Teté Marella se va, pero vuelve…

Teté Marella se va, pero vuelve…

“Estos años en República Dominicana han representado lo esencial de mi vida. Me da mucha tristeza irme, pero me quedé sola”.
Quien así habla es Teté Marella, la misma exitosa y consagrada pintora, dibujante y escultora que hemos admirado a través de las robustas figuras que nos regala, del colorido que le impregna a sus obras y de los mensajes sociales que subyacen en muchas de ellas.
Desde hace unos meses está preparando su viaje de retorno hacia el Buenos Aires que la vio nacer y del que marchó hace más de cuatro décadas.
Wladimir Lerner, su compañero de vida, de jornadas laborales y artísticas, la acompaña desde otra dimensión, pues partió; su hijo Sebastián es pianista y vive en España, y Valeria, la menor, reside en Buenos Aires, donde actualmente cursa una maestría en Psicología.
Pero Teté se va con la promesa de que volverá a menudo a la patria que ama; la quiere y es parte de ella, porque tiene la nacionalidad dominicana.
María Esther Marrella es su nombre completo. El apellido lo asentaron así por error, cuando sus antepasados llegaron a Buenos Aires proveniente de Italia, pues es Marella. Pero, como para volver al origen, luego de una exposición que ella hiciera en Santo Domingo, la crítica de arte Marianne de Tolentino hizo una reseña y tuvo una equivocación en el nombre y escribió Marella, a ella le gustó y así se llama artísticamente.
Pero ambos apellidos le gustan, porque el genovés Marella significa “mujeres de mar”, y para los canarios Marrella es amarillo.
Su aventura en República Dominicana. Teté nos cuenta cómo fue su llegada a República Dominicana hace 43 años. Conoció a su esposo Wladimir cuando estudiaban juntos en Buenos Aires, él Fotografía y ella Publicidad. Luego de casados vivieron un año en Bogotá (Colombia) y entonces les ofrecieron empleo en una agencia de publicidad en Santo Domingo.
Todo parecía ir bien, pero al poco tiempo unos “clientes gordos” retiraron sus cuentas de allí y los ejecutivos se vieron precisados a cancelarlos. Recién ella se había dado cuenta de que iba a ser madre y cuando le expuso la situación fueron muy compresivos con ella y además de pagarles sus prestaciones, les brindaron otras facilidades adicionales.
Entonces se lanzaron a la búsqueda de nuevos empleos. Como especialistas que eran, elaboraron un brochure con sus fotos ofertando que lo encabezaba este mensaje: “Para nosotros, los domingos son los miércoles”, y a continuación detallaba los servicios que ofrecían; inmediatamente fueron contratados por la Young and Rubicam & Damaris; él como fotógrafo y Teté como redactora creativa. Luego ella trabajó en Pagés y en otras agencias publicitarias.
Después se fue adentrando en la plástica; primero en el dibujo y cuando en el año 1979 con “El mago” ganó el premio en ese renglón en la Bienal de Artes Plásticas, así que se dijo: “Si gané un premio tengo que tomar en serio lo que hago”, y siguió en eso. Hizo exposiciones solamente de dibujos en APEC, donde también impartía docencia, y en la entonces Galería de Arte Moderno, hoy Museo.
Por el mundo de la pintura. Confiesa que no estudió pintura, sino que fue un proceso gradual que fue cultivando por la fascinación que ejercía en ella el entorno tan luminoso del país y necesitó plasmarlo con pinceles.
Los contactos personales con maestros universales de la plástica la ayudaron mucho en la parte técnica. Recuerda que una vez, en el estudio del grabadista puertorriqueño Lorenzo Homar tomó el pedazo de un trabajo que había en el piso “y lo tengo todavía”. Luego, cuando montó una exposición en Ecuador, visitó a Eduardo Kingman (maestro de Oswaldo Guayasamín), que ya estaba muy enfermo, y de él aprendió mucho.
Los libros también ejercieron su influencia en la parte técnica, porque la creativa afirma que es algo que “está totalmente en uno; si uno es muy creativo, si no suelta, entonces esa creatividad revienta. Muchas obras son catarsis”.
Confiesa que ante la pintura, el dibujo pierde relevancia, por lo menos en nuestro país, pero que a pesar de que le dedica más tiempo a la primera, muchas veces hace combinaciones. Y en cuanto a sus figuras, ellas reflejan todo lo rotundo y luminoso de nuestra naturaleza: “el sol te quema, el azul del mar es hermoso, todo es redondo…”, –afirma.
¿Hay influencia de Botero en sus obras? –preguntamos–. Su respuesta es negativa. Dice que de él solo le gustan sus esculturas a pesar de que la gente la relaciona con ese artista colombiano.

Sus hijos estudiaron aquí. Tanto Sebastián como Valeria se hicieron profesionales en el país; Sebastián se graduó en el Conservatorio Nacional de Música; su padre lo ayudó mucho, pues también era melómano; luego estudió jazz en el Berklee College of Music, de Boston, y ahora está en España contratado por la Yamaha School of Music.
Valeria es publicista, egresada de Unibe, hizo estudios de postgrado en Buenos Aires y luego decidió hacer la carrera de Psicología clínica. Teté refiere que haciendo prácticas, su hija visitaba a mucha gente con problemas y para hacer catarsis se dedicó a pintar; cuando le mostró sus trabajos quedó tan fascinada que decidieron hacer una exposición conjunta muy exitosa.
Se siente orgullosa de sus hijos porque son dos chicos estupendos “de una generación saludable, cuando no había drogas ni peligros en la calle”.

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