THE NEW YORK TIMES
Canal de Panamá es amenazado por desaparición de bosques

THE NEW YORK TIMES <BR>Canal de Panamá es amenazado por desaparición de bosques

POR CORNELIA DEAN
MIRAFLORES, Panamá.- Un carguero se desliza lentamente hacia la primera de las esclusas de Miraflores, llevando sobre la cubierta contenedores blancos en pilas de seis o siete. Las puertas se cierran y el compartimiento comienza a vaciarse, mientras el agua se derrama hacia el compartimiento inferior.

Unos minutos después, cuando los niveles de agua son iguales, se abren las puertas al otro extremo del compartimiento, y la nave se desplaza hacia la otra cámara. Una vez más, el agua se vacía, las puertas se abren, y el barco y sus toneladas de cargo se dirigien hacia el Océano Pacífico.

Algo más se mueve — 98 millones de litros de agua, la cantidad que se derrama de las esclusas de Pedro Miguel y Miraflores cada vez que un barco los cruza desde o hacia el Pacífico. La misma cantidad se derrama al Atlántico cuando los barcos cruzan los compartimentos de Gatun, al otro lado del istmo. De esta manera, cada paso a través del canal, paso por las esclusas, significa 196 millones de litros de agua. En un día agitado, podrían efectuarse hasta 40 pasos.

El ague proviene del Lagu Gatun, uno de los mayores lagos artificiales del mundo, creado durante la construcción del canal.

El canal dependen del lago y su agua, estos a su vez dependen del bienestar del bosque circundante partido por las aguas. Sin embargo, en las últimas décadas, la mitad del bosque se ha perdido debido a la tala y a la agricultura de cortar y quemar.

Los panameños saben lo que ocurrirá si no pueden mantener un suministro adecuado de agua para el canal. En el seco invierno de 1990 a 1991, la falta de agua obligó a los operadores del canal a reducir los pasos a menos de 30 diarios, algo que nadie aquí desea repetir.

Aunque la Ciudad de Panamá es hoy un importante centro financiero, según algunas estimaciones el canal y sus negocios relacionados aún representan 40 por ciento o más de la economía de la nación.

Y si los panameños votan en favor de modernizar o ampliar el canal, un tema que se espera que confronten en el referendo de los próximos meses, la confiabilidad del suministro de agua del Lago Gatun sería aún más crucial.

«Necesitamos el agua para el funcionamiento del canal», les dijo recientemente Reyna Carrillo, una guía de Miraflores, a un grupo de visitantes. «Sin el agua, seríamos la zanja más grande de todo el mundo».

La autoridad del Canal de Panamá y un grupo de científicos trabajan para estudiar la hidrología del Lago Gatun, para restablecer su vertiente, y para enseñar a las personas que viven allí la importancia de preservarla. El Lago Gatun es alimentado brevemente por el río Chagres, en el que se construyó una presa durante la construcción del canal. Cruza el istmo en la mayor elevación del canal, y parte del canal corre por él.

El agua por sí sola no es un problema. El Chagres desagua una selva tropical donde llueven 3 metros o más cada año; en teoría más que suficientes para permitir que las esclusas trabajen a toda su capacidad.

Pero la lluvia no cae de manera constante durante el año. La mayor parte de ella cae entre mayo y diciembre, en breves pero intensos aguaceros. Aproximadamente 2.5 centímetros en una hora es lo común, y 15 centímetros al día es algo que se observa en raras ocasiones. La lluvia cae con tanta fuerza en Panamá que los primeros constructores del canal describieron tormentas que convertían el aire en agua.

En las laderas boscosas, gran parte de esta agua impregna el suelo y va a dar lentamente a varias vertientes y va a parar al Lago Gatun.

Sin embargo, las laderas sin bosques no pueden absorber las fuertes lluvias.

Torrentes de agua caen hacia el lago, desbordan la presa Gatun y van a parar al mar, donde no son útiles para las esclusas. Entretanto, los sedimentos arrancados terminan en el fondo del lago, reduciendo su capacidad de almacenamiento.

Una consecuencia es evidente para quienes cruzan la parte del canal del Lago Gatun.

