Tener un hijo esquizofrénico

Tener un hijo esquizofrénico

LUIS EMILIO MONTALVO ARZENO
Probablemente es la noticia más dolorosa que tiene que dar un psiquiatra a unos padres de un hijo o hija con esta enfermedad. A veces se pierden años peregrinando entre médicos, psiquiatras, neurólogos, psicólogos, sacerdotes y hasta brujos. En algunos casos la enfermedad no debuta de manera clara e irrefutable y a veces los mismos tratamientos equivocados que se han utilizado deforman y hasta empeoran el cuadro.

Lo mejor que le puede pasar a unos padres de un esquizofrénico y al paciente mismo es dar con un psiquiatra con probada experiencia que haga un diagnóstico temprano y precoz y que inicie el tratamiento correcto a tiempo.

Vuelvo a repetir, en algunas ocasiones no es posible tener esa suerte o privilegio.

Voy a poner un caso clínico totalmente hipotético de esos que confunden. Lo primero a tener en mente es que se trata de una enfermedad psiquiátrica de debut temprano (o sea entre 15 a 25 años). Es muy raro que se debute después de los 30 años. En ese caso pensamos en otras cosas, entre ellos abuso de drogas, trastorno bipolar, psicosis reactiva breve y otras cosas más…

Supongamos el caso de Juan que era un buen muchacho en el Colegio con notas bastantes buenas hasta que a los 16 años empezó a caerse en sus calificaciones, a perder motivación por los estudios y por sus amistades que mantenía desde niño. Evadía las llamadas telefónicas y permanecía largas horas encerrado en su cuarto. Incluso se descuidaba en su vestir e higiene.

Los padres lo llevaron al psicólogo y empezaron a especular sobre alguna decepción amorosa, que son muy comunes a esa edad. En la visita al psicólogo negó todo tipo de problema vital. Fue entonces cuando el psicólogo lo envió al psiquiatra, el cual captó que el cuadro lucía como una depresión adolescente e inició el tratamiento farmacológico con un antidepresivo. Este tratamiento no dió resultado, más bien Juan se aislaba y se encarecía más. Rehusaba sentarse en la mesa con su familia en las comidas y faltaba al colegio casi siempre hasta el grado de suspender todas las materias.

El psiquiatra cambió de antidepresivos en dos ocasiones sin éxito alguno, hasta que la familia decidió cambiar de psiquiatra, el cual recomendó cambiar la farmacoterapia con la psicoterapia manejada por un psicólogo.

En eso pasaron ocho meses y el paciente seguía aislado de todo. Era regañado por sus padres y acusado de vago. Hasta se pensó en la posibilidad de que estaba usando alguna droga ilícita. Se le hicieron pruebas con resultado negativo.

Un día estalló la tormenta que estuvo gestándose durante casi 2 años. El joven Juan, mientras veía en la televisión un noticiario transmitido por una joven le lanzó a la pantalla con furia una gran piedra mientras gritaba con desesperación: “Sé te va a acabar tu vagabundería, maldita puta, yo no soy ningún maricón!”.

Ante el asombro de los padres Juan gritaba sudoroso que la joven de la televisión le hacía insinuaciones con sus gestos en las noticias sugiriendo que él era homosexual, y que además pasaba por su casa con frecuencia voceándole “maricón”, cosa totalmente incierta y que no eran más que delirios y alucinaciones. Juan iniciaba las manifestaciones de lo que se conoce en esquizofrenia como síntomas positivos. Los síntomas negativos ya se habían iniciado dos años atrás con ese retraimiento y esa pseudo depresión.

Juan fue hospitalizado de inmediato y tratado con dosis adecuadas de antipsicóticos, de los llamados atípicos que empezaron a salir al mercado dominicano a partir de los años 90. Mejoró notablemente y fue dado de alta en 12 días. Los síntomas positivos habían desaparecido en un 80% pero quedaban aún los síntomas negativos. Todo eso fue mejorando por la persistencia del paciente en el seguimiento de su tratamiento. Hoy en día Juan trabaja en las oficinas de una empresa privada y estudia computadora a nivel técnico. Al mismo tiempo hace su bachillerato poco a poco en un programa sabatino.

Juan y su familia están conscientes de que la esquizofrenia es una enfermedad que hay que tenerla vigilada durante toda la vida y quizás con tratamiento de control o mantenimiento.

Hoy tiene 23 años y no ha vuelto a tener crisis o brotes. Es una dicha, pues cada crisis que hace un esquizofrénico supone nuevos daños neurosiquiátricos que lo van dejando cada vez más averiado. El evitar las crisis o los brotes mantiene la enfermedad a raya.

Las posibilidades de independizarse, lograr un posible matrimonio todo eso estará por verse y depende de la evolución de la enfermedad en cada caso y de la cooperación y adhesión del paciente y de la familia al tratamiento.

Lo cierto es que la esquizofrenia representa la más preocupante de todas las enfermedades mentales.

Mientras más temprano se manifiesta ¡peor!.

Mientras menos constancia con el tratamiento ¡peor!.

Mientras más negación sobre la realidad que puede existir en la familia y/o en el paciente ¡peor pronóstico!

Mientras más tarde se hace el diagnóstico y se empieza un tratamiento correcto ¡peor también!.

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