Teología y sociología de la corrupción

Teología y sociología de la corrupción

La técnica literaria de la experimentación sociológica fue exitosamente empleada en el siglo pasado por Orwell, Huxley y Asimov, siguiendo la tradición de los utopistas de siglos anteriores; desarrollando simulaciones de situaciones, organizaciones y sistemas sociales, en los que la fantasía creativa examina posibles reacciones y patrones de conducta de los seres y sus estilos de vida en esas atópicas sociedades del futuro.

En forma algo similar, “Pantaleón y las Visitadoras” es un interesante y atrevido ensayo de Mario Vargas Llosa, un experimento sociológico en el papel; donde un ingenioso comandante logra obtener el permiso de sus superiores, para secretamente reclutar un grupo de mujeres que ejercen el oficio de la prostitución, a las cuales selecciona y entrena como trabajadoras sociales, que tendrán la delicada tarea de asistir sexualmente a los militares que cuidan las fronteras amazónicas del Perú; evitando graves y sangrientos conflictos que suelen producirse entre militares e indígenas de la zona. Dicho servicio es ejercido con sentido patriótico, para preservar la paz social y la castidad de las indígenas, entre otros nobles propósitos.

En la Biblia misma, Dios hizo casarse a su profeta Oseas con una prostituta, para así mostrarle a su pueblo Israel, cómo él lo amaba, a pesar de su constante infidelidad y pecado.

El propio Satanás, en la historia de Job, funciona como una especie de rudo “trainner”. Acaso utilizado también para asegurar que nadie que no tenga los méritos suficientes pueda colarse en el paraíso celestial.

Faraón y Nabucodonosor son también utilizados por Yahvé para fortalecer la voluntad del pueblo hebreo de ser libre y tener un proyecto propio, y desarrollar una mentalidad y una pureza espiritual que serían el ejemplo a seguir por toda la humanidad del futuro.

En diferentes momentos de la historia de la humanidad, la corrupción opera como elemento de corrección de iniquidades del sistema social, de redistribución del ingreso, y de subsanar imperfecciones de las propias leyes; especialmente por lo impracticable que para sectores depauperados pueden resultar determinadas leyes “transculturizadas”; importadas por gobernantes y elites con la idea de llevar a la autosuperación conductual a la ciudadanía; aunque a menudo haya sectores poblacionales que prácticamente no tienen forma de sobrevivir sin violar dichas leyes.

En la práctica, la corrupción ha sido la conversión de esas conductas en prácticas repetitivas, en mecanismos informales o ilegales que tienden a permanecer indefinidamente, en beneficio de grupos y sectores privilegiados; con base en sistemas de relaciones informales, primarias, de parentesco que tienden a perpetuarse. Prácticas usualmente pecaminosas, que violan el sistema legal formal; que inducen a la reproducción de patrones y estructuras de auto sustentación que se hacen parte del sistema social.

La corrupción, a menudo, también suele ser un mecanismo de autocorrección del sistema; disfuncional en un sentido, funcional en otro; con resultados ocasionalmente estabilizantes, mientras no tiendan a la permanencia, ni obstruyan el cambio social, o afecten las posibilidades del bien común.
En casos extremos, la corrupción sostenida en el poder político suele ser equivalente al crimen de Estado.

La corrupción suele ser un mecanismo de autocorrección del sistema

Disfuncional en un sentido, funcional en otro

En casos extremos, suele ser equivalente al crimen de Estado

Más leídas