THE NEW YORK TIMES
El Papa sobre su propia mortalidad

THE NEW YORK TIMES <BR>El Papa sobre su propia mortalidad

NUEVA YORK.- En 1981, menos de tres años después de iniciar su pontificado, el Papa Juan Pablo II miró a la muerte a los ojos. Un potencial asesino, Mehmet Alí Agca, le había disparado en el abdomen en la Plaza de San Pedro.

La semana pasada, evidentemente mucho más cerca del fin de ese pontificado extraordinario, Juan Pablo estuvo en el hospital de nuevo, sufriendo una recaía de síntomas gripales complicados por el mal de Parkinson. Los médicos le practicaron una traqueotomía, que le permite respirar con ayuda de un tubo insertado en su garganta.

En un nuevo libro, el papa describe en lenguaje vívido cómo experimentó los disparos de 1981 y sus consecuencias.

Artículos noticiosos sobre el libro: «Memoria e Identidad: Conversaciones entre Milenios», se han enfocado en un párrafo en el cual Juan Pablo menciona el Holocausto y luego hace una descripción del aborto como una «exterminación» permitida por parlamentos elegidos democráticamente.

El libro, el quinto del pontífice, versa sobre temas familiares, incluidas las tribulaciones del siglo XX; el bien y el mal; el patriotismo y la identidad nacional, y los dones y peligros de la libertad. Salió a la venta el 23 de febrero en Italia, y está siendo publicado en 11 idiomas; debe estar listo en Estados Unidos en abril.

Pero como pensamientos de la mortalidad papal llenan la mente de los fieles, es interesante examinar las propias meditaciones del pontífice sobre su acercamiento al fin, cubierto en el capítulo 26 del libro, que se basó principalmente en conversaciones entre Juan Pablo y dos filósofos polacos en 1993.

El papa compara los disparos que sufrió con los males del cardenal Stefan Wyszynski, quien fue encarcelado por el régimen comunista en Polonia de 1953 a 1956, aunque dice que el cardenal sufrió más que él. El papa pone su experiencia en el contexto de la Divina Providencia. «Agca sabía cómo disparar, y ciertamente tiró a matar», escribe. «Sin embargo, fue como si alguien lo estuviera guiando y desviara esa bala». Recuerda parte de su viaje hacia el Hospital Gemelli, el mismo donde ha sido atendido esta semana: «Por un breve momento permanecí consciente. Tenía la sensación de que sobreviviría. Sentía dolor, y esta era la razón de que tuviera miedo, pero sentía una extraña confianza». El papa escribe que dijo a su antiguo ayudante personal, el padre Stanislaw Dziwisz, que ahora es arzobispo, que perdonaba a su atacante.

En el libro, Dziwisz toma parte en un diálogo con el papa, recordando el terrible estado de Juan Pablo después de los disparos y señalando que él administró el Sacramento de los Enfermos. «Yo estaba prácticamente del otro lado», escribe el papa.

No recuperó la conciencia hasta casi el mediodía del día siguiente, y cuando lo hizo, sus médicos no le dijeron cuán grave era su estado. «Cuando desperté, mi moral era razonablemente buena, al menos inicialmente», escribe, recordando su que primera pregunta fue sobre si él había rezado Completas, las oraciones formales finales del día de un sacerdote, antes de dormir.

Juan Pablo recuerda las manifestaciones de devoción en su nativa Polonia en 1981 cuando su sobrevivencia seguía en duda, al igual que ha estado sucediendo ahí en los últimos días. El papa confirma la teoría de los fiscales italianos de que Agca no estaba actuando solo, aunque los juicios de otros acusados de complicidad no resultaron en sentencias.

El papa visitó a Agca en prisión en 1983. «Alí Agca, como todos saben, era un asesino profesional», escribe Juan Pablo en su libro. «Esto signfica que el ataque no fue por su propia iniciativa, fue idea de alguien más».

Describe a Agca como perplejo ante el hecho de que un ataque tan cuidadosamente planeado hubiera fracasado. «Alí Agca probablemente sintió que por encima de su propio poder», escribe el papa», por encima del poder de disparar y matar, hubo un poder superior».

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