THE NEW YORK TIMES
El cautiverio terminó, pero no el temor

THE NEW YORK TIMES <BR>El cautiverio terminó, pero no el temor

POR ROGER COHEN
PARIS.- Vasos de gin fizz son servidos en el bar del Hotel Crillon, los ricos de París se reclinan en sillas tapizadas de terciopelo rojo, y Georges Malbrunot, recientemente liberado tras cuatro meses en manos de militantes islámicos en Irak, ofrece una contundente evaluación de a dónde se encamina la guerra de Estados Unidos en Irak: «Directo a una pared».

No es una opinión inusual para un francés, dada la oposición del país a la guerra. Pero Malbrunot, de 41 años de edad y periodista del diario Le Figaro, ha observado la insurgencia iraquí desde dentro, visto su organización, vivido su razonamiento. Un mundo oscuro para la mayoría de los observadores de Irak se volvió su universo, aunque uno donde su visión necesariamente estaba limitada.

Capturado el 20 de agosto en la carretera que va de Bagdad a Najaf, retenido en cinco ubicaciones diferentes, enjuiciado por un tribunal islámico, Malbrunot y su colega que habla árabe Christian Chesnot, de 38 años, de Radio France Internationale, terminaron con una impresión de un movimiento bien organizado que tenía una estrategia clara. Un militante que dijo que había sido adiestrado en los campamentos afganos de Osama bin Laden enlistó los objetivos como: el derrocamiento de los regímenes egipcio y saudita; la derrota de las fuerzas estadounidenses en Irak; el meter una cuña entre Europa y Estados Unidos; la recreación del califato árabe; y la prosecución de un frente amplio de una guerra contra Occidente, descrita como de autodefensa.

Dentro de Irak, los insurgentes parecían capaces de mover a sus cautivos con facilidad, del sur de la capital a un departamento en los suburbios de Bagdad a una base al norte de la ciudad, donde muchos militantes entraban y salían. Esta movilidad en amplias áreas aparentemente simpatizantes de los combatientes podrían ayudar a explicar por qué el ataque estadounidense contra Fallujah parece haber hecho poco para frenar la ola de ataques contra fuerzas estadounidenses.

Aun cuando un neumático de su vehículo se reventó durante una transferencia, los militantes permanecieron tranquilos, ordenando a sus cautivos que no se movieran debajo de las mantas que los cubrían. Parecían tener dinero, muchos vehículos y un variedad de armas. En ocasiones se jactaron de haber infiltrado a la policia entrenada por Estados Unidos.

Algunos militantes en el grupo – el Ejército Islámico de Irak – tenían antecedentes diferentes a los del hombre que dijo que había sido adiestrado en Afganistán. Uno, a quien los periodistas se referían como «el tipo gordo» y quien fue descrito a ellos como el jefe de seguridad interna del movimiento, parecía haber sido adiestrado en los servicios de espionaje de Saddam Hussein. Era alternativamente lisonjero y duro, conciliador y amenazante.

«Era un profesional, un ex baathista, seguidor del islamismo pero no fanático», dijo Malbrunot. Era evidente para los periodistas que el Ejército Islámico incluía a ex simpatizantes de Saddam junto con fanáticos jihadistas a los que llamaban los «bin ladenistas».

En un momento preguntaron a un hombre al que el jefe de seguridad se refería como su «jefe» qué relaciones tenía su grupo con el movimiento encabezado por el militante jordano Abu Musab al-Zarqawi. «Dijo que cooperarían en ciertas misiones tácticas, pero mantendrían organizaciones separadas y estrategias generales», dijo Malbrunot.

Durante largos periodos, Malbrunot temió por su vida. El jefe de seguridad, dijo, les comentó que si los dos cautivos hubieran sido periodistas estadounidenses o británicos, habrían sido decapitados. Este fue el destino de un periodista italiano retenido el año pasado. A diferencia de Francia, it ha desplegado soldados en Irak. Desde el principio, Malbrunot y Chesnot insistieron mucho en la oposición de Francia a la guerra y dijeron que se identificaban con la posición de su gobierno. «Pienso que estamos vivos hoy porque somos franceses», dijo Malbrunot.

Pero ser francés no pareció ayudar durante varios meses. Los insurgentes llamaban al presidente de Francia, Jacques Chirac, un «perro», criticando la presencia de Francia en Afganistán y su papel pasado en Argelia. En agosto, demandaron que Francia revocara una ley que prohíbe las pañoletas musulmanas en escuelas públicas, pero su fecha límite pasó con Francia rehusándose a ceder.

Demandas de que los periodistas consideraran su conversión al islamismo también resultaron huecas en sus consecuencias. Entonces se les dijo que se habían convertido en una «carta política» en negociaciones intermitentes con los franceses y que un tribunal islámico había decidido, por el momento, perdonarles la vida.

Como las promesas de su inminente liberación resultaban huecas, mientras se movían de un lugar a otro, en ocasiones en habitaciones sin ventanas, en ocasiones viviendo en recintos más cómodos, comiendo los mismos platillos de pollo y frijoles, trataron de mantener alta su moral. Pero el 30 de octubre, Malbrunot se desmoronó. «Christian estaba hablando sobre la Navidad, y empecé a pensar en mi novia, y – antes era actor – recordé una línea de Oscar Wilde sobre el azul del cielo visto desde una celda carcelaria, y simplemente estallé en llanto», recordó.

Una semana después, el 8 de noviembre, el jefe de seguridad les dijo que funcionarios franceses estaban siendo obstinados y que su vida estaba en peligro. Sugirió que uno de ellos podría ser asesinado.

Los periodistas hablaron sobre sus testamentos. Cada uno dijo al otro qué decir a su familia si era el único sobreviviente. «Le pedí a Christian que me disculpara con mi padre por haberlo hecho sufrir», dijo Malbrunot. Descubrieron, o redescubrieron, su fe cristiana. Oraban tres veces al día. «Uno expresa su angustia rezando», dijo. «Uno se libera».

Al final, a principios de diciembre, hubo buenas noticias. El «tipo gordo» los visitó para hacerles un último video. En él, los periodistas dijeron que la invasión estadounidense había sido ilegal y que Francia se había opuesto debido a su más profunda comprensión de Irak, el islamismo y la región.

Les dieron champú, les permitieron verse en un espejo por primera vez, los subieron a la cajuela de un Mercedes y, el 21 de diciembre, fueron entregados a agentes de espionaje francés en una carretera cercana al aeropuerto de Bagdad. El gobierno francés ha dicjo que no se pagó rescate alguno. Malbrunot dice que está seguro de que los militantes exprimieron a los franceses. «No sé si se pagó algún dinero», dijo.

El jueves, otra periodista francesa, Florence Aubenas del diario Liberation, desapareció después de salir a una comisión en el norte de Bagdad.

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