La masacre que por 50 días, desde el 7 de julio que el Estado de Israel y su nefasto primer ministro Benjamín Netahnyahu perpetraron en la Franja de Gaza, culminó el 26 de este mes de agosto con un balance de 2,100 palestinos muertos, la cuarta parte niños, más de once mil heridos, cientos de viviendas y edificios demolidos por la aviación israelí y 67 soldados judíos muertos.

El titular de esta entrega es generalizado por los periódicos del día 27, una orgía de sangre innecesaria, repudiable, abominable, que debió evitarse con el Estado de Israel suspender el bloqueo asfixiante que desde 2007 mantiene por tierra, mar y aire contra la Franja de Gaza, creando la cárcel a cielo abierto más grande que conoce la humanidad, de 365 kilómetros cuadrados aprisionando a 1.8 millones de palestinos.

Durante siete años agobiantes, el Estado de Israel impidió que los palestinos de Gaza dispusieran de un puerto, un aeropuerto, impedidos de pescar en sus aguas territoriales, cercados por la perversidad del dictador Hosni Mubarak que les impedía suministros a través de Rafah, el único punto de la península del Sinaí que tiene contacto con Gaza, por conservar US$2 mil millones que Estados Unidos cede cada año al Ejército egipcio, una doble ruindad.

El actual presidente egipcio, general Abdelfatah Al Sisi, innegablemente que fue instruido por el imperio para detener la barbarie israelí en Gaza y propiciar una paz basada en la exigencia básica de finalizar el bloqueo, que terminarán los cohetes palestinos sobre Israel, una acción desesperada cuando los canales de diálogo los cerró Israel, con el propósito de asfixiar y rendir a los palestinos de Gaza como consiguió con los de Cisjordania presididos por Mammud Abbás y crear un solo Estado judío en Palestina.