Terrible terquedad de los hechos

Terrible terquedad de los hechos

JOSÉ BÁEZ GUERRERO
Desde siempre, distintos grupos de obsesos con su interés particular han creído que el público es tonto, que puede ser narigoneado estúpidamente, como si fuese una manada de borregos. Pero afortunadamente no es así, y para acumular el tesoro inmenso que es la credibilidad, hay que pagar diariamente el precio de respetar al público, a los lectores, a quienes dan sentido –con su atención- al trabajo periodístico. 

 Esta meditación me la provoca la pobre actitud de algunos defensores del mayor fraude bancario conocido por los tribunales dominicanos, el de Baninter, quienes han empleado todas las artes oscuras para tratar de  librar a su mandante de la responsabilidad que él mismo ha admitido,  pues se le juzga como confeso culpable, en la quiebra de ese banco.

En los últimos días, dos actuaciones revelan la catadura de estos señores. La primera es un editorial en que arguyen que “hace falta que  funcionarios y dirigentes de la sociedad, con los pantalones bien puestos,  asuman su rol de defensa de nuestros intereses, sin dobleces y sin  posturas sumisas o dubitativas frente a las desmesuradas exigencias del Fondo Monetario Internacional (FMI)” porque dizque “al FMI sólo le importa  prestar y cobrar lo que presta, sin comprometerse con los traumáticos  efectos que sus medidas provocan en el poder adquisitivo del pueblo”.

  Sin embargo, nada, absolutamente nada, ni siquiera los malos gobiernos, han afectado tanto el poder adquisitivo o el bienestar del pueblo,  como los nefandos efectos de la fraudulenta quiebra de Baninter, que representó según el propio FMI, el Banco Mundial, el BID y las autoridades  del actual y el anterior gobierno, un robo de más de RD$17,000,000,000  (diecisiete mil millones de pesos) y un “hoyo” en la economía de más de  RD$55 mil millones, equivalente a un 20% del PIB.

 Ninguna maroma política ni mediática podrá borrar este hecho,  documentado inequívocamente. Pese a cualquier circunstancia que pueda invocarse  como atenuante, entre ellas las alegadas incompetencia gerencial o maldad política de Hipólito Mejía, al final del día se trata de un fraude,  agravado por el robo de los fondos que el Banco Central dispuso a  favor de Baninter cuando se desconocía la magnitud o real carácter de su  quiebra.

Los defensores de la impunidad del principal imputado por la fraudulenta quiebra de Baninter atacan al FMI porque éste incluye en sus  acuerdos en apoyo de la economía dominicana el reclamo de que se haga justicia  con ése y los demás casos de descalabros bancarios del 2003.

Bien ha dicho el presidente de la Fundación Institucionalidad y  Justicia (FINJUS), Marino Ginebra, al aludir al caso de Baninter: “Si el  sistema de justicia no sanciona en base al respeto del debido proceso de  ley, la sociedad dominicana habrá retrocedido años en su trayecto hacia  un Estado democrático, moderno y donde imperen la justicia y la ley”.

La segunda acción que desnuda la mala intención referida, es la  reproducción el viernes pasado, en su diario, de una columna mía del 2003,  sin incluir en la re-impresión la fecha original de publicación. Se trata  de una vagabundería que revela inmensa pobreza argumental, pues busca  cuestionar mi credibilidad, de manera espúrea, en vez de debatir como  caballeros con ideas distintas. No es un secreto que en las primeras  semanas tras la intervención del Banco Central en Baninter, mucha gente  que habíamos ofrecido nuestra amistad al hoy principal inculpado,  carentes de datos y hechos fidedignos, le dimos el beneficio de la duda. ¡Qué  triste que al carecer de argumentos su defensa sea tan indigna y pobre!

 ¡Qué poco serios son!

La inmensa “teoría de la conspiración” armada como parte de la defensa  del hombre que quebró a Baninter, que incluye narcotráfico,  complicidad gubernamental, lavado, alta política en el marco de la coalición  contra Iraq, angurria re-eleccionista y otras lindezas, puede ser  entretenida, y da para pasarse muchos domingos elucubrando respuestas, pero el  “bottom line”, como dicen los auditores, es que hubo un fraude inmenso,  un robo de cuando menos diecisiete mil millones, que todos los  dominicanos estaremos pagando durante un cuarto de siglo, para solventar lujos  y concupiscencias ajenas.

 No importa cuánto digan o hagan, los hechos son tercos.

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