¿Terrorismo en el cosmos?

¿Terrorismo en el cosmos?

Las órbitas malcriadas de cometas suicidas y aerolitos errantes, han sido y son, de hecho, una amenaza impredecible y permanente para el planeta Tierra. En cualquier momento un peñón descarriado del tamaño o más grande que esta isla o algún cometa disoluto podrían chocar con ésa y arrasar la humanidad entera. Se ha tratado de crear una tecnología de contingencia para enfrentar esta tenebrosa posibilidad, bien presumiendo desviar de su órbita letal estos objetos realengos antes de que se aproximen a la Tierra, llegando hasta ellos, colocando y detonando enormes cargas en su superficie para desquiciar su curso, o interceptándoles con cohetería, desintegrarlos, en una técnica similar a la de los Patriots que defendieron los cielos de Israel frente a los ataques de Sadam Husseim en aquel relampagueante Desert Storn espectacular, impactándolos y haciéndolos estallar a medio camino en pleno vuelo.

Sin embargo, desde las remotas épocas en que una inexplicable “falla” cósmica alterara el equilibrio del sistema y provocara una hecatombe prehistórica, desviando caprichosamente de su curso uno de estos aerolitos letales estrellándolo contra el planeta Tierra, borrando de un rafagazo terrible aquella devoradora fauna de dinosaurios monstruosos y bestias de dimensiones desproporcionadas, eliminando casi toda la evolución primaria de la faz del tiempo y arrasando con el impacto de su bola de fuego toda señal de vida y vegetación en medio planeta hace billones de años, no ha vuelto a amenazar nuestro desamparado hogar otra colisión desorbitada como aquella. ¿Quién lo ha evitado, que cosa nos habrá protegido hasta ahora por los siglos de los siglos?… ¿La exactitud de la armonía matemática universal?… falla con los cometas de órbita medalaganaria y los aerolitos descastados que medorean en busca de una bronca trágica. Recuérdese que, muy recientemente, vio con asombro sobrecogedor en la TV el impacto de varios de estos proyectiles realengos sobre la superficie del planeta Júpiter. El efecto devastador en su superficie y las ciegas consecuencias desquiciadoras en el ámbito misterioso del vecino planeta son catastróficamente inimaginables. ¿Desobedecen estos objetos el mandato de la lógica de las leyes que gobiernan las inefables ciencias físicas?…¿Por qué sucede? ¡No debería suceder!.. a menos que entren de lleno en el terreno de excepción del azar, que es propiedad privada de lo… ¿ilógico? ¿Lo escuchó reír… verdad?

¿Cuál es el Plan Divino? Solo podemos adivinarlo, conjeturarlo, siguiendo sus sabias coordenadas. La clave parecería estar en el desarrollo puro y profundo de inteligencia y espíritu. Lo que sería el desarrollo de las potencias de la inteligencia del hombre dentro de billones de millardos, implicaría un ser de pureza más cercaba a las instancias del Creador. La Supra Inteligencia de que hablamos implica un grado de elevación intelectiva inalcanzable, inconcebible en nuestros soberbios términos competitivos de hoy. Unas serena fijación de valores primarios y principios, con la blancura e infinita profundidad de mente, alma y espíritu del ser que Dios habría proyectado. Su heredero a su Impoluta Imagen y Semejanza. La síntesis acabada del futuro debe indefectiblemente evolucionar hacia un ser de sublimado espíritu, una mentalidad genial de supremo capacidad científica y bíblicamente humano en su pureza. Las pasiones insanas, la soberbia, el crimen, la envidias, la bajeza, la ostentosidad, la tosquedad de pensamiento y todas las desventajas y pasiones rastreras arrastradas por el hombre en su libre albedrío, no cabrían en el desarrollo del ser de esas etapas, armonizadas por una inteligencia más allá de lo terrenal, más poderosa y consciente de las esencias místicas que lo unen e impregnan a una creación ya multiplicada en abundancia universal equitativa y justamente cultivada.

