Tengo meses repitiendo, casi hasta el cansancio, que las actuaciones del Presidente de la Junta Central Electoral predisponen a temer que en la Junta Central Electoral se cuece un suculento fraude contra la democracia dominicana.  Tengo la corazonada de que el objetivo inmediato es darle el triunfo al Partido de la Liberación Dominicana burlando la voluntad de la mayoría del pueblo y sin poner mientes en los riesgos y peligros que ese agravio podría conllevar.

 Estoy plenamente consciente de que frente a este recelo se alzarán algunas voces del Partido de la Liberación Dominicana y de uno que otro de sus aliados, juzgándolo como expresión de derrotismo y denuncia temeraria.

Pues no, estoy más que convencido que el candidato del Partido Revolucionario Dominicano goza del favor popular en una proporción que decreta de manera incontestable la derrota del candidato del Partido de la Liberación Dominicana. Y es que al voto tradicional del Partido Revolucionario Dominicano y a los que suma su candidato, se agrega el evidente y cotidiano rechazo de una gran parte del pueblo frente a las perversidades del gobierno que patrocina la candidatura de uno de sus íntimos.   Gobierno el  más corrupto de toda la historia nacional, el más despilfarrador de los dineros del pueblo; violador impenitente del equilibrio democrático; peligroso monopolizador de las instituciones constitucionales; gavilla desvalorizadora  de la moral ciudadana.

 Tan necesitado está de votos el candidato del gobierno que el Presidente de la República, violentando principios fundamentales de una moral democrática, se ha lanzado a una desenfrenada campaña electoral haciendo uso ilegítimo de los recursos del erario para beneficio de sus intereses políticos; prometiendo villas y castillas sin ser candidato y haciendo apresuradas  y discutibles inauguraciones.

El frenesí electorero del Presidente de la República desvela el temor de que a él y a los suyos se les pueda sacar cuentas. De allí que frente a unas aritméticas que niegan un triunfo transparente, asoma, como recurso ominoso, la posibilidad del fraude.

 Se me podría preguntar cuales razones me hacen pensar en la perspectiva de esa posible eventualidad.  Veamos.

El Presidente de la Junta Central Electoral es miembro del Comité Ejecutivo del Partido de la Liberación Dominicana; el Presidente de la Junta Central Electoral siendo Presidente de la Cámara Administrativa de la Junta Central Electoral percibía sumas millonarias de instituciones del gobierno de Leonel Fernández  por “trabajos” profesionales en su condición de abogado; el Presidente de la Junta Central Electoral fue electo como tal por el Partido de la Liberación Dominicana; el Presidente de la Junta Central Electoral maniobró de manera interesada para que el Señor Miguel Angel García, Director del Centro de Cómputos de la Junta Central Electoral, renunciara a su posición para imponer en ella a una persona de su entera confianza; el Presidente de la Junta Central Electoral hizo caso omiso de las protestas de instituciones de la sociedad civil, sectores religiosos y partidos políticos, empeñado en lograr la marginación del primero y la imposición del segundo; el Presidente de la Junta Central Electoral ha hecho propuestas contradictorias en torno a la tramitación de las actas de votación, concluyendo con la preocupante resolución de someter esos documentos a “un protocolo” que hace pensar en “una selección” conducente a un determinado resultado “ al vapor”; el Presidente de la Junta Central Electoral hace hasta lo imposible para evitar que una institución seria y creíble como Participación Ciudadana sea testigo  a plenitud de la conducción del proceso electoral.

 Si se quisieran más pruebas para reforzar toda esta justificada suspicacia no sería difícil obtenerlas, pero creo que las ya señaladas bastan para colegir  que entre el Señor Roberto Rosario y un Presidente de la Junta Central Electoral fiable e imparcial  existe una diferencia abismal.

 Pongo punto final a estas palabras asociando el “protocolo” del Presidente de la Junta Central Electoral con las últimas expresiones del Presidente de la República pronosticando el triunfo del continuismo en la primera vuelta.