Tenerle miedo sólo al miedo

Tenerle miedo sólo al miedo

“Esta gran nación perdurará como hasta ahora lo ha hecho, revivirá y prosperará. Antes que todo, déjenme manifestarles mi firme convencimiento de que nada debemos temer tanto como al miedo mismo; innombrable, irrazonable, injustificado terror que paraliza los necesarios esfuerzos para convertir la retirada en un avance. En cada oscura hora de nuestra vida nacional un liderazgo de franqueza y vigor ha encontrado la comprensión y el apoyo del pueblo, el cual es esencial para la victoria. Estoy convencido de que ustedes le darán apoyo al liderazgo en estos días críticos.” (Franklin Delano Roosevelt, discurso inaugural de su primer período como Presidente de Estados Unidos, 4 de marzo de 1933).

República Dominicana está atravesando en la actualidad por la peor crisis económica, política y social de su historia. Esta aseveración ha adquirido categoría de axioma: no necesita demostración. El sólo hecho de tratar de sobrevivir en el territorio nacional hace innecesaria la opinión de los expertos economistas y financistas. La calidad de vida de la ciudadanía ha retrocedido hasta las escaseces y precariedades que sufrió el pueblo dominicano en 1944, exactamente sesenta años atrás. Y todavía el rancho está ardiendo.

[b]QUÉ NOS ESPERA[/b]

El próximo Presidente de la República asumirá sus funciones el 16 de agosto de 2004 y encontrará al país en una situación que intimidaría a cualquiera. No sería arriesgado vaticinar que, mientras llega ese día, la situación actual se agravará a pesar de las fantasiosas expectativas que se le atribuyen a un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. La voracidad por las riquezas materiales y la mezquindad política tratarán de dejar al nuevo gobierno en la inopia con la imposibilidad de pagar la nómina correspondiente a los tres últimos meses del año. Ante un cuadro semejante, asumir el gobierno exige tener un plan dinámico para actuar sin pérdida de tiempo. La recuperación es un imperativo que no admite demoras. Sería razonable que el nuevo gobierno declarara al país en estado de emergencia. La situación ha devenido en un malestar tal como si la nación hubiera sido ocupada y saqueada por un peligroso invasor. El Congreso, necesariamente, tendrá que otorgarle al Presidente de la República amplios poderes para orientar la sanidad de la economía nacional mediante un audaz plan a corto y mediano plazo con la participación de organismos internacionales.

[b]OTRO “NEW DEAL”[/b]

Un magnífico ejemplo de cómo debe actuarse en situaciones similares a las que padece actualmente el sistema social que nos rige es el de Franklin Delano Roosevelt, presidente de Estados Unidos desde el 4 de marzo de 1933. Cuando la Gran Depresión golpeaba a Norteamérica y a la economía capitalista mundial, el presidente Roosevelt se engrandeció al tomar medidas audaces para estimular la recuperación económica. Al igual que en aquella época, un “New Deal” tiene que ser puesto en marcha por las próximas autoridades dominicanas para crear fuentes de trabajo. No puede recuperarse una economía sobre la base de una burocracia gubernamental hipertrofiada, sino exhortando a cada ciudadano a que venda su fuerza de trabajo dentro de un plan de emergencia. El éxito de Roosevelt estuvo en lograr la recuperación del país con la participación de la mayor cantidad de ciudadanos. La crisis es tan profunda que, para ser resuelta, necesita de la colaboración de todos.

Lo que realmente le hace falta a este país es un gobierno que cumpla con las leyes y respete la Constitución de la República. Los hoyos financieros y la enorme devaluación del peso no habrían tenido lugar si el Presidente de la República y sus funcionarios hubieran acatado lo establecido en el código monetario y financiero. La corrupción no se habría desarrollado en cascada si cada funcionario hubiera cumplido con lo que las normas administrativas establecen. Pero aquí la legalidad se fue a bolina hace tiempo.

[b]¿QUIÉNES COMPONDRÍAN ESE GOBIERNO?[/b]

El próximo gobierno debía ser, necesariamente, uno de amplio espectro social y político. Tendría que divorciarse del criterio de “los que se fajaron en la campaña” y de la necesidad de ayudar a “los compañeritos de la base”. No se puede seguir confundiendo al partido con el gobierno y creer que porque se dirige un comité intermedio se puede administrar un país. No deben los nuevos administradores del Estado repetir los errores de los actuales, quienes, embriagados en el clientelismo, ignoraron totalmente los conceptos de eficiencia y de honestidad.

