Testigos narran el horror

Testigos narran el horror

MADRID (AFP).- Los bomberos trabajaban el jueves entre las vías del tren, donde yacían todavía numerosos cadáveres, para intentar liberar a las víctimas atrapadas en los restos de dos de los cuatro trenes reventados por el cuádruple y ciego atentado que causó 190 muertos y más de 1.200 heridos en Madrid.

En la estación de Atocha, una joven ilesa explicaba a la prensa que los vagones estaban llenos de estudiantes: «Había gente que, como yo, iba al instituto. Era una sensación extraña, no tengo palabras para explicar lo que siento… había muertos en las vías… gente con la cabeza destrozada».

«A la entrada de Atocha no vi nada, todo se borró de golpe, se me cayó el techo encima y no me acuerdo si era por la puerta o la ventana, pero sé que salté sobre las vías. Tengo el tímpano perforado, tengo algo en la pierna y los ojos quemados, pero estoy bien, comparado con otros…», decía otro viajero.

«Había pedazos de chapa a varias manzanas de la estación», según un habitante de la calle Téllez, cercana a la estación, que explicó que la confusión reinaba en torno a la estación donde se elevaba una nube de humo.

Numerosos heridos eran atendidos en un gimnasio próximo a la estación, tendidos en el suelo y abrigados con mantas.

La explosión en la estación periférica de El Pozo del Tío Raimundo se produjo en el interior de un tren de dos pisos, en uno de los barrios más marginales de la capital española. Testigos oyeron sonar los móviles de los muertos y describieron un espectáculo insoportable de cuerpos desgarrados.

A esta hora de la mañana, los vagones iban llenos de trabajadores y estudiantes que tomaban todas las mañanas la misma línea cuya terminal es la estación de Atocha, en pleno corazón de Madrid.

Una enfermera que trabajó este jueves por la mañana entre las víctimas, Paqui Fernández, relató: «Algunos cuerpos eran reconocibles y otros no. Yo misma vi un cadáver sobre el techo de la estación. Las victimas eran, en su mayoría, jóvenes. Lo que más me impresionó es que los teléfonos móviles de los muertos no dejaban de sonar… Arrancamos los bancos rojos de la estación para convertirlos en camas… Había restos humanos por todas partes, humareda y sangre. Los bomberos distribuyeron guantes y todos los que estábamos por allí nos pusimos a ayudar como podíamos».

Según un hombre que vive enfrente de la estación, Rafael Martín, el lugar estaba «lleno de trozos de carne por todas partes».

En la estación periférica de Santa Eugenia, viajeros impactados manifestaron su horror ante los cadáveres y los cuerpos de heridos tendidos sobre las vías que debían pasar por encima para llegar a los andenes.

«Algunos minutos después de haber arrancado, sentimos una fuerte sacudida y las luces se apagaron. En un primer momento, la confusión se adueñó del vagón en el que estaba. La gente no sabía lo que pasaba y después pudimos abrir las puertas. El último vagón, el mío, estaba lleno de cadáveres y muchos sobre las vías. Había cadáveres en los vagones e incluso gente carbonizada en sus asientos», relató uno de los viajeros, Antonio Villacanas.

«Fue horrible. Tras la explosión la gente se arrojó al suelo, luego salimos, comprobamos que no venía ningún tren del otro lado y cruzamos la vía. Había muertos y heridos por el suelo, la gente corría en todas las direcciones, con los rostros ensangrentados y gritando», cuenta entre llantos una estudiante, Isabel Vega. Según continuó, la explosión se produjo en el vagón central, al que sube mucha gente para poder salir antes».

«Era una imagen dantesca y apocalíptica», resumió José García, que se encontraba cerca de la estación de Santa Eugenia.

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