Tener un “para qué”

Tener un “para qué”

«El propósito principal en la vida del hombre, es dar nacimiento a sí mismo.

Convertirse en lo que potencialmente es”.

Erich Fromm.

La creatividad de Dios es infinita, por ello la vida es un cambio amoroso e incesante. ¿Cómo sentirnos seguros en medio de esa vorágine? ¡Entregándonos! Al dar (nos) tiempo, dar de nuestros talentos, y dar de nuestra riqueza, logramos trascender la simple realidad material.

El secreto de la existencia humana no sólo esta en vivir, decía Dostoyevski el novelista ruso del siglo XIX, sino también en saber para qué se vive. Mucha gente, confunde el propósito con las metas y objetivos. El propósito de nuestra vida tiene que ver con los dones y talentos únicos que nos servirán para desarrollarla, y nos brindan abundancia.

Todos tenemos la necesidad de realizarnos, de ser felices, de lograr algo importante en nuestra existencia, y vivir plenamente. En el momento en que encontramos nuestro para qué, el cómo y cuándo es dado por la vida. Por eso, darnos cuenta qué es lo que más disfrutamos hacer, y las aptitudes que tenemos para ello es una tarea fundamental para dar sentido a la existencia.

Conocernos a nosotros mismos, es un valioso recurso en el proceso para encontrar nuestra misión o propósito. Una vez encontrado, solo es valido si ese propósito sirve también a los demás. Aunque la mirada no debe ser económica, si lo que hacemos es auténticamente parte de nuestra misión nos debe traer abundancia y prosperidad, en todos los aspectos.

La misión nos da las fuerzas para desarrollar toda nuestra capacidad en aquello que hacemos, y nos lleva a poner el corazón en cada paso que damos. Ese hecho es la diferencia de trabajar por dinero o servir por amor. Cuando trabajamos por dinero la paga se recibe y muere el intercambio, cuando servimos por amor, lo intercambiado se expande. Crece nuestro talento, la retribución, el agradecimiento, la pasión, etc.

El contacto con nuestro “para qué” es un potente combustible que nos impulsa a avanzar. Una vez que hemos definido nuestro propósito, contamos con un faro de luz que sobresale en la oscuridad guiándonos en nuestras prioridades. Renunciar a nuestra pasión es como desgarrar con las uñas una parte viva del corazón, dijo Gabriele d´ Annunzio.

La mente genera alrededor de 60,000 pensamientos al día, y al tener aclarada la misión, la mente se disciplina para distinguir que ese pensamiento es más importante que los otros 59,999 y se enfocará en ello.Cuando la energía se enfoca actúa como un magneto que atrae todo lo que vibra de una manera similar.

La realidad es que nos convertimos en aquello en lo que pensamos la mayor parte del tiempo. Los ancestros, aliados, guías, maestros y ángeles se ponen en movimiento para que todo lo que necesitemos para llevar a cabo el propósito, nos llegue en el momento oportuno.

Así, damos con el libro que nos puede ayudar, nos invitan a una conferencia, nos llega la información de un curso, oímos a alguien hablar del tema que nos interesa en la televisión, la radio o la fila del supermercado.Todo empieza a ocurrir como si fuera por arte de magia, ¡y en parte lo es!.

Amado de Miguel dice:»Vivir es cambiar, ver cosas nuevas, experimentar otras sensaciones».

¿Cómo puedo conocer mi pasión? ¿Cuál es la misión que debo realizar? ¿Estoy en la línea de mi propósito? Según una encuesta reciente, aproximadamente el 70% de las personas no saben qué es lo que les apasiona en la vida.

Tener ese para qué es lo que nos brinda las fuerzas para ir hacia delante en medio de las dificultades y desafíos. Hacer lo que uno ama en la vida es sinónimo de vivir en abundancia, bienestar y libertad.El no contacto con “eso” que aviva e impulsa al alma es una poderosa causa de vacío, angustia, desconexión y dolor.

Ese “no saber” nos lleva por la vida siendo y haciendo cosas que nos complican y estresan, sumiéndonos en el vacío y la infelicidad.Hay 11 preguntas que debemos hacernos para descubrir la pasión que aún no hemos utilizado. Esa fuerza es como una poderosa “Varita Mágica” que atrae lo que deseas.

Respóndelas en solitario, y en un contexto silencioso y tranquilo en donde no seas interrumpido. Si pones música, escógela instrumental ya que cuando escuchas letras se activan memorias emocionales que podrían contaminar tu proceso con lealtades familiares. Las preguntas son:

1. ¿Qué te hace reír?

2. ¿Qué situaciones o hechos logran “encender” o “iluminar” tu cara? Anota algunos eventos que lleguen a tu memoria.

3. ¿Qué cosas haces o hacías que te hacen sentir en paz o tranquilidad?

4. ¿Qué te resulta fácil hacer?

5. ¿Qué actividades logran que te sientas creativo (a)?

6. ¿Qué te gusta hacer en tu tiempo libre?

7. ¿Qué cosa haces con tanto placer que te resulta agradable y fácil ser voluntario (a)?

8. ¿Qué temas disfrutas compartir?

9. ¿Qué tipo de información tienes en tu celular, PC, IPod, IPad, tabla, etc?

10. ¿Haciendo qué o en dónde sientes ese tipo de emoción que humedece tus ojos y/o te pone “piel de gallina”?

11. ¿Qué te gustaría dejar en el mundo cuando ya no estés?

 

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