que viva en la imaginación popular de la narrativa criolla.

La novela es la historia de los hombres comunes y si no aparecen destacadas esas figuras que significan, con sus luces y sus sombras, la moral ciudadana y el deber cumplido, es muy difícil que en el futuro encontremos a los que quieran imitarlos.

Tanto el cine como el teatro, la narrativa y hasta las baladas y bachatas, exaltan al marginal contra la ley y las buenas costumbres y a veces hacen de ellos héroes populares, como sucedió con los piratas y ciertos bandoleros famosos como los personajes del Padrino. Regla cierta es que en todas las culturas surgen generaciones que imitan lo peor.

Don Quijote y todo lo que él significa, han muerto. Para resucitarlos basta que exaltemos lo bueno y lo mejor en contraluz. Temas no faltan, escasean escritores que investiguen y sepan el oficio de novelar.

Recordemos con Bécquer, que no por falta de motivos enmudeció la lira, podrá no haber buenas novelas, pero siempre deberían existir buenos personajes. Ha llegado el momento de esculpir. Ha llegado la hora de dejar la caricatura y la acuarela y de fajarnos en la narrativa a tallar las estatuas permanentes de la dominicanidad.

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