Terrorismo de Estado con mariachis y tequila

Terrorismo de Estado con mariachis y tequila

El Zócalo (Plaza de la Constitución) es la plaza central del Distrito Federal en México, el epicentro y memoria institucional de todos los acontecimientos políticos y económicos importantes desde que se fundó la nación. Es ahí donde está enclavado el Palacio de Gobierno, la Alcaldía y la Catedral mayor de la capital. También en ese lugar, se originan casi todas las manifestaciones de protestas y reclamos.

Hace un par de semanas, El Zócalo fue iluminado de noche con una consigna escrita en el suelo con las siguientes palabras, “Fue el Estado”. Los organizadores de esa protesta, con ese mensaje acusaban al Estado de ordenar la ejecución y desaparición de los 43 estudiantes normalistas de la ciudad de Iguala en el estado de Guerrero, ocurrida el pasado 26 de septiembre.

Ese genocidio ha convulsionado la conciencia de México y la comunidad internacional. Según un testigo, las víctimas fueron previamente torturadas, les desfiguraron los rostros – evidentemente para que no fuesen reconocidas – y luego enterrados en fosas comunes en la falda de una montaña cerca de esa desventurada comunidad.

Si fue el Estado, tal como parece, entonces es “terrorismo de Estado” a lo Pinochet, Trujillo y Saddam. El problema es que no se entiende la razón de esas atrocidades y cuáles son las ganancias políticas o económicas en asesinar estudiantes.

Los hechos: Un grupo de estudiantes rurales de magisterio (normalistas) toman unos autobuses a la fuerza para ir a protestar a Iguala (una ciudad del estado de Guerrero) por la desaparición de un profesor ocurrida anteriormente. Ese día, la esposa del alcalde (María Pineda Villa) tenía un evento para apoyar su candidatura en las próximas elecciones. Ella entendía que los estudiantes venían a interrumpir su acto proselitista donde ocupaba la principalía del evento. Así las cosas, avisa a su esposo (José Luis Abarca) el cual ordena a la policía municipal que él controla, que no permitieran que los estudiantes interrumpan en el acto de su mujer. Los normalistas fueron detenidos por la policía municipal y entregados al cartel de droga (Los Guerreros Unidos) que controla esa infeliz población. Los narcos de Iguala recurrieron a los narcos del pueblo cercano de Cocula para desviar y despistar su responsabilidad. Los narcos vecinos ejecutaron la orden por cuenta y cargo del cartel socio.

Si eso ocurrió así, es una clara acción criminal ordenada por el gobierno municipal, ejecutada por los narcos. Pero todo eso no era posible ejecutar, si no existieran complicidades en las alturas del poder político.

Se revela que el Gobernador del estado de Guerrero era y es socio del alcalde de Iguala. El Gobernador es del partido político PRD, partido contrario y rival del partido que gobierna el Presidente Enrique Peña Nieto, del PRI. El Gobierno Federal acusa rápido al Gobernador de Guerrero, pues Peña Nieto le quiere echar “una vaina” al Gobernador del partido contrario. Así pues, la crisis de los jóvenes desaparecidos fulminó al Gobernador del estado de Guerrero que es obligado a renunciar.

Si se recuerda, hace algunos meses, fue el Estado quien también dio paso al aniquilamiento a sangre fría de una veintena de jóvenes en Tlatlaya en el estado de México, y digo que fue el Estado, pues fueron ocho soldados los responsables. Esas acciones están documentadas y probadas, de hecho, todos los militares que la ejecutaron están en la cárcel.

El asunto es que, el cartel de Los Guerreros Unidos es una especie de cuasi estado sin estado, con normas coercitivas que imponen terror y necesitan matar inocentes indefensos para así ganar la dominación y el sometimiento de la sociedad. La realidad es que, la máxima autoridad que es parte activa de las conjuras no se atreven a desafiarlos y naturalmente, no hacen nada.

Cuando escribo este artículo la prensa reporta que el Alcalde de Iguala, y su esposa considerados responsables intelectuales de la desaparición han sido detenidos. Se informa así mismo, que el Presidente ha anunciado que convocará a las fuerzas políticas, estatales y sociales con el objetivo de forjar un gran pacto contra la violencia.

Nadie cree ya en el mandatario. No existe la menor duda, que Enrique Peña Nieto ha tomado el bastón y estilo de Carlos Salinas de Gortari, “Amarro negocios arriba para los míos y para mí y, que Dios reparta suerte abajo”. Parece ser que en Iguala como en Tlatlaya, la suerte no ha llegado. México está que da pena.

 

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