Teoría y práctica del amor
en «Manolo», de Edwin Disla

Teoría y práctica del amor<BR>en «Manolo», de Edwin Disla

DIÓGENES CÉSPEDES
diógenes.cespedes@gmail.com
La novela «Manolo» es una relación que va de la poética a la historia y viceversa. Tanto ficción como interpelación de la intrahistoria, o sea, la exposición del secreto como razón política de una instancia de poder: el partido 14 de Junio y sus sujetos que interactúan para imponerse unos a otros y lograr el control de la organización a fin de realizar sus objetivos, es decir, sus intereses.

Sin embargo, pocos investigadores o historiadores de ese partido o de otros de izquierda que surgieron después del ajusticiamiento de Trujillo se han formulado como objeto de estudio el descubrir cuál fue, y es en la actualidad, la teoría y la práctica del amor en el seno de esas organizaciones que se auto-denominaron revolucionarias y progresistas.

Con respecto al amor burgués, se sabe todo, de dónde vino, qué es y hacia dónde se dirige. Sabemos qué es el amor para el burgués, la Iglesia y el Estado. ¿Pero tienen el burgués y el revolucionario de izquierda la misma concepción del amor? Al ser la política la estrategia para la toma del poder y que para esta su relación con el sujeto no es más que instrumental, el amor, teoría y práctica de sujetos, no puede ser concebido sino también como relación instrumental. Al igual que el poema y la literatura, la historia y el lenguaje. No hay manera de salirse de ese instrumentalismo. Únicamente si el sujeto se plantea una concepción anti instrumental del lenguaje y el signo de puede transformar esa ideología del amor.

El amor y el poema son los dos grandes talones de Aquiles de cualquier sociedad. No es coincidencia que la política haya sido hasta hoy asunto de hombres, en todas las lateralizaciones políticas. El hecho de que esa práctica sea asunto de hombres es lo que explica la ausencia total de mujeres en los puestos de mando en la intrahistoria de la novela “Manolo”.

Sólo un pequeño interregno de la ficción, que sigue como la Biblia, la historia de ese período, muestra a Minerva Mirabal como la líder política de ese breve momento. ¿En el ámbito de la ficción tiene Minerva la misma concepción del amor que la que recibió como creencia básica en el hogar? ¿Tienen las pocas mujeres que figuran en la novela la misma concepción del amor que las creencias básicas que le inculcaron en su hogar durante la dictadura? ¿Cuál es la práctica del amor en las tres heroínas, en Sina Cabral, en Miguelina, en Sonja Lefeld, en Grey Coiscou Guzmán, en Aniana Vargas, en Ema Tavárez Justo y otras que pasan como celaje en la ficción de Disla? ¿Coinciden la práctica del amor en ellas con las que la vida real? ¿No está determinada a su vez esa práctica por la práctica a que las sometieron los esposos, maridos y amantes revolucionarios?

La práctica amorosa de esos personajes de ficción de la novela de Disla no es otra que la del amor pasional “con toda su técnica, su discurso, su terminología y su protocolo de cortejo” heredado de los trovadores que en el siglo XI fundaron una concepción del amor diferente a Grecia y Roma y que perdura hasta el día de hoy.

La ficción de Disla muestra perfectamente el instrumentalismo a que los compañeros revolucionarios someten a las compañeras revolucionarias (esposas, compañeras y amantes) y les asignan los mismos roles que la sociedad capitalista les ha asignado desde siempre al copiar toda la ideología de Grecia y Roma.

No es casual que en los libros de Margarita Cordero, “Mujeres de abril”, Teresa Espaillat, “Abril en mis recuerdos”, así como en otros textos que analizan y describen la vida de las mujeres y su participación en la guerra patria de 1965, los roles asignados por el alto mando revolucionario y sus instancias inferiores fuera el de cocineras, costureras, lavanderas, enfermeras y otras tareas subalternas.

De modo, pues, que lo que encontramos en la historia de acontecimientos se dobla en la ficción: el amor y la mujer como instrumentos de la política de los hombres. Y allí donde la mujer alcanza, mediante elecciones, el poder político, se viste inconscientemente de ropa masculina (pantalones y blazer) para ser aceptada por el Poder.

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