Teresa Berganza:  «¿Cómo no se va a vivir con pasión? Es apasionante la música…” (1)

Teresa Berganza:  «¿Cómo no se va a vivir con pasión? Es apasionante la música…” (1)

MARIANNE DE TOLENTINO
Quisimos leer a Teresa Berganza frases que le dedicó un escritor francés (1): “Teresa Berganza es tal vez una de esas tres o cuatro cantantes capaces, en el mundo entero, de transportar de felicidad a quien les ama, como nosotros, perdidamente. Es la cantante ideal, objeto de culto también, pero familiar, campechana, emocionada y enternecida. Ella está, eso es todo…”.

Citamos sólo el inicio de un extenso párrafo, vibrante de admiración por la artista, sus cualidades, sus grandes interpretaciones. Teresa Berganza lo leyó hasta el final y… le  encantó. Así empezó la entrevista que nos abrió al mundo infinito  de las heroínas.

Pregunta: Estábamos hablando, con Margarita, de cuánta pasión se sintió en la actuación y el baile de Antonio Márquez… En lo que concierne a su canto, siempre hablan de la pasión, pero otros valores intervienen…

Teresa Berganza:  La pasión es importante. Creo que sin pasión no podría ni respirar. Pero para cantar no basta la pasión, hay que tener una técnica, cómo la que tenía ayer Antonio. Él se apoyaba en esa técnica, pero era con pasión. A cada paso nos decía algo, sus ojos, su boca, su respirar, pues a mí me pasa lo mismo. En el canto mi pasión va sobre la técnica. No quiere decir que se canten partes apasionadas, pero que lo que se cante sea con pasión.

P: Ahora bien, que la técnica no sea lo primero…

T.B: Que la técnica no se sienta,  que se domine. Se tiene que dominar totalmente, de tal forma que es también todo el cuerpo. Por eso es que me gusta tanto el ballet, el baile. Aprendí un poco cuando era joven, luego tuve una hija que aprendió a bailar, bailaba muy bien, luego lo dejó y canta ahora.

Iba mucho a los espectáculos. No me perdía uno con Margot Fonteyn con sólo ver esa mano al entrar en escena, yo me deshacía, me ponía a llorar, me preguntaba cómo un perfil,  una mano entrando en escena puede causar tanta emoción.  Pero era así.

Entonces, en el canto, uno puede expresar tanto, porque el canto tiene la maravilla de tener palabras, de hacer una melodía sobre un texto, que puede ser de amor, de odio, de muerte, alegría… Sobre todo en un recital, porque en una ópera siempre es un mismo personaje, aunque haya momentos diferentes, pero en un recital, si se cantan 30 canciones, cada una es un mundo.

P: En el recital, la canción tiene que ser sublime para transportarse a otro mundo, no se está actuando como dentro de una ópera… ¿Será más difícil, no?

T.B:  Sí, así es. Para mí es más difícil un recital. Cuando cantaba ópera –ya lo he dejado-  yo entraba en mi personaje, y aunque era difícil, duraba dos o tres horas,  pero entraba en el personaje de alguna forma. Lo estaba viviendo, se terminaba, y se acababa.

En un recital cada canción es un mundo, y a lo mejor está cantando un lamento como el Cleopatra de Haendel, de repente canta seguidamente Le Violette de Scarlatti, que habla de las violetas, olorosas…  tiene que pasar de una vida a otra.

P: ¿Y cómo se pasa de un mundo a otro?

T.B.: Muy difícil. A veces tengo que respirar profundamente y decirme que ahora voy a otro sitio… Cuando me siento muy a gusto y estoy muy metida en ese personaje que no dura más que cinco minutos, me cuesta mucho, mucho venir hacia el pianista, y a veces le digo, “espera”, porque lo que viene después es tan diferente que necesito, no sé, como unos segundos más. Para salir de un personaje dramático, y entrar en otro más alegre, o más dramático, y otra música, y otro estilo… Y otro legato, y otra forma de cantar. Es apasionante.

¿Cómo no se va a vivir con pasión? Es apasionante la música. Además el cantante tiene mucho más que los otros instrumentistas. Él tiene la palabra. Por ejemplo, el violonchelista –adoro el violonchelo,  es un instrumento que creo que es mi voz, y lo adoro–. Canto mucho con un grupo de ocho violonchelistas, un octeto…  lo llamo entonces el “noneto”! Porque creo que soy una más, ¿no? Bueno, el violonchelista toca, mucha expresión, maravilloso, pero no puede decir una palabra. No puede apoyar esa música en una palabra, que es lo genial, lo maravilloso de la voz humana. 

No decimos “a-a-a” ni “lalalalala”… estamos  cantando un texto, y a veces un texto muy importante.