Entre la ciudad de Gamboa y la Isla Barro Colorado, una draga anclada frente a la orilla perfora el fondo del lago, extrayendo el excedente de sedimento y bombeándolo a través de largas tuberías hasta la playa.

La consecuente turbulencia llena el lago con tanto cieno que las personas cercanas que obtienen agua potable de él tienen que filtrarla o usar agua embotellada. Sin embargo, dragar ayuda a mantener la capacidad del lago para almacenar agua.

Cuando el tratado que entregó el canal a Panamá fue negociado, durante el gobierno de Carter. «había la creencia de que, ahora esta área es nuestra, podemos entrar allí», afirmó Luís A. Alvarado Kinkey, un hidrólogo y director de la división ambiental de la autoridad del canal, conocida como ACP. «Vinieron muchos desde el interior. Comenzaron a talar el bosque para sembrar pasto a un ritmo alarmante».

Los panameños practicaron a tal grado la agricultura de cortar y quemar que algunos aquí comenzaron a bromear amargamente que debieron nacer con machetes en las manos.

La deforestación alcanzó su punto máximo en los años 80, según Robert F. Stallard, un geólogo del Instituto de Investigación Smithsonian en Panamá, quien estudia la hidrología de la vía fluvial.

El gobierno panameño reclutó a Stanley Heckadon Moreno, un sociólogo e investigador asociado del Instituto Smithsonian de Investigación Tropical, en Panamá, para estudiar la cuestión en los 80. Este formó un grupo de estudio integrado por científicos y expertos técnicos para evaluar las condiciones y el futuro de la vertiente. «Una de las principales conclusiones fue el absoluto imperativo nacional de proteger los bosques que sobreviven», dijo Heckadon en una entrevista. A instancias del grupo de estudio, Eric Arturo Delvalle, entonces presidente del país, creó el Parque Nacional Chagres, que abarca aproximadamente una tercera parte de la cuenca del canal. «Creo que ese día la compramos una póliza de seguro al Canal de Panamá», comentó.

Pero las cosas no resultaron bien. Gran parte de la década de los 80 fue «un tiempo perdido», según Heckadon, cuando el país permanecía bajo el control de facto del general Manuel Antonio Noriega, y la deforestación continuó. Aun después de que Estados Unidos arrestó a Noriega en 1990, las condiciones eran en un principio inestables y Chagres y otros parques más pequeños no fueron protegidos de manera adecuada.

Pero luego, las cosas comenzaron a cambiar. Heckadon, quien se convirtió en el primer ministro del ambiente, dijo que un paso importante se dio cuando destacados banqueros panameños decidieron dejar de financiar a los ganaderos que talaban el bosque para abrir espacio para el pasto. «Eso le restó fuerza a la tala y los incendios», aseguró. Asimismo, con la entrega del canal, en 1999, las agencias gubernamentales actuaron de nuevo para extender las áreas protegidas.

Sin embargo, algunos afirman que las agencias oficiales no cuentan con dinero o personal suficientes para patrullar los parques tan estrictamente como desean y que, como consecuencia, continúan la tala y la quema, aunque a menor escala.

Por ello, la autoridad del canal y otras entidades emprendieron labores comunitarias para educar a los campesinos panameños sobre la importancia de preservar el paisaje boscoso.

Entretanto, se llevan a cabo intentos por reparar los paisajes dañados. La ACP inició un programa llamado Proyecto de Reforestación de Especies Nativas, un esfuerzo de cooperación con el Smithsonian, la escuela de Silvicultura de la Universidad de Yale, el Centro para el Desarrollo Internacional de la Escuela Kennedy, en la Universidad de Harvard, y otras universidades y agencias, para estudiar mecanismos para proteger el canal y restaurar su vegetación nativa.

Para muchos panameños, el éxito de estos y otros esfuerzos por proteger el canal significa más que el dinero — 65,000 dólares por una tarifa promedio — por los barcos que cruzan el canal.

«Vinieron personas de todo el mundo para hacer posible este sueño», les dice Carrillo a los visitantes en las esclusas de Miraflores.

Pero, les recuerda, «aun cuando los estadounidenses estuvieron aquí, si hubieran cortado el bosque no tendríamos hoy un canal».

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