THE NEW YORK TIME
Los secuestros se suman al caos en Haití

THE NEW YORK TIME <BR>Los secuestros se suman al caos en Haití

POR GINGER THOMPSON
PUERTO PRINCIPE, Haití.- Es cajera de un banco. Su esposo entrega paquetes de correo aéreo para DHL. En un país en el que aproximadamente 70 por ciento de los adultos no tienen empleo, eso significa que Gehanne y Jacques-Henri Beaulieu valen una pequeña fortuna.

En un martes, reciente, esa fortuna les fue despojada.

Cuando la señora Beaulieu llegó a trabajar, a plena luz del día, en la agitada Rue des Miracles, tres hombres con armas largas la obligaron a abordar su automóvil. En una hora, llamaron a su esposo por teléfono celular y exigieron 20,000 dólares.

«Si no nos das el dinero, la ejecutaremos», dijo una voz, amable y fría.

Liquidando sus cuentas bancarias, Beaulieu reunió solamente 2,700 dólares. Comenzó a llamar a familiares y amigos, muchos de ellos en Estados Unidos, solicitando desesperadamente dinero.

«Les pedí a todos los que conocía: ‘por favor, ayúdenme a recuperar a mi esposa»‘, dijo menos de dos horas después del secuestro, todavía dominado por el pánico, luego de que sus amigos y parientes ayudaron a un periodista a ponerse en contacto con él. «Si la recupero, voy a enviarla lejos de aquí».

Afirmó que «este país está fuera de control. Nadie está a salvo».

De hecho, más de un año después del inicio de otra transición política plagada de conflictos, es difícil saber quién tiene el control en Haití.

Después de una rebelión armada, meses de choques políticos en la capital, y la fuerte presión de Estados Unidos obligaron al Presidente Jean-Bertrand Aristide a abandonar el cargo en febrero de 2004, el mundo prometió alrededor de 1,400 millones de dólares en asistencia, y las Naciones Unidas enviaron más de 8,000 soldados de paz para ayudar a un vacilante gobierno interino a imponer el orden a la nación más pobre del Hemisferio Occidental.

Pero el caos sigue reinando. Tan sólo en las dos últimas semanas, hombres armados abrieron fuego contra una camioneta de la embajada estadounidense, y el Departamento de Estado ordenó a todo el personal no esencial que salga del país. Un cónsul honorario francés, Paul-Henri Mourral, fue asesinado en el camino entre Puerto Príncipe y Cabo Haitien.

No hace falta estar mucho tiempo en la calle para saber que los problemas de Haití son muy extensos y profundos. Incluso los simpatizantes del gobierno interino lo describen como demasiado débil para generar confianza y negociar la paz entre las muy dispares facciones políticas del país. Observadores extranjeros afirman que la comunidad internacional no fue capaz de emprender el prolongado y peligroso trabajo necesario para reconstruir a Haití, casi desde cero. Muchos haitianos se preguntan abiertamente si hay suficiente dinero y mano de obra en el mundo para lograrlo.

Según diplomáticos y observadores políticos, activistas de derechos humanos y hombres de negocios, este sigue siendo un país destinado a desmoronarse desde dentro, con casi todas sus instituciones saqueadas desde el interior por la corrupción. Brutales turbas surgieron en su lugar,, dirigidas por narcotraficantes, ex oficiales militares, policías corruptos y maleantes callejeros. Todos ellos desencadenaron una devastadora oleada de asesinatos, secuestros, robos armados y violaciones.

Los secuestros son la más reciente plaga.

Al igual que la mayoría de los crímenes, los secuestros no suelen ser reportados. Pero las autoridades del gobierno interino y diplomáticos extranjeros estiman que de seis a 12 secuestros ocurren en esta ciudad cada día. Entre ellos hay casos muy relevantes, como los recientes raptos de empresarios indios y de un contratista ruso de las Naciones Unidas. Algunas autoridades indicaron que recibieron reportes de vendedores de vegetales que son secuestrados por 30 dólares.

Una abrumadora mayoría de los casos parece dirigida en contra de las clases trabajadora y media. Temerosos de acudir a la policía, la mayoría de las familias negocian con los secuestradores por cuenta propia. La familia de la señora Beaulieu negoció durante horas por teléfono celular con un secuestrador, quien se llamó a sí mismo «comandante».

