Una tercera candidata a vacuna contra el virus que causa el COVID-19 alcanzó el hito de ensayos finales en seres humanos en Estados Unidos, apenas un puñado de las decenas de vacunas experimentales que llegan al último y mayor obstáculo: demostrar que realmente funcionan.
AstraZeneca, con sede central en Cambridge, Inglaterra, anunció el lunes que en los ensayos participarán hasta 30.000 adultos de diversos grupos raciales, étnicos y geográficos. La posible vacuna fue creada por la Universidad de Oxford y una empresa asociada, Vaccitech.
Otras dos candidatas a vacunas comenzaron las pruebas finales este verano en decenas de miles de personas en Estados Unidos. Una fue creada por los Institutos Nacionales de la Salud de Estados Unidos (NIH por sus siglas en inglés) y manufacturada por Moderna Inc., y la otra fue desarrollada por Pfizer Inc. y BioNTech de Alemania.
“Tener una sola vacuna en la etapa final de pruebas ocho meses después de descubrir un virus sería un logro notable. Tener tres en este momento y más en camino es extraordinario”, dijo el secretario de Salud, Alex Azar, en un comunicado. Hay buenas razones por las que se están desarrollando tantas vacunas contra el COVID-19.
“Las primeras vacunas que salgan probablemente no serán las mejores”, opinó durante un simposio de vacunas de la Universidad de Minnesota la doctora Nicole Lurie, quien ayudó a liderar la planificación de una posible pandemia bajo el gobierno del entonces presidente estadounidense Barack Obama.
No hay garantía de que alguna de las candidatas principales funcione y la vara es más alta que con los tratamientos para quienes ya están contagiados con COVID-19, porque estas vacunas se administrarán a personas sanas.
Las pruebas finales, subrayan los expertos, deben realizarse en un gran número de personas para saber si son lo suficientemente seguras para vacunaciones masivas.