Hasta enero de este año Facebook contaba con 2,271 millones de usuarios activos. Instagram ya supera los 1,000 millones, Twitter ronda los 325, mientras YouTube alcanza los 1,900. Whatsapp tiene más de 1,500 millones de usuarios con franca tendencia a crecer.
En República Dominicana más del 60 % de la población (6.64 millones) es usuaria de internet con 5.6 millones con cuentas activas en las redes sociales. Hay más de 9 millones de celulares activos con el 56 % de características inteligentes. Aunque la página más visitada es Google, la palabra que más se escribe en ella es Facebook, lo que indica que este buscador es usado como puente para llegar a la red social más popular del mundo.
Al día dedicamos cerca de 1.7 horas al uso de las redes sociales, pero usando el celular en otras cosas el tiempo aumenta a 170 minutos, un promedio de tres horas. Al mes esa cifra representa 90 horas y al año superan las mil horas frente a la pantalla, o sea, de los 365 días del año pasamos 45 pegados al celular con más de la mitad de ese tiempo en las redes.
Ha sido tanto el cambio que hemos dado como sociedad en la última década que nuestro cerebro va en constante evolución. Para el año 2,000 el promedio de segundos dedicados a la lectura de un mensaje era de 12, pero ya en el 2013 había bajado a 8 segundos y esperan que en la próxima medición eso descienda considerablemente. La memoria también se ha reducido porque ya no es necesario recordar una dirección o número si lo podemos guardar en la nube.
Diversos estudios de universidades españolas concluyen que las notificaciones hacen la misma función en el cerebro que comer, conseguir dinero o tener sexo. Cuando alguien te da un like tu cerebro activa el núcleo accumbens, una recompensa de una acción que realizaste. Ese resultado eleva los niveles de adrenalina y con ella llega la ansiedad la responsable de revisar tu celular más 80 veces al día.
Reciente tuve una conversación con Elaine Feliz, una educadora sexual que goza de gran simpatía por su sapiencia y sinceridad al analizar los temas, y precisamente hablamos de lo irreal que es la realidad virtual. Sucede que cuando llevamos una “vida exitosa” en las redes y recibimos la aprobación de los followers le damos de comer al ego, pero es una hartura de palomitas con tayota porque siempre dependerá del like de terceros. Si posteas una foto y no genera reacción, la borras y subes tantas sean posibles hasta lograr el cometido.
La Universidad de California (UCLA) presentó un estudio que realizó con adolescentes y su uso de Instagram. Confirmaron que cuando un usuario recibe un like se le activa en el cerebro la misma zona que reacciona con la masturbación o comer chocolate, pero algo preocupante que también notaron es que cuando ellos veían una foto o video arriesgado no diferenciaban el peligro, sobre todo si el post generaba muchos likes. Para los internautas vale la pena exponerse, siempre y cuando reciban los “me gusta” buscados.
Esa investigación confirma lo que se viene dando hace unos años en el mundo virtual donde los usuarios, sobre todo los más jóvenes, hacen lo que sea con tal de recibir estimulación a su ego. No importa sin conducen con los ojos vendados, si muerden una serpiente venenosa, si cuelgan de un rascacielos sin seguridad o si, en algunos casos, juegan la ruleta rusa con balas en la recámara. La intención es tener likes y se hace lo que sea para eso, literalmente lo que sea.
¿Qué me preocupa? Si todo se quedara dentro de la pantalla, simplemente mueres y al rato lo vuelves a intentar, el problema es que se usa la vida real para ganar adeptos en el mundo irreal haciendo lo que sea necesario, preferiblemente si hay sangre o dolor incluido. Para quienes viven dentro de la pantalla, nada fuera de ahí merece la pena considerarlo. Su vida es un avatar y les importa un carajo lo que pase con la sociedad, con su familia, consigo mismo. Se crean un mundo binario de los grandiosos que son, sin embargo, en los pocos segundos que se desconectan, vuelven a conectar con la realidad de sentirse vacíos y solos. No soportan el abismo emocional y hacen login instantáneamente. Sí, algunos crean perfiles falsos para darse autolikes y ganar adeptos porque los post con más deditos son las referencias colectivas.
Cuando se llega al límite de hacer lo que sea con tal de ganar aceptación virtual, es porque las necesidades emocionales en la realidad son tan fuertes que es preferible escapar de ellas. Lo malo es que, por más que pretendamos estar conectados de una red social, en algún momento del día hay que soltar el celular y agarrar nuestras vidas. Estamos obligados a vivir de verdad, a lograr estabilidad palpable para que sea sustentable la versión de ti que pretendas compartir.
Que tengas un millón de seguidores en Instagram no significa que sean tus amigos, es muy probable que les valga madre lo que pase contigo y la mayoría ni se entera cuando se te acaba el papel de baño, cuando no tienes dinero para comer o cuando el insomnio te controla. Los verdaderos amigos son los que abrazas cuando sueltas el celular, los que comparten contigo y recuerdan tu cumpleaños más allá de las notificaciones de Facebook. Si dejas que los reales se alejen por tener cerca una pila de desconocidos, ¿qué harás cuando te dejen de seguir por falso?
Pronto celebraremos el día de las madres y estoy seguro que ella lo que más anhela es que, aunque sea por una hora, sueltes el celular y le prestes atención. Subir un collage de fotos con ella y esperar impaciente los likes no la hará más feliz, de seguro ni le importa. Dale un abrazo sincero y agradece todo lo que ella ha hecho y hará por ti, es la única que tienes y cuando se vaya no podrás reiniciar la realidad. Aprovecha ahora, deja de leerme y dale un beso.