¿Tendremos que invadir a Haití?

<p>¿Tendremos que invadir a Haití?</p>

JOSÉ BÁEZ GUERRERO
Parece evidente que las naciones con capacidad y obligación moral de auxiliar a Haití preferirían ignorar el problema y dejar que los dominicanos carguemos con ese muerto. Pese a la ocupación de la MINUSTAH, la fuerza militar de la ONU, Haití sigue siendo el mayor puente de tráfico de drogas; no hay seguridad ni orden público en la mayoría del país; la incesante invasión pacífica sigue, y ahora empeorada por bandidos que huyen de la tropa de ocupación. Hay tenues progresos, pero Haití sigue sin reales perspectivas de salir del hoyo como nación más pobre, por mucho, del hemisferio.

Algo debemos hacer los dominicanos, porque no sólo aumentan las presiones internacionales para que absorbamos sin chistar la multitudinaria invasión de emigrantes ilegales, sino que esa misma inmigración está impactando enormemente las posibilidades de progreso dominicano. Quizás el problema haitiano requiere una agudización de la crisis, ahondar el conflicto, para que -como sucede en los consultorios psiquiátricos-venga la catarsis o solución. ¿Y si los dominicanos invadiéramos a Haití?

La idea luce descabellada. Parece una deformación de mal gusto del argumento de aquella deliciosa novela titulada «The Mouse that Roared», pero tal vez los costos de esta solución sean menores que los que implica la situación actual. Una parte importante del presupuesto nacional dominicano se gasta hoy en día en atender necesidades médicas y educativas de haitianos indocumentados emigrados ilegalmente. Negarles atención médica sería inhumano, sobre todo si se considera que el gobierno de Haití gasta menos en atender la salud pública que el costo total que dedica la ONU para proveer atención médica a la fuerza militar que mantiene ocupado ese país. Parece una barbaridad, pero es rigurosamente cierto: la ONU gasta dos o tres veces más dinero en ponerle parches a las caries de sus soldados y darles aspirina a sus capitanes, que son apenas unos pocos miles, que lo que se dedica a la salubridad y urgencias médicas de ocho millones de haitianos. Una lección es que para ocupar Haití no hace falta mucho dinero, sobre todo por la buena salud de la tropa dominicana, acostumbrada a los rigores de esta isla.

Un resumen simplista de la historia de Haití podría ser este: en el siglo XVII, filibusteros y bucaneros enemigos de España ocuparon ilegítimamente la islita de la Tortuga. Al abandonar los españoles la parte noroeste de la isla, se mudaron de la pequeña isla a la isla grande. Los españoles luego cedieron a Francia la isla; la parte ocupada por los piratas había adoptado el nombre de Haití . Los franceses establecieron una colonia que llegó a ser la más importante de toda América, tanto que en un momento producía iguales riquezas que los Estados Unidos.. A finales del siglo XVIII, los negros se sublevaron, y una noche mataron a todos los blancos, degollándolos mientras dormían. Al amanecer de ese día, Haití se había convertido en un país puramente africano. En poco tiempo entró en un proceso involutivo que cada año la dejaba más pobre y caótica.

Hoy ese proceso involutivo ha alcanzado su clímax; uno no sabe si en lugar de cenit debiera decir su nadir, porque pese a los esfuerzos de su actual gobierno, y la tímida asistencia internacional, Haití es cualquier cosa menos una nación. Y la creciente pobreza hace prever no hay solución en el horizonte. Si los dominicanos tenemos que cargar más pesado que nadie con la crisis haitiana, quizás debamos re-examinar el problema para asumir un liderazgo más activo. A nadie le duele Haití más que a nosotros; apliquemos ahora los sesos para no tener más tarde que recordar los machetes.

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