Terminar a manoplazos

Terminar a manoplazos

–¿Qué quiere decir usted con eso de que la política es una manopla? –Pues eso mismo; que siempre golpea, maltrata y produce magulladuras. La política es para los políticos; los que se meten en ella sin ser políticos terminan atropellados. Los políticos se insultan, se engañan, azuzan pasiones; y luego se arreglan entre ellos a espaldas de los que pelean en su nombre. Viví un año en Marruecos; allí observé toda clase de abusos; después pasé otro año en Francia viendo a los políticos mentir con gran elegancia y muchos aplausos; entonces conocí a un periodista retirado. Me dijo que se mudaría a un pueblo pequeño de Normandía “para vivir en paz”.

–Fui a visitarlo porque me tocó viajar cerca del lugar. Me invitó a cenar en su casa, frente a una pequeña playa. Desde el ventanal del comedor, perfectamente abrigados, contemplamos la caída de la tarde con sendas copas de vino en las manos. –Aquí todo es mejor que en París; solamente si necesitaras tratamiento médico tendrías que ir a las ciudades grandes. –Tengo cincuenta años oyendo opiniones políticas, me dijo. La única lección importante que he aprendido en todo ese tiempo es que el ciudadano es impotente y desvalido. Aquel francés estaba viejo, como yo estoy ahora. Por eso busco casas próximas a playas donde nunca haya nieve.

Tizol escuchaba al extranjero mientras partía sus salchichas y engullía pequeños pedazos de pan. –Camarero, ¿puede servirnos el café? preguntó el desconocido. El camarero trajo cafetera y tazas y cumplió el pedido con presteza. –Usted tiene buen apetito; come y no dice nada. –Bueno, soy corredor de bienes inmuebles; no soy político. Veo que los políticos son negociantes. Se enriquecen fácilmente en cargos que desempeñan por poco tiempo. A veces consiguen ayuda económica para campañas electorales de sujetos con mala fama.

–El francés que se retiró al pueblecito normando me dijo que los políticos “preferían que los amigos fuesen cómplices”. Las alianzas por dinero son más fuertes que las asociaciones ideológicas. Algunos dictadores caribeños, según he oído, exigían “pactos de sangre”, es decir, alianzas criminales. No sé si es verdad. Pero sí sé que esos negocios demasiado turbios suelen terminar mal. Generalmente acaban a manoplazos.

 

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