Teresa Aída, una dama de la canción

Teresa Aída, una dama de la canción

No sé por qué pienso que Teresa debió haber nacido en Lisboa y por qué cuando canta el ambiente se convierte de repente en un paisaje gris en el que las emociones de todo el auditorio se convierten en una sola.

Esas emociones tienen una palabra que las hace únicas: melancolía. Teresa es una mujer del canto de la que tengo noticias desde tiempos en que el Masú era el rey de la bohemia, las apuestas y la buena comida de Gazcue.

Estaba recién llegada de Monte Plata y ahí estaba el Lucky Seven y Miguel Jacobo, el Lucky Seven e Ivan Robiú.

Canciones del momento y los sempiternos boleros, femeninos y masculinos se redimían ante el volcán de sentimientos con que nos salpicaba su voz, hecha lava en la piel de nuestro corazón.

En esa época recuerdo que había una cita ineludible con Teresa y Tessie, hija y madre, ambas Aída en esa bohemia matizada por los pool de las carreras de caballos y al más o al menos de Boston o los Yankees.

El tiempo me ha permitido conocer más de cerca de la una y a la otra, ambas cantantes, ambas compositoras y artistas como su hijo y hermano Edwin, líder y con las mismas características de músico, compositor y cantante, pero este último en tiempo de rock con su propio grupo Séptimo Invitado.

Una familia de verdaderos y naturales artistas. Teresa Aída me cuenta que ha cantado desde siempre y que con apenas 3 años ya cantaba “yo vendo unos ojos negros, quien me los quiere comprar, los vendo por hechiceros porque me han pagado mal”.

Lo que le devino en un romanticismo visceral que la han convertido en una aventurera en su propio camino. Canta aquí o allá, hace negocios informales, organiza bohemias a clubes nocturnos y tiene días fijos para cantar en algunos restaurantes de la capital.

A Teresa Aida Kidd la enseñó a tocar guitarra el trovador y compositor dominicano Fernando Arias (autor de No me conoces) y de este aprendizaje ha sacado destreza para ponerles melodías a las canciones que escribe, que a nuestro entender develan la madurez y la transformación que se ha protagonizado en su vida.

Pero eso no significa que sea ella misma la que se acompaña cuando actúa, prefiere que otro toque la guitarra mientras canta para “poder sentir y desarrollarme”.

Ya Teresa no solo es una mujer romántica que canta baladas de amor y desamor, sino una mujer pícara, humorística y que sabe utilizar el doble sentido cuando escribe, con lo que logra que sus actuaciones no solo sean un toque al corazón, sino también una provocación a la risa.

Más de 50 canciones tiene de su autoría, algunas de las cuales canta y son conocidas por la gente que la ha seguido de bar en bar, a donde, hay que decir, la mayoría de las veces no se toma ni un trago, porque “nunca le he encontrado el gusto a la bebida”.

A lo que le ha tenido gusto siempre es a eso, a cantar y a deleitar a la gente con sus canciones. Tanto es así, que hasta hace pocos años no cobraba por cantar –como tampoco su hija Tessie– sino que frecuentaban lugares y “cantábamos para descargar”.

Hace poco nos confesó que la primera vez que recibió dinero por cantar fue en el Barconcito, el bar de doña Mary Patín, la madre de Angel Muñiz.

Fue allí donde nos hicimos carnales ella y yo. Recuerdo que cuando trabajábamos en Telemax (canal 52) que quedaba a poco menos de una cuadra de la Plaza Violeta, donde está ubicado, íbamos con mucha frecuencia a escucharla.

Carolina Félix, Charlie Mariotti, Sharina, Alexis Fernández nos juntábamos con D´Oleo, Teresa y Tessie a descargar las presiones del detrás de escena de la TV allí y Teresa se hizo costumbre y canciones favoritas de cada uno de nosotros y de nuestros amigos y compañeros de Monte Plata.

La otra Teresa, la Quiñonez, hermana inseparable desde nuestra adolescencia, quería que Teresa siempre le cantara Lía. Carolina Feliz pedía incesantemente No me dejes no. Ella siempre cantaba 40 y 20 de José José, a María Martha Serra Lima y una versión bellísima de una canción que canta Fernando Villalona “quítame la pena corazón /quítala, quítala de mí”.

A Mariotti le gustaba una de sus inspiraciones:
“El amor se va
el amor se viene
como potro loco
que le sueltan riendas.“

Y nos hacía reír hasta más no poder con una bachata que reza: “ya llegó tu hembra / la que más te quiere / abréle la puerta… ¡¡¡papi!!!”

El caso es que ha llovido mucho desde entonces, pero la inquieta Teresa sigue en lo suyo que es cantar y cada jueves y viernes se le puede escuchar cantando en el restaurant La Macía a partir de las 10 de la noche y de 6 a 10 de la noche los viernes y sábado en el restaurant Reina de España.

Puede estar acompañada del portento de la guitarra Francis Cabral o del seductor arpega, ¡monteplateño!, Ramoncito Carreras, pero ella siempre es la misma que deja escapar una parte de su alma en cada canción, dejo, respiro o fraseo.

Escuchar a Teresa no es una simple función, es un lujo, y ella y todo el que la ha oído, lo sabe.

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