El transcurrir del tiempo nos ha confirmado cuán cierta es la clásica expresión: “la información es poder”, sin embargo nos ha dejado la vívida sensación de que también “es dolor”; sí, lo es en la medida en que ese conocimiento revela tendencias globales, regionales, nacionales y hasta locales con orientación en los distintos niveles de indicadores realmente preocupante y distante del estado de cosas ideal para la plena satisfacción humana.

Conocer esas tendencias, aunque provoque “dolor”, nos permite como civilización ejercer sobre ellas el “poder” para cambiar el rumbo de las mismas. Tal es el evidente caso del calentamiento global, el deshile de glaciares, la desprogramación del reloj climático del planeta, entre otras modificaciones medioambientales hechas por nuestra especie al gran hábitat heredado.

La información disponible sobre el cambio climático ha permitido establecer tendencias poco halagüeñas para todo el planeta, pues incluyen desaparición de islas, pérdida de grandes superficies terrestres, extinción de ciertas especies, modificación en los hábitos de algunos seres vivos, etc. Ahora bien, esa data no sería más que “dolor” si el liderazgo global no actuara en función de la misma, de ahí los ingentes esfuerzos realizados por los actores correspondientes para redireccionar el rumbo que las variables medioambientales marcan para nuestro mundo.

En el plano regional hay tendencias que ya no pueden esperar para ser modificadas, tal es el caso de la penetración del narcotráfico y el crimen organizado en las estructuras sociales de nuestros países, logrando hasta la tutela de sectores dominantes para obrar a sus anchas, alcanzando sus propósitos a expensas de la miseria de la gente.

Muchas son los áreas que en el escenario nacional exhiben tendencias, que si bien es cierto son productos de la incapacidad política, no es menos cierto que se debe cambiar la orientación de las mismas sin más demora. Entre éstas debemos señalar la creciente dependencia energética de la nación.