¿Tendremos otro PRSC y otro PRD?

¿Tendremos otro PRSC y otro PRD?

BIENVENIDO ALVAREZ-VEGA
El reformismo y el perredeismo no han podido sobrevivir indemnes a la ausencia de sus liderazgos máximos. Ambas organizaciones políticas, de un protagonismo singular en la vida dominicana post Trujillo, están «enchivadas» en profundas crisis ideológicas y organizativas. La división las carcome, el personalismo las desgasta y la ausencia de figuras de relieve hace pensar en un futuro incierto para ambas.

En el caso del reformismo, la crisis post Joaquín Balaguer no debe sorprendernos. Este ejerció un liderazgo extraordinario sobre esa organización, pero fue un liderazgo excesivamente personalista, hasta el punto que muy bien podía decir «El partido soy yo.» La estructura organizativa del Partido Reformista, primero, y del Partido Reformista Social Cristiano, después, la manejó sin formalidad alguna, sin participación de los miembros de la base y de los dirigentes medios, y mucho menos pensar que las opiniones de estos eran tomadas en cuenta. El partido de Balaguer tenía su fundamento, no en una ideología ni en una plataforma de grandes promesas y utopías, sino en la obra portentosa que realizó como gobernante, primero en los doce años y después en los diez. Fue una obra vital. Encontró en 1966 una nación con verdaderas características aldeanas, y entregó en 1996 un país con otras configuraciones urbanas y económicas, demográficas, educativas y hasta políticas. Propició un perverso sistema de acumulación de capital que impulsó el surgimiento de importantes e influyentes grupos económicos, con una mezcla de subsidios fiscales y crediticios, mano de obra barata y golpeo a los sectores sindicales, envilecimientos, humillaciones y prácticas corruptas. Pero si el partido no existía como organización y carece de un cimiento ideológico que vaya más allá del muriente trujillismo heredado del Partido Dominicano, es difícil su supervivencia, es difícil que pueda sobrevivir y que pueda desempeñar un papel importante en la sociedad.

El caso del Partido Revolucionario Dominicano es la historia del desvanecimiento progresivo de un ideal, del abandono de una ideología, del ejercicio del poder para caotizarse y decepcionar a propios y ajenos. Esta organización poderosa disfruta todavía de la gloria de haberse formado en el exilio para luchar contra la dictadura, de tener entre sus fundadores a figuras brillantes, a verdaderos intelectuales e ideólogos, como fueron Juan Bosch, Juan Isidro Jimenes Grullón y Cotubanamá Henríquez. Esa gloria es todavía más luminosa por las prédicas democráticas de Bosch, por el triunfo arrollador en los primeros comicios post Trujillo, por el golpe de Estado de 1963, por la guerra de abril de 1965 y por la oposición indómita y bravía contra la semi dictadura de Joaquín Balaguer entre 1966 y 1978. El PRD ha vivido como partido, principalmente, de esa gloria. Una gloria que es única en el país y que expresa una verdadera vocación libertaria y democrática. Pero los hechos han demostrado que esa gloria, ese pasado esplendoroso, es insuficiente para gobernar con eficiencia, para cambiar un país y para cumplir los sueños despertados en tanta gente y las expectativas levantadas a todo lo largo y ancho de la nación. Más allá de las libertades públicas devueltas a la sociedad a partir de 1978, los ejercicios gubernamentales del perredeìsmo han constituido grandes reveses y grandes decepciones. No solo sus gobernantes han sido incapaces de hacerlo mejor que los otros y han carecido de un plan nacional de desarrollo, sino que muchos de sus dirigentes se han enriquecido.

En los últimos 30 años la estructura organizativa del PRD ha sido, guardando las formas, tan utilitaria como la del PRSC. El espectáculo reciente de no saber cuántos son los miembros de su Comité Ejecutivo Nacional constituyó una verdadera vergüenza. Tuvieron jueces de la Junta Central Electoral que hacer ellos las estimaciones. Sus frecuentes cambios estatutarios para resolver crisis coyunturales expresaban sus debilidades orgánicas. Un líder que operaba como un padre generoso, bondadoso, parecía tenerlo todo bajo control. Pero una vez ese líder desapareció, aquel archipiélago político se desmembró.

La conclusión más elemental con estos hechos es aquella que enseñan las epístolas paulinas: quien no gobierna bien su casa no puede dirigir de manera correcta la iglesia del Señor. Los líderes que no son capaces de dirigir de forma adecuada y legal sus organizaciones, respetando las normas y las decisiones de la mayoría, no están en condiciones de conducir de forma adecuada una nación. Además, esta profunda debilidad partidaria se refleja directamente en las instituciones públicas y en los poderes del Estado, orientados y regenteados, unas y otros, por esos partidos políticos.

Hemos de esperar, pues, los necesarios desgarramientos que sufrirán estas organizaciones para ver si, tras los mismos, el PRSC y el PRD comienzan otra etapa diferente de su vida política.

bavegado@yahoo.com

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