P: Está el texto, y está el instrumento…

T.B,: Está el instrumento más bonito que existe. Lo más completo, más difícil… y más frágil.

P: Volviendo a hablar del canto y de la danza, usted ha sido una de las grandes intérpretes de Carmen, innumerables veces comentada. Alicia Alonso ha sido en la danza una gran intérprete de Carmen, era todo fuego.

T.B.:  Sí, y he tenido la suerte de ser su amiga. Es maravillosa. Es una apasionada loca. Y con el problema de sus ojos, algo increíble.

Hace unos años, ya Alicia era mayor… Estaba haciendo un “pas de deux”, estaba el bailarín aquí, ella en aquella esquina, tenían que salir, encontrarse, entonces él la levantaba… Alicia se estaba acercándose demasiado a la orquesta. El director estaba muerto, dirigiendo, pero muerto. Hizo un gesto, el solista lo vió. En vez de encontrarse en el centro, salió corriendo haciendo piruetas a recogerla, porque Alicia se caía… Pero Alicia no se cayó. ¡Impresionante!

P: Respecto a la intensidad dramática de Carmen, ¿cree que es tan grande en la danza como en el canto?

T.B.  Sí, sí. A los bailarines  no les falta más que hablar.  Ellos tienen más suerte porque utilizan todo su cuerpo. Todos sus miembros, todo, ¡hasta las entrañas! Analizo mucho la anatomía, y ayer cuando veía a Antonio, cuando se quedaba desnudo hasta medio cuerpo, estaba pensando cómo esos músculos pueden trabajar, cómo él hace vibrar esa pierna, sólo una, él no se mueve, está además con una cara concentrada, unos ojos, una boca, y se está viendo que todos los músculos de su cuerpo están trabajando y concentrados sólo en aquella pierna. Eso es una lección para todos.

Además lo está cantando todo, ayer estaba cantando lo que cantaba la cantaora. Es un artista inmenso. Por eso fui a verle.

Y bueno… él y la compañía. ¡Cómo la prepara! Y cómo es el vestuario, y cómo son las luces…Y  cómo es su mujer. ¡Qué guapa! Cómo se dobla, como un junco. No sabía que era su mujer. Cuando los ví pensé “esos dos tienen algo”, se siente… se siente… cómo él la coge.

P: Era un acto de amor.

T.B.: Un acto de amor, sí.

P: Y cuando interpretaba a Carmen, la encarnación del amor, de la muerte… y de la libertad. Es una mujer contemporánea.

T.B: Absolutamente. Libre, dueña y señora de sí misma. Y sobre todo en una mujer gitana, eso no se había visto cuando lo escribió Mérimée, que fue el primero que descubrió a aquella gitana.  Escribió el libro sobre Carmen. Dicen que es una “españolada”, y no lo es.

P: Es una obra social también.

T.B.: Es una obra social, muy de la época. Están muy bien retratados todos los personajes, así Don José, el vasco, el español cerrado, que… mamá, me ha dicho mi madre que quiere me case con esta novia. Tiene a Carmen, la mujer deseada por todos y la tiene en sus manos porque está enamorada… Y de repente, dice “Ay, que me llaman…”. Pues  un hombre lo deja todo, como una mujer, lo dejamos todo, pero éste no lo deja. Entonces, señala también la debilidad  del hombre y la fortaleza de la mujer. Hasta el punto de que dice… ¡hasta aquí!

Yo me he identificado mucho con ella, a mí me ayudó mucho ese personaje.

P: ¿Le ayudó también en la vida?

T.B: En la vida me ayudó mucho. Porque a fuerza de leer, de estudiarla, de hacerla, de profundizar a esa mujer, lo que dice… Porque  ella entra en escena, ella dice: “Quand je vous aimerai”… ¿cuándo voy a querer? no lo sé, a lo mejor nunca, a lo mejor mañana, pero hoy no me interesan, ninguno! Entonces, ella canta una habanera, que se llevó Bizet, española. Ella canta: “ L’amour est un oiseau rebelle” (el amor es un pájaro rebelde), y es una canción sencilla, que hay que cantar con una sonrisa, riendo de todos.  Por que sabe que si un día hace “ese me gusta”, ese es para ella. La fuerza que tiene la mujer, ¡no tiene más que mirar! Es el embrujo de la gitana y de la mujer, de la hembra.

En tonces, es muy interesante ese personaje. Cuando lo estás viviendo -con esa música tan bien puesta-, entonces dices: “yo quiero ser como ella”.

Y Carmen va a la muerte…

(1) Pierre-Jean Rémy. Don Giovanni. Mozart. Losey. Editions Albin Michel. París, 1979.

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