THE NEW YOR TIMES
Quizá los británicos mejoren la democracia

THE NEW YOR TIMES <BR>Quizá los británicos mejoren la democracia

POR ADAM NAGOURNEY
BRISTOL, Inglaterra.-
Stanley Greenberg, un encuestador estadounidense, estaba leyendo los matutinos británicos el otro día cuando vio algo inusual entre el torrente de artículos sobre la próxima elección nacional aquí: una fotografía a toda plana de una mujer desnuda. Greenberg, asesor del Partido Laborista, estaba sentado en la oficina de campaña en Londres y miró en torno nerviosamente, pero sus colegas británicos difícilmente se sorprendieron.

En unos días, es probable que los votantes hagan regresar al Partido Laborista del Primer Ministro Tony Blair al poder, asestando su tercera derrota consecutiva a los conservadores. Inevitablemente, los británicos han ofrecido más evidencia de la globalización de la política de campaña estadounidense, desde una reunión aquí en el oeste de Inglaterra que podía haber ocurrido en Des Moines, Iowa, hasta ecos del lenguaje cuando Blair calificó a su oponente, Michael Howard, de «extremo» y Howard describió a Blair como poco digno de confianza.

Sin embargo, lo que podría resultar más revelador no son las similaridades sino las diferencias entre los dos países, diferencias que algunos analistas argumentan no favorecen a un sistema estadounidense que ha cambiado bajo el peso del dinero, los anuncios televisivos y las apariciones de los candidatos cuidadosamente preparadas.

Bajo limitantes gubernamentales que serían difíciles de imaginar en Estados Unidos – incluido cuánto duran las campañas, cuánto dinero se permite gastar a los candidatos, y en qué pueden gastarlo _ la campaña británica es discutiblemente más sustancial y reveladora de las opiniones y calificaciones de los candidatos de lo que se puede encontrar en Estados Unidos.

«Las elecciones británicas son muy diferentes a las elecciones estadounidenses», dijo Robert M. Worcester, encuestador británico. «Son breves y son agudas».

La andanada diaria de anuncios televisivos que es básica de las campañas presidenciales estadounidenses está ausente aquí; prohibida por una ley británica que limita a los partidos principales a cinco anuncios de dos minutos y medio que son mostrados cada uno sólo una vez en la temporada electoral de 30 días. Las campañas tratan de compensarlo con letreros panorámicos en toda Gran Bretaña, como un cartel conservador que dice: «¿Está pensando lo que nosotros estamos pensando?», una referencia no demasiado sutil a la sugerencia de Howard de que el país está siendo tomado por inmigrantes.

La prohibición sobre los anuncios televisivos significa que las campañas cuestan mucho menos: Los partidos están limitados a gastar poco menos de 20 millones de libras esterlinas al año (unos 38 millones de dólares), una fracción de lo que se gasta en las campañas presidenciales estadounidenses. Eso libra a los candidatos de la obligación diaria de aparecer en actos de recaudación de fondos y de llamar a donadores, actividades que consumen una gran parte del día de un político estadounidense. El sistema británico no pone límites a las contribuciones, pero restringe quién puede contribuir e impone estrictos requisitos sobre los datos a revelar.

Finalmente, la campaña oficial se limita a alrededor de un mes, empezando en el momento en que el primer ministro convoca a una elección, aunque una campaña fantasma ha estado en marcha desde el momento en que Howard fue elegido líder conservador en 2003.

Para apreciar la diferencia entre las culturas políticas, considere esto: El jueves, los televidentes británicos pudieron encender «Question Time» en la cadena BBC y ver a Howard, Blair y Charles Kennedy, líder de los liberales demócratas, sentados solos en un escenario durante 30 minutos, mientras eran apaleados por una audiencia a menudo hostil y bien informada que fue seleccionada por productores independientes precisamente para asegurarse de que sus miembros fueran duros y tuvieran conocimientos. Blair fue criticado por su apoyo a la guerra en Irak, mientras que Howard fue blanco de acusaciones de que su postura sobre la inmigración es racista. Al final, ambos candidatos parecían confundidos y agitados; el Daily Mail publicó una fotografía de Blair con el sudor recorriendo su rostro.