Aproximadamente a las 4:00 p.m. de ese martes, los parientes le dijeron que tenían 4,000 dólares. El comandante respondió que los aceptaría, y le dijo a Michel Lapin, de 39 años y cuñado de la señora Beaulieu, que acudiera en la noche para entregar la recompensa a una casa en Bel-Air. La mujer fue liberada a aproximadamente a las 8:30 p.m.

«Ya nadie está seguro», afirmó Kako Bourjolly, un amigo de la familia. «Esta no es una familia rica. Esta no es una familia política. Son haitianos sencillos, con vidas sencillas. Pero ahora el peligro está frente a todas nuestras puertas».

Un informe del Grupo Internacional de Crisis, con sede en Bruselas, atribuye la responsabilidad por la mayoría de la violencia en Haití a «saqueadores», que incluyen a traficantes de narcóticos, quienes están bien conectados al sistema político pero no son leales a nadie. El Primer Ministro Gerard Latourte afirmó que muchos de los líderes de las pandillas que incitan a la violencia son haitianos que pasaron tiempo en prisiones estadounidenses.

«Estados Unidos exporta sus problemas criminales a Haití», afirmó Latourte en conferencia de prensa. «Muchos de los criminales en Haití aprendieron a ser criminales en Estados Unidos, y cuando son deportados aquí, traen consigo sus habilidades».

No obstante, según otros observadores, la violencia en Haití tiene sus raíces en la política. En mayo, Human Rigths Watch señaló en una carta dirigida a las Naciones Unidas que antiguos miembros del ejército, entre ellos muchos encabezados por quienes ayudaron a derrocar a Aristide, son responsables de flagrantes abusos en las provincias, incluyendo detenciones ilegales y extorsión.

Aquí, en la capital, los barrios pobres como Bel-Air y Cite Soleil, dominados por pandillas favorables a Aristide llamadas chimeres, son casi impenetrables para la policía.

John currelly, un canadiense que representa a la Fundación para el Desarrollo Panamericano, con sede en Washington, fue secuestrado el 24 de mayo por cinco hombres que llevaban pistolas baratas, algunas de ellas sostenidas por cinta adhesiva. Fue liberado 16 horas más tarde. La mayoría de los hombres que lo detuvieron tenían imágenes de Aristide adheridas a las culatas de sus rifles.

En general, según grupos de derechos humanos, más de 700 personas, incluyendo a siete soldados de paz, murieron en los pasados ocho meses. La Policía Nacional Haitiana afirma que no cuenta con la clase de armas y el adiestramiento necesario. La fuerza de paz de la ONU cuenta con más de 6,000 soldados, pero es criticada aquí en Washington por no desmantelar y desarmar a las pandillas.

El embajador estadounidense en Haití, James B. Foley, declaró en una entrevista que las fuerzas de paz de las Naciones Unidas, encabezadas por las Naciones Unidas, parecen incapacitadas por comprensibles preocupaciones acerca de bajas entre sus filas y entre las personas que deben proteger.

Foley dijo que Haití — donde la mayoría de las personas viven con un dólar diario, más de 40 por ciento de los niños sufren desnutrición, y el parto es la segunda mayor causa de muerte entre las mujeres — enfrenta mil desafíos mientras lucha por alcanzar la estabilidad. No obstante, aseguró, a menos que el gobierno asuma el control de las calles, no conseguirá ningún otro avance en cualquier otro frente.

«Haití está cerca de ser un estado fallido», aseveró Foley. «Muchas personas ven la actual misión como la última oportunidad de Haití de contar con un gran esfuerzo internacional para ayudar al país a volverse autosuficiente».

La creciente inseguridad en la capital provocó nuevos temores. Las autoridades advierten que podrían ser incapaces de proteger a su pueblo de la próxima temporada de huracanes, y mucho menos organizarlo para las elecciones nacionales programadas para octubre. Los principales caminos desde la capital hacia el aeropuerto y el puerto internacionales son considerados poco seguros. Estados Unidos y otros países, que incluyen a Gran Bretaña, Australia y Canadá, emitieron advertencias en las últimas semanas acerca de un incremento en los ataques en contra de extranjeros, y alertó a sus ciudadanos a no viajar allí.

Las escuelas y comercios en el centro de la ciudad fueron cerrados. Los haitianos acomodados con parientes en el extranjero comenzaron a abandonar el país. Aquellos que se quedan temen cada vez más salir de sus casas.

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