Termina el largo recorrido desde Mariel

Termina el largo recorrido desde Mariel

POR MIRTA OJITO
NUEVA YORK.-
Al amanecer del 11 de mayo de 1980, el vigésimo día del éxodo marítimo desde Mariel, un barco llamado América llegó a Cayo Hueso, Florida, transportando en sus tres cubiertas a más de 700 refugiados cubanos, alrededor de la mitad de ellos con una aparencia sospechosamente deprimidos y cansados. Algunos, sin dientes y tatuados, usaban arrugadas ropas color caqui que mostraban pliegues típicos de la ropa que ha estado doblada y almacenada por demasiado tiempo. No vitoreaban ni lloraban y mantenían la vista clavada en el suelo. Para cualquiera que pusiera atención era evidente que estos hombres habían estado en la cárcel o en un asilo.

Otros como ellos habían llegado antes en el éxodo y pasado desapercibidos para la mayoría de los estadounidenses, aunque no para las autoridades. Pero la llegada del América fue captada en película y videocinta por periodistas alertados por un artículo de primera plana ese día en The New York Times, que reportaba su salida de Mariel bajo un titular que decía que «personas retardadas y criminales» estaban siendo incluidos en el puente marítimo. Casi inmediatamente, se empañó la forma en que los estadounidenses percibían el éxodo, proyectando una nube sobre el futuro de los más de 125,000 cubanos – la mayoría de ellos cumplidores de la ley – que, para septiembre de ese año, llegarían a Estados Unidos.

Durante 25, los marielitos, como se les llamó a los refugiados de Mariel, han despostillado calladamente el estereotipo en el que fueron encajados. Según estadísticas migratorias estadounidenses, más de 90 por ciento de ellos trabajaron duro, pagaron impuestos y permanecieron lejos de los problemas, volviéndose como cualquier otro exiliado cubano, excepto por una distinción legal.

La distinción era ésta: Hasta la semana pasada, cuando refugiado de Mariel que no se hubiera convertido en ciudad estadounidense o residente legal podía ser detenido indefinidamente después de completar una sentencia de cárcel por incluso el crímen más leve. La falta de relaciones formales con Cuba hace imposible que sean regresados, a menos que estuvieran en una lista de 1984 que permitió la deportación de 2,700 (la mayoría de los cuales han sido deportados). Ese detalle engañosamente pequeño hizo sentir a muchos cubanos de Mariel estigmatizados y especialmente vulnerables – ya no en Cuba pero no aceptados totalmente en Estados Unidos tampoco. A los ojos de la ley, de hecho, los marielitos técnicamente nunca habían alcanzado las costas estadounidenses – simplemente habían sido salvados en el mar.

La semana pasada, la Suprema Corte cambió eso, dictaminando que la detención indefinida de los cubanos de Mariel era ilegal. Esto podría parecer meramente una corrección de un anacronismo, afectando sólo a las 750 personas aún en detención, pero para los cubanos de Mariel fue un acontecimiento enormemente importante y emotivo: El tribunal más alto del paí que han elegido como propio ha validado el status quo no sólo de los convictos por crímenes sino de todos los cubanos que en 1980 partieron por mar hacia Estados Unidos.

Que esa distinción legal pudiera sobrevivir tanto tiempo para una clase de personas definidas sólo por el nombre del puerto del cual zarparon es testigo del poder perdurable de un estereotipo negativo.

Después del 11 de mayo de 1980, las páginas editoriales de The Miami Herald y otros periódicos empezaron a cuestionar la sensatez de la inmigración no controlada. No sólo fue una reacción a los cientos de fotografías tomadas ese día. El 11 de mayo también rompió todos los récords anteriores de llegadas diarias: 4,588 refugiados a bordo de 58 barcos. Para el anochecer, el número total de refugiados que habían sido contados en Cayo Hueso desde el 21 de abril, cuando llegó el primer barco, había alcanzado 37,000, una cifra igual al 10 por ciento de la población total de Miami en ese entonces.

Por ello, la narrativa de Mariel cambio de una en que miles de cubanos estaban huyendo del comunismo en busca de libertad a una en la cual, en palabras del columnista de The New York Times James Reston, Fidel Castro estaba «exportando sus fracasos».

Antes de que terminara el año, el Presidente Jimmy Carter había perdido la reelección; como el gobernador Bill Clinton de Arkansas, en parte porque muchos de los refugiados habían terminado en su estado, en Fort Chaffee. Y los cubanos de Mariel pronto se dieron cuenta de que eran indeseados. Luego, en 1983, vino «Scarface», protagonizada por Al Pacino como el refugiado de Mariel violento y enloquecido por la cocaína Tony Montana. Hasta la fecha, algunos cubanos de Mariel no admiten que dejaron Cuba en 1980.

No hay duda de que Castro envió criminales en el puente marítimo. Lo hizo, según la mayoría de las versiones, por tres razones: para deshacerse de los descontentos y los inadaptados; para tratar de demostrar que quienes querían abandonar su revolución eran la escoria de la sociedad, no revolucionarios esforzados; y para castigar a Estados Unidos, como parte de su viejo antagonismo hacia Washington.

Estadísticas divulgadas por el Servicio de Inmigración y Naturalización en ese entonces revelaron que 600 personas con problemas mentales serios y 1,200 que eran sospechosos de cometer crímenes graves en Cuba estuvieron entre los 125,000 cubanos que llegaron en el éxodo. Pero, para 1987, 3,800 cubanos de Mariel estaban cumpliendo sentencias por crímenes cometidos en Estados Unidos, y otros 3,800 estaban en detención indefinida después de completar sus sentencias. Alrededor de 2,300 de ellos terminaron en prisiones federales en Oakdale, Louisiana, y Atlanta. En 1987, cuando el gobierno anunció que estaba dispuesto a reanudar la deportación de los incluidos en la lista de 1984, los detenidos se amotinaron en las prisiones y tomaron el control durante días, poniéndole fin a los disturbios sólo cuando el Departamento de Justicia aceptó establecer comités de revisión para examinar cada caso y liberar a quienes estuvieran aptos para reincorporarse a la sociedad.

Aunque defectuosos, los comités liberaron a miles de personas que de otro modo habrían languidecido en la cárcel de por vida, incluida una mujer llamada Agrispina Manzo Guevara, quien estuvo en detención durante 11 años pero nunca había sido sentenciada por un crímen en Estados Unidos; en vez de ello, su comportamiento rebelde en los campos de detención y posteriormente en la cárcel la llevaron a ser considerada un peligro para la sociedad.

Para los marielitos que buscaban un lugar igual entre los inmigrantes de Estados Unidos, la decisión de la Suprema Corte la semana pasada pone fin al último tramo de un largo recorrido. Veinticinco años después de que estos cubanos partieron de Mariel, quizá finalmente hayan alcanzado la costa.

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