«Es como invitar a su candidato presidencial a hacer el ‘Show de Jerry Springer»‘, dijo Mark Penn, un encuestador estadounidense que, como Greenberg, ha asesorado a Bill Clinton y ahora está ayudando a Blair.

A primera vista, el formato podría parecer similar a las sesiones de preguntas y respuestas casi diarias que el Presidente George W. Bush celebró durante su campaña. Pero las audiencias de Bush eran cuidadosamente seleccionadas, y las conformaban sólo simpatizantes.

Los partidos británicos, en una tradición que se remonta a cuando William Gladstone era primer ministro en el siglo XIX, inician las campañas divulgando detallados manifiestos que plantean en términos altamente específicos lo que el partido hará en el siguiente mandato. «Ya que se hace colectivamente, significa que los ministros y los primeros ministros están unidos por el manifiesto», dijo Pippa Norris, conferencista en política comparativa en la Universidad de Harvard. «Es un verdadero documento, a diferencia de la plataforma estadounidense».

A diferencia de Estados Unidos, Gran Bretaña no tiene tradición de debates. Pero la prohibición sobre la publicidad televisiva regular obliga a los candidatos a librar una batalla por la atención en un foro que se ha marginado cada vez más en Estados Unidos: los medios noticiosos. Los 11 periódicos nacionales están llenos todas las mañanas de páginas y páginas de artículos sobre la campaña.

Blair y Howard buscan llenar el espacio ofreciendo prolongadas y rigurosas conferencias de prensa diarias, donde reciben pregunta tras pregunta. Blair, en una sola sesión la otra mañana, probablemente recibió más preguntas que John Kerry o Bush en ruedas de prensa durante toda su campaña.

Hay algunas advertencias importantes aquí. El proceso británico _ que consiste de 646 elecciones separadas de parlamentarios, en vez de una elección directa de primer ministro – probablemente no funcionaría en Estados Unidos. Es difícil imaginar a los estadounidenses poniendose de acuerdo sobre restricciones al gasto y los anuncios que pudieran parecer chocar con la Constitución de Estados Unidos.

Además, una elección que oficialmente dure sólo un mes puede dificultar realizar la organización que se ha vuelto tan crítica para la democracia estadounidense. «En una elección que se convoca con 30 días de anticipación, el sistema trabaja contra la creación del involucramiento ciudadano», dijo Joe Trippi, un consultor político estadounidense que ha asesorado a la campaña laborista y quien trabajó para Howard Dean.

Además, aunque la longitud, presión y escrutinio de una campaña estadounidense pudieran parecer atemorizantes, algunos analistas argumentan que ayuda a identificar las potenciales debilidades de los candidatos. «Es desgastante y Dios sabe que es de resistencia», dijo Jonathan Freedland, columnista de The Guardian. «Pero al final, si no se es apto para ella, no creo que se aguante todo el proceso. Se puede ver eso con Dukakis o Howard Dean. Hay personas en nuestro sistema que no tenían lo que se necesita y se las arreglaron para salir adelante: John Major y Edward Heath».

Pero Penn, el encuestador, piensa que en general el sistema británico da a los votantes un buen vistazo de los candidatos. Dijo que le sorprendió y complació enterarse de que el mensaje de campaña se las arreglaba para ser transmitido aquí, aun sin publicidad.

Y dijo que la política estadounidense podía aprender algunas lecciones. «La apertura al responder preguntas, convirtiéndolo en una fortaleza en vez de una debilidad», dijo. «¿Por qué los candidatos presidenciales estadounidenses no deberían dar informes breves cada día?»

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