Terrorismo, fanatismo, inseguridad y política

Terrorismo, fanatismo, inseguridad y política

Me encontraba en Londres cuando aconteció el atentado terrorista del 11 de marzo, que dejó un saldo de doscientos dos muertos, mil y pico de heridos y una cuarentena de cadáveres que ha sido casi imposible identificar. Ese día, tomé el tren subterráneo para asistir a las reuniones del Consejo de la Organización Internacional del Cacao (ICCO) y no podía alejar de mi mente, que en esos momentos pudiera suceder un hecho similar allí en el andén que esperaba el llamado «tubo».

Mirando a mi derredor, pude notar el estado de inquietud que reinaba en el ambiente y debo confesar, que sentí temor, ya que un solo artefacto explosivo, hubiese causado una masacre de dimensiones muy difícil de cuantificar.

El estado de inseguridad y zozobra se percibía en los que a esa hora del llamado «rush», se dirigían a sus labores cotidianas. Y no era para menos, ya que los fundamentalistas y los terroristas de Al Qaeda, habían amenazado con tomar represalias contra todos los países que participaran en la guerra con Irak. El Reino Unido fue el gran acompañante del ejército norteamericano y sus tropas todavía ocupan una gran parte de la Mesopotámica. Los ingleses temen, que tarde o temprano, se ejecute un atentado similar al llevado a cabo en Madrid. De ahí la solidaridad que han expresado los gobierno europeos que se sienten intimidados por esa horda de fanáticos, que sin importarles su propia vida, sesgan la de miles de inocentes que no tienen la culpa de las decisiones que toman sus gobiernos.

Observar por los medios televisivos el espectáculo de horror de cuerpos ensangrentados, mutilados y hasta agonizantes, dejó sin aliento a muchos que experimentaron en carne propia su impotencia ante un enemigo invisible y despiadado. Sin bien es cierto, que este berenjenal se lo buscó el gobierno de los Estados Unidos de América, que ha alborotado las avispas hasta el extremo, que ya el panal no le sirve para amainar sus ansias de «picar» y hacer el mayor daño posible a aquellos que hoyaron su territorio bajo un pretexto, que pasado un año no se han encontrado las armas de destrucción masiva que dieron origen a la invasión.

Viajar en estos momentos se ha convertido casi en un suplicio. Los registros y la suspicacia se han convertido en el peor enemigo del viajero. En mi caso, que tengo un tornillo en la pantorrilla, he tenido que sufrir el vejamen de un escrutinio más severo, quitándome no sólo el zapato, sino también las medias. En una ocasión le tuve que espetar a una morena que con aire inquisidor me pasaba el detector, si quería que me quitase la piel.

En el ╡frica había comprado una pequeña escultura de madera que traía conmigo como equipaje de mano. Pasó por Abidján, Londres y Madrid, pero al llegar a Paris para mi regreso a Santo Domingo ¡ah sorpresa! Un «diligente y celoso» guardián de seguridad me indicó, que existiendo en el aeropuerto Charles De Gaulle la alerta roja, eso podía ser un arma peligrosa y no valió argumentos ni protestas, tuve que echarla con las maletas y por supuesto, sin protección, llegó partida en dos lugares.

Las ridiculeces que se observan dan ganas hasta de reírse. A un señor le fue decomisado un cortaúñas. A otro, una afeitadora de las desechables. Lo risible del caso es, que en «business», la comida la sirven con cuchillos de plata y el bulto que regalan para relajamiento en el vuelo, incluye una afeitadora como la que le quitaron al pasajero de marras.

El atentado del 11 de marzo en Madrid también tuvo su repercusión política. El gobierno de Aznar, cuyo candidato Rajoy llevaba una ventaja de alrededor de un 7% sobre Zapatero, al mentir al pueblo español culpando a la ETA sobre ese horrible hecho de sangre, cuando ya los organismos de seguridad sabían el origen musulmán de los participantes, los votantes en las elecciones del domingo siguiente, le aplicaron «el voto castigo» y de ese modo el Partido Socialista volvió al poder. Como dijo un amigo mío, los que ganaron fueron los de Al Qaeda, pues voltearon los resultados de los comicios.

Europa vive momentos de tensión, los ministros de la Unión Europea se están reuniendo para tratar de conjurar el peligro. El problema es, que muy poco se puede hacer ante un fanático, que el mismo se convierte en bomba y se explota. No hay seguridad en los trenes, ya que las vías férreas son de difícil protección. Cualquier paquete, maleta o bulto olvidado o extraviado es tratado como si fuera un explosivo. Es más, ya nadie quiere montarse en un autobús o vagón en la que viaje una persona con turbante. De seguir así las cosas, las fronteras volverán a cerrarse entre los países signatarios de la Convención Schengen. Para muestra un botón. Portugal ha dicho que cerrará sus fronteras para la copa mundial de fútbol ante las amenazas de boicotear esa actividad deportiva. Ojalá que la calma vuelva para que los sobresaltos sean cosas del pasado.

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