Tercer y último elemento para generar una real transformación en la R.D.

Tercer y último elemento para generar una real transformación en la R.D.

Samuel Luna

(Parte 3 de 3)

Hoy estamos cerrando la última parte del tema: Tres elementos para generar una real transformación en la R.D. En la parte número uno expresamos que se necesita un líder con coraje, integridad, con visión y pasión, y que sin un real liderazgo nada funcionará; el segundo elemento es la institucionalidad, en esa segunda parte del tema dejamos plasmado que la institucionalidad tiene que ver con crear sistemas para que todo funcione de manera descentralizada. También expresé que la institucionalidad es el termómetro que refleja dónde está el líder y el país; decíamos que la institucionalidad es como las arterias, que transportan la sangre desde el corazón hacia el resto del cuerpo. Realmente ese tema nació debido a mis encuentros y conversaciones con mi amigo Rafael Montalvo Acheca; mientras caminábamos, nos hacíamos muchas preguntas e interrogantes como: ¿Porqué se nos hace tan difícil transformar el país?, ¿Se necesita un líder o un grupo de personas para transformar el país?, ¿Porqué el dominicano elige vivir sin institucionalidad?, ¿Cómo articularnos para elegir un líder que transforme a este pueblo? Tanto Rafael Montalvo como yo, somos una muestra, un sentir de lo que muchos desean ver, es simple y al mismo tiempo complicado; lo único que deseamos es relamer y saborear lo que dice el libro antiguo pero relevante, la Biblia: “Cuando los justos gobiernan, el pueblo se alegra”. Esto lo que implica es que cuando los justos gobiernan, debe ser para el beneficio de toda la comunidad, no solo de sus propios intereses. Precisamente gobernar para beneficiar a toda la nación es hacer justicia, y este es el tercer elemento para transformar a la República Dominicana.

Debido a nuestra historia tortuosa, llena de zancadillas y presidentes guiados por sectores que no representan el bienestar de la población dominicana; debido a nuestras prácticas dictatoriales, abusivas y aristocráticas, el pueblo dominicano no posee un pensamiento crítico y repugnante hacia lo mal hecho, nos referimos a la injusticia. Nos reímos, aplaudimos y celebramos acciones que promueven los líderes que representan a ese pueblo sin formación crítica. Cuando crecemos en este contexto socialmente caótico y no justo, tendemos, aun sin darnos cuenta, a promover la injusticia, a impulsar la fabricación del incumplimiento de la ley. Llegamos a creer que “somos así”, y que nadie tiene la potestad ni la capacidad de generar cambios. La justicia se pierde en las estructuras gubernamentales, dejando las voces y los ecos en los diarios y medios virtuales, pero nada más, todo se queda ahí, como se queda aquel insecto en el ámbar extraído por nosotros mismos, y solo nos recordamos de los fósiles en forma de diversión, pero olvidamos que fueron atrapados por la resina. Lo penoso es que existe un símil, también  nosotros, seguimos atrapados e inmóvil por la resina de la injusticia, resina fabricada con nuestros propios hechos. ¡Cuanta zoquetada y estupideces! Nos gusta estar atrapados.    Solo en nuestra bandera y cánticos se respira la justicia, en lo teórico, en lo inmaterial y en lo abstracto. ¡Que pena! 

Me da asco ver a la mayoría de “nuestros” funcionarios y gobernantes sin fundamentos morales, sin identidad y con problemas existenciales. No saben porqué están en el poder, no entienden su destino en esta tierra, no se percatan del tiempo que les queda. No entienden que el origen y principio de la justicia es moral y que se mueve hacia la exaltación y respeto a la verdad, actuando de manera equitativa, dándole a cada quien lo que le corresponde. La justicia exalta y aplaude lo bien hecho; pero también, condena de forma pública las violaciones a la leyes establecidas. Si los dominicanos interiorizáramos a Platón, este  país fuera otra cosa.  Para Platón, el ser político era una vocación, un llamado, una función espiritual, porque para Platón la política era la evolución, la mejoría, la felicidad de todos los ciudadanos. Es interesante que tanto Platón como el libro de Proverbios aplauden un gobierno que provoque alegría y bienestar. Platón buscaba un Estado perfecto, nosotros cada cuatro años fabricamos gobiernos corruptos; Platón pensaba en hombres incorruptibles, virtuosos, nosotros buscamos hombres que nos compren la dignidad, y gobernantes que vendan el alma al mismo diablo. Bueno, en este caso, que nos vendan a nosotros bajo el lema Dios, Patria y Libertad. Porque es como que  Dios no reina, es como que no protegemos a la patria, y no hay libertad de moverse en las noches sin ser perseguidos por grupos protegidos debido a la ausencia de la justicia.

Un país sin justicia es un pueblo destinado a vivir en la pobreza, en el temor. Donde no reina el imperio de la ley, prevalece el caos y el desorden. Yo creo y apuesto a Platón, creo que surgirá una ola en forma de tsunami, que limpiará las calles de la República Dominicana, dejando un abono de esperanza que generará un liderazgo virtuoso, una institucionalidad que lubrique las cadenas de la democracia y una justicia que supere el mal que nos ha ahogado en la impotencia. Es simple y complejo, solamente necesitamos cada cuatro años un líder; así es, un líder virtuoso, que promueva la institucionalidad y que ejercite el imperio de la ley: ¡Justicia!

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