El liderazgo carismático, honesto y eficiente que existe en este país debe ser aprovechado. Gústele o no a quienes resulten triunfadores, cada sector de la sociedad dominicana ha logrado forjar un liderazgo. Empresarios, industriales, sociedad civil, han demostrado saber qué hacer con lo que tienen entre manos. El país necesita a esas mujeres y hombres que han demostrado en los últimos tiempos que cuentan con el conocimiento y con la entereza para enfrentar situaciones críticas y salir adelante. Donde realmente existe la peor de las crisis de liderazgo es en el sistema de partidos. La ausencia de Bosch, Balaguer y Peña Gómez ha creado un vacío de sabiduría y de arbitraje que los amantes del orden añoran. Hoy, el respeto por los dirigentes políticos se ha perdido, ya por falta de inteligencia y de creatividad de aquellos o porque nos estrujan sus nuevas y mal habidas riquezas sin mostrar siquiera pudor ante la miseria ajena.

[b]LA ADMINISTRACIÓN DEL ESTADO[/b]

El próximo Presidente tiene que restaurar la confianza en los funcionarios del gobierno, la cual se ha deteriorado hasta límites extremos. La fiscalización de cada paso que den los funcionarios debe garantizar la transparencia que ahora no existe. Uno de los mecanismos que le sirvió de mucho al presidente Roosevelt, fue el de la creación de la Oficina Ejecutiva del Presidente (Executive Office of the President) Por primera vez en la historia de Estados Unidos, un mandatario contaba con un equipo de asesores de alto nivel y capacidad profesional para supervisar constantemente las labores de los diferentes sectores de la economía. Terminó Roosevelt así con los tiempos en que los ministros trataban de cumplir con sus tareas e informaban ellos mismos al Presidente. Siendo juez y parte, nunca se destacaban los fallos e incumplimientos. El equipo que podría formar el próximo Presidente debía ser uno lleno de juventud y de expectativas de futuro. Jóvenes no contaminados con la politiquería y dotados de conocimientos técnicos en el ámbito del “estado del arte” en cada asunto. Ese equipo liberaría al Presidente de la República de la aburrida cotidianidad que le consume la mayor parte del tiempo, espacio que debía utilizar para estudiar, crear y convencer a un pueblo de sus mejores planes.

[b]EL DÍA DESPUÉS[/b]

El mismo día en que asumió su primera gestión presidencial, Franklin Delano Roosevelt anunció la política del buen vecino en relación con América Latina. Definió así quiénes serían sus socios en el salto al futuro. Al día siguiente declaró un feriado bancario como mecanismo para ajustar el sistema financiero a las nuevas reglas que imperarían luego del fracaso de la gestión del presidente Herbert Hoover. Como una forma de ganar tiempo, el aristócrata de Hyde Park se dio de plazo cien días para poner en marcha las primeras medidas de recuperación del país a través del New Deal. Desde entonces se ha adoptado en muchos países ese plazo como la primera evaluación de las gestiones gubernamentales. Contó con la colaboración del Congreso para aprobar varias actas encaminadas al ajuste agrícola norteamericano, a la creación de un plan de emergencia y a la formación de la Autoridad del Valle de Tennessee, uno de los más espectaculares proyectos de conservación de aguas que había conocido la humanidad hasta entonces. Posteriormente el New Deal crearía diversas instituciones que contribuirían a restablecer la sanidad de la economía norteamericana a través del fomento de la construcción de viviendas, los préstamos a los granjeros, así como logró la creación de la SEC, comisión que supervisaría las bolsas de valores, fuente original del crack financiero de 1929.

[b]LOS IMPERATIVOS[/b]

Vistas así las cosas, el Presidente de la República debía declarar el país en estado de emergencia el mismo 16 de agosto de 2004. Como si la nación hubiera sido ocupada y devastada por hordas mongoles. Para la salud de su gobierno debería seleccionar un gabinete con personalidades que representen liderazgo, honestidad y eficiencia en el sector en que se mueven. Un plan de recuperación económica debe ser puesto en marcha desde el primer día de manera que el 24 de noviembre, al cumplirse los primeros cien días, el pueblo pueda decir que disfruta de honestidad, eficiencia y creatividad en la conducción del Estado. O lo que es lo mismo decir, todo lo contrario de lo que durante los cuatro años anteriores se había estado haciendo.

Publicaciones Relacionadas