Al igual a como ocurriera en las demás naciones de la América Española y de la región del Caribe, en la República Dominicana las décadas de los años sesenta y setenta del siglo 20 fueron testigos de un gran debate que dio lugar a un profundo intento de reforma universitaria. En términos más amplios, podemos decir que las décadas a las cuales nos referimos marcaron el paso de una enseñanza superior elitista a una enseñanza superior de masas. Los informes generales de esa época, permiten señalar, algunas que otras tendencias: El crecimiento de la matrícula en la educación superior; la necesidad imperiosa de continuar desarrollando esfuerzos cuantitativos y cualitativos en la modernización de la oferta curricular; el incremento, con mayor responsabilidad y pertinencia, del modelo nacional de desarrollo, de los programas de investigación y de extensión; la incentivación de la educación permanente con el uso de diversas modalidades educativas; el impacto del decrecimiento demográficos en la cobertura de la matrícula de la educación superior; la tendencia creciente en dicho periodo en la matrícula de la educación superior por sectores públicos y privados, sexo, nivel y categoría; variaciones importantes en la matrícula de la educación superior, en las carreras más pobladas; variación positiva en el crecimiento de las carreras de ingeniería y en el uso de materiales tecnológicos; un ligero rejuvenecimiento de la matrícula observada en la distribución por edades; y el crecimiento del estudiantado extranjero; entre otras. También, que el seguimiento y la evaluación de planes y proyectos de reformas de la educación superior han tenido y tienen una amplia trayectoria en la República Dominicana.
Cincuenta años después, la educación superior está nuevamente en discusión aquí y en muchos otros lugares del mundo. Pero, mientras en la década de los sesenta nadie dudaba de papel clave de la educación superior en los esfuerzos conducente al desarrollo, y hasta se le atribuía el rol de motor principal del adelanto y la transformación social, el debate actual se caracterizaba por la existencia de toda una escuela del pensamiento, sustentada incluso por algunos organismos internacionales de financiamiento, que ponen en tela de juicio la eficacia de la educación superior publica, cuestionan su rendimiento económico y social y la prioridad de las inversiones destinadas a ella. Quiere esto decir, que el debate contemporáneo sobre la educación superior es más complejo que el que tuvo lugar cincuenta años atrás, desde luego que lo que está ahora en juego es la confianza misma de la sociedad en la educación superior pública, como uno de los medios privilegiados con que cuenta un país para promover su desarrollo y fortalecer su identidad nacional y autodeterminación. El debate actual sobre la educación superior se centra en la contribución que esta puede hacer a la modernidad, plasmada en un proyecto de sociedad comprometida con un desarrollo humano sustentable.
La modernidad para nosotros estriba en construir, desde nuestra propia identidad cultural, un modelo endógeno de desarrollo humano sustentable, que no excluya la apertura de la economía y la búsqueda de una inserción favorable en el actual contexto internacional.
¿Cuáles son los temas dominantes en el debate nacional e internacional sobre la educación superior?
En el mes de enero del año 1996, un grupo asesor en educación superior del Director de la UNESCO, integrado por especialistas de todas las regiones del mundo, identificó como los grandes temas del debate contemporáneo sobre la educación superior, entre otros, los siguientes: la educación superior y sus objetivos en el umbral del siglo 21; el papel de las ciencias sociales en la problemática mundial como forma y manera de asegurar la democratización y al mismo tiempo promover la calidad de la educación de la educación superior; y la integración entre docencia e investigación.