El mandato inevitable de la Selección Natural iría descartando y eliminando en el correr de los milenios el lastre del hombre perverso y soberbio, descreído, incapaz, incompetente y destructivamente infeccioso que ha quebrantado la fuerza de la fe en Dios y en la propia humanidad. Entraríamos en un universo donde el hombre sin maldad tendría las opciones infinitas que Este ha puesto en sus cielos para habitarlas en armonía y es el hombre de este planeta, no otro, el escogido desde el Génesis para seguir sembrando la semilla sana que debe germinar en el corazón del Hombre Universo que pueble la creación feliz hacia otros mundos. Nada ha sido creado de más. La creación sin el hombre no tendría sentido. Estaría muerta y vacua, inexistente, inconcebida, innominada… para darle valor vital al universo fue creado el hombre. ¿Podría ser este el Plan Divino?

El hombre apocalíptico contemplaría desde lejos la catástrofe tempestuosa del Sistema Solar y el holocausto final de las maldades de aquel ser de indignidad diabólica de hoy en día, que quedó atrás, confundido en el gangrenado vientre de este planeta, convertido en polvo profético, cenizas y rescoldo lamentable, condenado a la nada en la oscuridad profunda de un mundo fantasmagórico sin soles, envuelto entre sombras bamboleantes y el bíblico castigo de un silencio oscuro como el vacío eterno, hasta que el Azar decida reciclar su materia para un mejor mundo.

Aparentemente el hombre no percibe la Espada de Damocles que le condena sin alternativas a una obligada conquista del universo o la irremisible desaparición de la especie. Tecnológicamente ha iniciado ya la conquista del espacio, evidentemente más que por prudentes y sabios instintos de conservación, impulsado por enfermizas rivalidades guereristas, y lamentablemente, sin una clara conciencia conceptualmente bíblica. Nadie se acordó del Creador cuando desde Apollo 11 se violó aquella Luna virgen pasada sobre la nada. Nadie rezó una oración humilde para ser escuchada por toda la humanidad desde la inmensidad del espacio en ese singular momento, nadie tuvo la ocurrencia de plantar una Biblia en lugar de una bandera, abierta sobre la huella pretenciosa de una bota sobre tres milímetros de polvo sin edades o de sublimar un mensaje sumiso, asumiendo la pequeñez infinita de aquel “giant leap”, ante la inmensidad inconmensurable y desproporcionada de una creación inconquistable, sobre el escenario elocuente de un Génesis sobrecogedor de mudas rocas infinitamente silenciosas, eternos testigos de la ajena Creación. Sus palabras primeras son un monumento de enfermiza elocuencia envanecida y culto desproporcionado de apasionada y pretenciosa soberbia humana. Su gravedad insólita se delata en la injusta omisión de la palabra Dios. El hombre, en esta lapidaria frase, parece asumir intrínsecamente, no solamente el papel protagónico en la obra, sino la autoría de la obra misma:”That’s one small step for (a) man, one giant leap for mankind”: (Ese es un paso pequeño para un hombre, un gran salto para la humanidad).

Ridículo, por demás, fue el hecho absurdo de haber sido sometidos a su regreso a rigurosa cuarentena y “descontaminación”, como si la Creación hubiese de contaminar al hombre y no al hombre de hecho la intocada Creación. El ser humano parece más bien estar asumiendo, ante el altar de sus resabios nitzscheanos, el compromiso doctoral de ultra valoración frente al espejo deformante del saber y de afanas científicos puramente egotérricos, envanecido ante el reflejo desproporcionado y grotesco del monstruo de su propia imagen. Sin embargo, a pesar del hombre mismo, serían estos los primeros pasos hacia el encuentro glorioso y eterno con la serenidad paradisíaca de su Creador, quien le ha legado y permitido, paternalmente, asumir toda la pretenciosa sabiduría de que puede hacer gala.

El cumplimiento del Plan Divino sigue en camino a pesar de las oscuras fuerzas desatadas para tentar al hombre y desquiciar la Creación… Concepción luminosa y solitaria, obra de la energía omnipotente, omnipresente y sublime de la inteligencia armoniosa e impoluta de Dios, anterior a las ideas y al despertar del tiempo.

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