Teresa Heinz
para unos: arrogante
para otros: espontánea y franca

Teresa Heinz<BR>para unos: arrogante<BR>para otros: espontánea y franca

Teresa Heinz  ha sido el gran descubrimiento  en la pasada Convención Demócrata celebrada en Boston. Pocos días antes había dado ocasión al país a dividirse  entre quienes la apoyan o la reprochan por su enfrentamiento  con un periodista de un diario conservador de Pittsburg, quien le preguntó insistentemente  sobre el sentido del calificativo «antiamericano» que la esposa de Kerry había incluido  en un discurso.

Lo que hizo Teresa Heinz honró su fama de no morderse la lengua. Se encaró con el reportero para reprocharle: «Usted dijo algo que yo no dije. Ahora trágueselo (Now shove it)», una expresión que puede ser muy descortés pero no vulgar, hasta el punto de que ha sido emitida repetidamente sin «censura» en la tradicionalmente  puritana televisión estadounidense.

Al final, acabó hablando de sí misma. Vestida con un traje de un rojo atrevido que recordaba los tiempos de Nancy Reagan, Teresa Heinz Kerry, elogió las cualidades de su marido para ser el próximo presidente de EE UU –“Creo que he encontrado el tipo adecuado; me casé con él”–, pero también dedicó buena parte de su discurso a pagar tributo al «honor de las mujeres de este mundo, cuyas sabias voces durante mucho tiempo han sido excluidas y desestimadas. Es tiempo de que el mundo escuche a las mujeres de las voces, en su totalidad y hasta el final».

«Con John como presidente –añadió sobre el candidato demócrata a las elecciones de noviembre próximo–, podemos y protegeremos la seguridad de nuestra nación sin sacrificar nuestras libertades civiles. En breve, John cree que podemos y debemos liderar el mundo como EE UU, única entre naciones, como siempre debería, mostrando no nuestros miedos, sino nuestras esperanzas».

Heinz Kerry no desaprovechó la oportunidad para hacer amplia referencia al pasado de héroe de guerra de su marido: «John es un luchador. Ganó sus medallas a la antigua, arriesgando su vida por su país. Nadie defenderá esta nación de forma más vigorosa que él, y siempre será el primero en la línea de fuego».

«Como presidente, mi marido no temerá el desacuerdo o la disensión  –continuó Heinz  Kerry–. Él cree que nuestras voces, las vuestras y la mía, deben ser las voces de la libertad».

«En Estados Unidos, los verdaderos patriotas son aquellos que se atreven a cantarle las verdades al poder. La verdad que tenemos que expresar ahora es que EE UU tiene responsabilidades, que es el momento de que aceptemos de nuevo», agregó la esposa del candidato.

NACIDA EN MOZAMBIQUE

María Teresa Simoes-Ferreira (nombre de soltera) nació en Mozambique hace 65 años, hija de un médico portugués, y se crió en Sudáfrica y Europa. 

Mientras estudiaba interpretación en Ginebra –habla cinco idiomas: portugués, español, inglés, francés e italiano–  conoció a su primer marido, John Heinz, con quien tuvo tres hijos en sus 25 años de matrimonio. No duda en decir que éste fue «el amor de mi vida. El primero».

Como el aspirante a vicepresidente John Edwards y su esposa, Elizabeth, que perdieron a un hijo adolescente en un accidente de tráfico, Teresa Heinz ha conocido la tragedia en su familia. En 1991, John Heinz murió en un accidente de helicóptero.

Poco antes, el senador republicano le había presentado a Kerry. Ambos volvieron  a coincidir en la Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro en 1992, donde Teresa participaba como enviada del presidente George Bush, padre.

Dice la leyenda que ambos conversaron en francés, algo que los republicanos han utilizado con saña contra la pareja.

Kerry y Heinz se casaron en 1995, después de que él obtuviera la anulación de su primer matrimonio.

Teresa sólo adoptó el apellido de su segundo marido el año pasado –aparentemente con fines electorales–, y (cosa muy importante) legalmente  no puede emplear su fortuna personal en la campaña de Kerry, quien tuvo que hipotecar su casa de Boston para relanzar su aventura presidencial.

Kerry, que por su condición de «presidenciable» tuvo que difundir  estas cifras el mes pasado, informó de varios fondos valorados entre 430.000 y 2,1 millones  de dólares, mientras que la fortuna de su esposa asciende a 500 millones  de dólares gracias al imperio de las salsas Heinz.

Si hay algo que Teresa Heinz Kerry, la candidata demócrata a «Primera dama», ha dejado claro a lo largo de esta campaña electoral es que es tan inteligente  como impredecible  y, desde luego, no tiene pelos en la lengua.

 Porque insiste en que no es «la marioneta de nadie», y aunque la situación lo requiera, ni sonreirá de manera forzada ni dejará de responder a una pregunta porque la respuesta vaya a generar titulares.

“SEXY Y ESTUPENDA”

Dado su carácter, su personalidad y preparación, coincide más con el perfil de lo que representó Hillary Clinton como primera dama que la actual, Laura Bush.

Del actual presidente, George W. Bush, ha dicho que se siente «muy enfadada con él y su política económica. Ni es justa, ni es equilibrada, ni es estadounidense. El pueblo estadounidense no es injusto».

Y pese a que los recortes de impuestos aprobados por Bush –y criticados por los demócratas como favorecedores de los ricos– han servido para engrosar un poco más su cartera, ha afirmado que personalmente no le han beneficiado: «Ni los necesito ni me los merezco».

Desconocida para el gran público antes de que su marido anunciara su candidatura, se ha convertido desde entonces en una figura controvertida, que para unos es «arrogante» y para otros es «espontánea y franca».

Desde luego, como esposa política, Heinz Kerry es difícil de encasillar.

Entregada ahora a la causa demócrata, no abrazó el partido de su esposo sino hasta hace dos años, indignada por las acusaciones republicanas de poco patriota al ex senador demócrata Max Cleland, que perdió las dos piernas y un brazo en Vietnam.

En una entrevista concedida al programa «Larry King Live» de la CNN, Kerry afirmó que su esposa es «más aguda que un clavo. Y es la persona con más sentido común que he conocido».  El senador por Massachusetts ha descrito también a su esposa como «picante, sexy y estupenda».

Elegante y con un ligero acento extranjero, ella afirma de sí misma: «Soy pícara, soy sexy, lo que sea. Tengo mucha vida dentro de mí».

Sin duda, el perfecto contrapunto para un candidato que, hasta ahora, no ha conseguido sacudirse su fama de farragoso y aburrido.

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