Tertulias literarias

Tertulias literarias

Sócrates estableció en Atenas, en el siglo quinto antes de Cristo, la primera gran tertulia de Occidente. Platón concurrió a esa tertulia por espacio de muchos años. El resultado final fue que un macedonio, asiduo asistente a la nueva tertulia de Platón – la Academia-, gobernó las mentes europeas hasta el siglo XVII y algo más. Aristóteles oyó a Platón durante veinte años. Su influencia intelectual se extendió por siglos. Empezó a declinar sólo después de la muerte de Descartes en 1650. Tertulias célebres hubo en Inglaterra, en Francia, en España. Bernard Shaw, Lord Keynes, Darwin y Blake; Valery, Eluard, Poincare, De Broglie; Unamuno, Cajal y Ortega, fueron infatigables “tertulieros” Usaban la tertulia como un diario ritual catártico.

Nada de obligaciones predeterminadas con respecto a temas y desarrollos expositivos. Si la conversación transcurre ordenada, venga pues; si, por el contrario, vaga, como los picaflores entre cayenas, de un tema a otro, venga también. Sólo es obligatorio que nada esté prescripto y formalizado de antemano. La gratuidad de la tertulia es uno de sus más sabrosos ingredientes. Habrá quien acuse a los contertulios de cualquier época y lugar de estar perdiendo el tiempo. Y a veces ocurre así, sin duda. Y es grave, puesto que el tiempo es la substancia de la vida, es material del cual está hecha nuestra existencia.
Xantipa, la mujer de Sócrates, debió proferir notables denuestos contra el descubridor de la razón al verlo entregado a continua discusión. Sócrates descuidaba su trabajo por el puro placer de abandonarse, con Platón y Jenofonte, al delirio de su genial charlatanería. La vida moderna amenaza la supervivencia de la tertulia. Amigos que se estiman de veras no pueden verse porque los separan muchos kilómetros de carreteras y montones de semáforos. Y es una lástima.
¿Quién ha dicho que sea perder el tiempo llenar de sonrisas las bocas de los amigos? La alegría que fluye de la tertulia- literaria o no- aleja la visita del psiquiatra, endulza nuestros humores y favorece el sueño reparador. ¿No es la tertulia una forma de terapia de grupo, como ahora se dice? La tertulia puede ser en ocasiones un seminario – semillero-; una fecunda siembra de sugerencias inteligentes. (La feria de las ideas; fragmento; 1979.

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