Tras una simulación a mínima escala el pasado sábado de la forma en que el 18 de febrero, día de las elecciones municipales, será utilizado el sistema informático, la Junta Central Electoral dispone de un inventario de detalles que convoca a revisiones y perfeccionamientos; aun cuando el balance general que ofrecerá más adelante resulte satisfactorio, lo mismo que su manejo del proceso merecedor de un voto de confianza. Con las urnas estará en acción una conjunción colosal y a nivel nacional de recursos humanos y tecnológicos sobre los cuales debe lograrse que las fallas, de ocurrir, no sean consecuencia de insalvables imperfecciones e insuficiencias de equipos solo detectables sometiéndolos a la presión de usos como ocurrió el pasado fin de semana. Ocasión para que la JCE lograra también una idea aproximada sobre la capacidad por muestreo del personal de colegios electorales para cumplir a cabalidad sus tareas tras los correspondientes entrenamientos, generalmente sucintos y apresurados.
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Deberá trabajarse en optimizar la conectividad para transmitir resultados desde zonas rurales a juntas municipales y para que no haya tropiezos de último momento con los conteos manuales para lo cual habría que tomar medidas adicionales en las siguientes semanas. Procúrese que los escáneres funcionen al ciento por ciento, lo que en realidad no se logró en una parte del simulacro. Y habría que emplearse a fondo para superar la falta de rapidez en digitalizaciones y transmisión de datos.