Terrorismo en Noruega

Terrorismo en Noruega

Los informes de prensa del ataque terrorista del 22 de julio de 2011 en el minúsculo islote Utoya, cercano a Oslo, Noruega, pudieran ser resumidos de la siguiente manera: un hombre acudió al campamento juvenil del Partido Laborista, haciéndose pasar por agente policial. Congregó a su alrededor a cerca de doscientos jóvenes y entonces abrió fuego contra la multitud.

Luego perseguiría a los sobrevivientes disparando a cuanto se moviera. El balance de bajas muestra que 69 jóvenes perdieron la vida y un total de 96 quedaron heridos por el ataque. El asesino se declaró autor único del genocidio al ser arrestado por la policía, 80 minutos después de que comenzara el tiroteo.

La hipótesis de autor único de la masacre luce difícilmente convincente a la luz de ciertos datos contradictorios y excluyentes. ¿Cuántos disparos hay que realizar para matar a 69 jóvenes y herir a otros 96? Debe tomarse en cuenta que el asesino disparó contra la multitud desde el mismo nivel, lo cual impidió alcanzar gran cantidad de víctimas. Como reacción natural, esa multitud se desorganizó al escuchar las primeras detonaciones y el criminal empezó a recorrer el islote buscando nuevas víctimas.

Un simple cálculo de probabilidades podría establecer que, para matar a una persona en esas condiciones de dispersión, harían falta tres disparos como promedio. Para neutralizar por heridas haría falta promediar uno y medio. Asimismo, se puede hacer un estimado conservador de que el agresor solitario haya fallado uno de cada cinco intentos al disparar mientras caminaba. Visto y analizado así, pudiéramos decir que un asesino habría necesitado 207 disparos para asesinar a 69 personas, 144 para neutralizar a 96 individuos y 50 errados por causas fortuitas.

La suma total de disparos sería entonces de 401. Ya que portaba un fusil automático con cargadores de 20 proyectiles cada uno, debe haberlos sustituido 21 veces. Veintiún cargadores deben pesar, aproximadamente, dos libras cada uno por lo que habría tenido que cargar, al inicio, 42 libras de peso. Asimismo, esta carga pudo haberla llevado en una mochila porque la misión para la que se preparó requería de escaso tiempo para ser realizada. ¿Usó un solo fusil? De ser así, habría que pensar cómo pudo soportar un arma, modificada para funcionar automáticamente, 400 explosiones internas en corto plazo sin recalentar su mecanismo.

Habría que preguntarse también: ¿qué hizo la multitud de aproximadamente 600 jóvenes cada vez que este asesino cambiaba veintiuna veces de cargador al recorrer el islote buscando víctimas? ¿Se petrificaron inmóviles? ¿Ninguno entre los centenares de jóvenes intentó tirarle aunque fuera una piedra para neutralizarlo? Suponemos que se dispersaron por la espesamente arbolada isla, dificultando así la puntería de un solo asesino.

Si recordamos el atentado reciente contra una congresista de Estados Unidos comprobaríamos que fue impedido de seguir asesinando a otros en la multitud cuando quiso cambiar el primer cargador. Fue entonces cuando alguien que allí estaba lo impidió, con lo cual neutralizó momentáneamente al agresor y fue suficiente para que se evitara una posible matanza.

Otra cosa que sorprende es: ¿no había ninguna autoridad adulta o cuerpo de seguridad en el islote? ¿Por qué el llamado “salvador de la humanidad” se rindió tan fácilmente a la policía y optó por declararse como único culpable de esa masacre antes de que alguna autoridad lo cuestionara? ¿Confiaba gozar de inmunidad ante la autoridad policial? ¿A quiénes trata de ocultar al encubrir una acción imposible de realizar por una sola persona?

También resulta incomprensible  que un juez haya decidido que la comparecencia del confeso asesino se realizara a puertas cerradas sin la presencia de periodistas en los interrogatorios. ¿A quiénes podría interesarle ocultar los detalles y las posibles contradicciones que pudieran surgir en las declaraciones de este terrorista?

Ante tanta incoherencia, puede suponerse que es prácticamente imposible que esa matanza pudiera haber sido realizada por una sola persona. Todo parece indicar que, quizás, dos grupos de asesinos pudieron haber perseguido a los casi setecientos jóvenes y obligarlos, con dificultades, a que la mayoría se mantuviera dentro del alcance de sus armas, mientras los aniquilaban.

La versión oficial de esta matanza es muy débil. Mucho falta por aclarar todavía para que podamos creerles.

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